28 de abril de 2024

Críticas: Diamantes en bruto

Despeñándose sin freno.

A cada nuevo amanecer más y más películas se producen y el número de títulos que desembarca en nuestras carteleras cada viernes prosigue en aumento. Sin embargo, y debido al ya asentado modelo de las plataformas de suscripción bajo demanda, algunas películas prescinden ya por completo de disfrutar de una exhibición cinematográfica. Pero dichas películas no reciben el mismo trato en todos los países, pues si bien algunos autores ven sus películas disfrutadas en la gran pantalla en su América natal, la tipología de su trabajo lo releva al streaming en Europa. La película que tratamos hoy es el nuevo trabajo de una talentosa pareja de directores que pese a atesorar ya varios años de excelente rendimiento y múltiples películas notables les ha sido negado aún un estreno comercial clásico en nuestro país. En esta ocasión ni tan siquiera un papel más importante en la temporada de premios ha contribuido a conseguirlo. Pero gracias a Netflix, tendréis todos la oportunidad de descubrirlo pronto en vuestras casas.

Hablamos de Diamantes en bruto, la nueva y esperada película de los hermanos Josh y Benny Safdie tras la estupenda Good time, y un vehículo de redención para el tantas veces denostado Adam Sandler. Un filme que ha contado con múltiples nominaciones en diferentes premios, y que ha colocado a Sandler bastante cerca de su primera nominación al Óscar. Filme que nos hizo salivar durante el otoño del año pasado, y que era uno de los más grandes alicientes de un recargado enero. Y aunque deba ser en la pantalla de sus hogares, no la dejen pasar, pues nos encontramos ante una imprescindible. Una poderosa escalada de tensión y desasosiego que ejemplifica la mejor versión de un estilo propio ya asentado. La inmundicia social elevada al olimpo cinematográfico.

El joyero judío Howard Ratner regenta en Nueva York un establecimiento de joyas y diamantes en el que se codea con estrellas de la NBA y grandes capos. A base de perpetuos chanchullos, estafas y tratos de dudosa índole, maneja provisionalmente grandes fortunas para acabar rápidamente endeudado y con un montón de cuentas pendientes. Arrastrado a una rutina que es un infernal callejón sin salida, que empieza a salpicar a su desencantada familia. La adquisición de una valiosa gema guineana supondrá un rayo de luz que impulse a Howard a apostar por la gran venta que arreglará todos sus males.

Una odisea de caos y desenfreno y de tejemanejes ilícitos en pos de hacerse rico conducida por un pobre diablo adicto al riesgo. Un febril torbellino de desencuentros, chapuzas erradas y escapadas al vacío en la que la violencia asoma a la vuelta de la esquina. Una montaña rusa de exhibición de maestría en la realización por parte de los Safdie: vibrante ritmo, rebosante vitalidad, asfixia del verbo desenfrenado y el plano cerrado. Cámara viva y contrastada fotografía en celuloide, y excelente banda sonora electrónica que es un actor fundamental, añadiendo a la película un perpetuo metrónomo de placentera y frondosa explosividad rítmica, que o bien se recibe con rechazo nervioso o bien se abraza con riesgo a ser contagiado por el delirio. Pero no podemos olvidar mencionar el gran trabajo de Sandler, que nos muestra en esta película la mejor versión de su carrera. Interpreta a un personaje injustificable, irredimible e incluso despreciable con el que sin embargo resulta imposible no simpatizar, pese a lo doloroso que resulta acompañarle en su purgatorio. Pero sus esfuerzos serían en balde sin la maestría tras la cámara de los Safdie, que brillan en un puñado de secuencias estelares, dignas de ser estudiadas en escuelas como ejemplos de escalada de tensión.

La radicalidad y características de la propuesta hacen imposible para muchos tipos de públicos, y es necesario disponer de una mente abierta para detectar sus virtudes. Es una película ruidosa y violenta, llena de personajes que producen rechazo y hablan con un lenguaje coloquial estresante y lleno de insultos y vulgarismos. Una película que, si bien nunca llega a perder el interés del espectador, tal vez se hubiera visto beneficiado de unos recortes en montaje. Aquellos que precisen del relato clásico para dotar de sentido a su experiencia fílmica se verán defraudados.

Diamantes en bruto es una notable película, la gran olvidada de los próximos Óscar y un argumento más para justificar la suscripción a Netflix. Pero absténgase de intentarlo todos aquellos que no perciban calidad en las películas más allá del mero guión.

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