26 de abril de 2024

Críticas: Godzilla

Godzilla

La bestia contra los excesos humanos.

Ni occidente, ni la nueva incorporación de China al carro del salvaje modelo neoliberal, han estado nunca dispuestas a renunciar al despilfarro energético que implica un modo de vida insostenible con los recursos naturales del planeta. A pesar de los avisos que advertían del camino hacia esta situación, la NASA anunciaba, hace apenas dos días, que el deshielo en la Antártida es ya un proceso imparable e irreversible. Resulta curioso que tres días después de la noticia, el nuevo reboot norteamericano de Godzilla facturado por la Warner y Gareth Edwards, vaya a desembarcar simultáneamente en las carteleras de medio mundo. En realidad, el rechoncho monstruo arrasa-ciudades japonés siempre ha estado ahí, incrustado en el imaginario popular desde su primera aparición, para la Toho japonesa, en 1954. Godzilla, como King Kong, siempre ha sido un monstruo empático, con corazón, aunque en sus delirantes continuaciones por salvar el mundo acabase destruyendo la otra mitad.

El Godzillaresucitado por Gareth Edwards ya no tiene su origen en los excesos humanos con la energía nuclear. Ni su furia es el toque de atención a una época del miedo atómico bajo el telón de acero. Sin embargo, son los mismos excesos de la humanidad los que lo despiertan de un letargo de millones de años. Lo sorprendente (y el descaro) de la propuesta de Edwards viene por acompañar el regreso del icono con monstruosas presas de su mismo tamaño, reubicando la mirada de esta nueva entrega al delirio pop de las continuaciones de la Toho y volviendo al terreno abonado, muy recientemente, por Guillermo del Toro con la desprejuiciada y festiva Pacific Rim (2013). La furia de las gigantescas criaturas que desatan el caos son ahora ancestrales fuerzas de la naturaleza, despertadas por el rumbo autodestructivo de la humanidad. Por esa misma razón, las imágenes de la catástrofe nuclear que en 2011 sacudió Fukushima resuenan, no de manera casual, cuando una central nuclear japonesa se desmorona al inicio de la película de Edwards.

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Godzilla comparte con Monsters (2010), la anterior película de su máximo responsable, la idea de una problemática relación con la naturaleza. Si allí esta cuestión era representada por lovecraftianos extraterrestres, aquí lo es un monstruo de tiempos remotos sacado, prácticamente, de la película original facturada por Ishirô Honda. Indomable en su faceta destructiva pero necesaria para salvaguardar el planeta, Godzilla, como visceral encarnación de la naturaleza, es tanto el miedo a un poder desconocido y devastador como el agitador de conciencias sobre el poder autodestructivo e incontrolable de la propia naturaleza.

La verbalización de este discurso, en boca de los raquíticos personajes que conforman la historia mínima del film, delata, sin embargo, la procedencia del reboot. Es el triste peaje que parece imponer el mainstream hollywoodiense, el cual que ha perdido la confianza en el espectador y su capacidad para interpretar aquello que se ve. Si en Monsters la historia mínima (la de los personajes humanos atrapados en medio del caos) funcionaba en base al ingenio que promueve la falta de presupuesto, en Godzilla, la multiplicación de puntos de vista y lo insulso de sus tramas acaban por llenar de baches una película que se debate entre dos posiciones: la seriedad tonal en los segmentos humanos, y el divertimento de serie B cuando la película abraza con devoción la esencia del kaiju-eiga. Algo que también tiene su traducción en cierto esquematismo formal, en cuanto a lo primero, y en el deleite audiovisual de lo segundo. La desgana de unos segmentos y el romántico fervor de otros.

Porque apelando a la ingenuidad de la mirada infantil, Gareth Edwards, finalmente, no solo termina reedificando la figura del héroe sobre las espaldas de un monstruo (idea subrayada, irónicamente, a través de la pantalla de un televisor gigante), sino que es capaz de insuflar vida a una mole digital que resuena añeja y entrañable. Y lo hace, además, manteniendo y reactualizando la esencia de la película fundacional. El monstruo, al final, tiene alma.

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Un pensamiento en “Críticas: Godzilla

  1. En definitiva, Godzilla es una película notable, muy entretenida, interesante y recomendable; que mantiene la esencia del famoso personaje japonés, y realiza un sensacional y brutal despliegue de efectos visuales que hay. Súper recomendable.

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