Sus creadores la definen como un «psychothriller sexual». Pero nos parece una definición muy simplista del histérico festival de variedades que nos ofrece el piloto de American Horror Story, lo nuevo de los creadores de ese hito gayer llamado Glee.
Se puede decir que los amantes del horror en su vertiente más referencial están de enhorabuena. La carta de presentación de AHS es algo así como poner en una batidora y de forma indiscriminada unas goticas de El resplandor, otras tantas de Psicosis, un chorro generoso de Amytiville y en general, unas pizcas de prácticamente todas y cada una de las más conocidas películas de terror de la historia del cine, incluyendo homenajes narrativos, visuales y sobre todo, musicales.
El horrorfest ofertado incluye masturbaciones, bebés fantasmales, variaciones espacio-temporales, niñatos a lo Columbine, bullying salvaje, muñecos juguetones en trajes de sadomaso y lo que es más terrorífico y horripilante…Jessica Lange como vecina. Todo como muy acelerado, sin dar tiempo a digerir las escenas ni a asimilar los hechos, demasié para my body. Eso sí, para el adalid del fantaterror es un pantagruélico banquete, siempre que uno no pida una historia coherente, porque tras flipar con este piloto, aun soy incapaz de decir de qué coño iba.