25 de abril de 2024

El proyector: la secuencia de McCunninghum

CAH / Film Socialisme Godard

McCunninghum, el sofisticado crítico de FilmAffinity, nos regala un análisis de una secuencia de la más reciente obra de Jean-Luc Godard: Film Socialisme.

“No huí del barco. Me caí en un bote salvavidas”.
Francesco Schettino, Capitán del Costa Concordia

El 14 de abril de 1912, el descomunal navío Titanic se vino a pique tras chocar con un iceberg, haciendo buena la teoría del Accidente General de Paul Virilio (quien inventa la máquina, ya sea el tren, el automóvil o el zeppelín, inventa el descarrilamiento, el choque, el Hindenburg en llamas). Se convertía, además, en el orto de la «época de los desastres” que continuaría, durante más de treinta años, con el periodo de Conflicto Mundial. Aquí nos aventuramos a lanzar la tesis de que la época de la catástrofe no hizo sino continuar, y que quizá su fin acontece con el accidente del descomunal navío Costa Concordia el pasado 13 de enero, un siglo después del Accidente Original. Esta tesis tiene un corolario cinematográfico: el cine no ha hecho sino reflejar el desastre, siendo des-astre(s) él mismo. Una intrahistoria fílmica compondría la narración de algo así como “Y la nave no va”, que, junto al de Fellini, sumaría el espectáculo de James Cameron, la explosión final de Una película hablada, de Manuel de Oliveira, y la última película de Godard, quizá la mejor película del siglo XXI (aunque no la mejor de su autor). Es por todos conocido el dato, el hecho y el milagro, de que God-Art utilizara exactamente el mismo barco que, tiempo después, naufragaría. Film Socialisme se transforma en una película-signo que habla sobre la historia y el cine: la Modernidad (y el cine como arte moderno) es un Proyecto Fracasado. La imagen del Costa Concordia hundido, como la escena que a continuación proponemos, señalan un Fin. Pero, al mismo tiempo, parecen señalar un comienzo. Godard, al que le gusta citar, no cita a Hannah Arendt: “Los hombres no han nacido para morir, sino para comenzar.”

La nave, la historia y el cine capitaneados por el torpe, por el cobarde, por el estólido, por los que se caen a un bote. Por los siempre modernos, por los que hablan progreso y no escuchan origen.

CAH / Film Socialisme Godard

Alain Badiou habla al vacío que puebla una sala en el interior del yate Costa Concordia. Habla sobre Aristóteles, aunque nadie le escucha. La secuencia se reduce a esto. No hay pensamiento sin imagen, decía el estagirita. Badiou habla, un lugar vacío escucha. “Pero cuando uno quiere asegurarse del proceso de la ausencia se orienta hacia lo que desaparece, y lo que está a la orden del día no es la fundación, sino la aptitud para esencializar en el lugar mismo de la desaparición”. Esto no lo dice en la secuencia del film, sino en ¿Se puede pensar la política?. La escena puede ser el orto de una nueva época para el cine, tras el Accidente. Aquella época en que el cine empiece, comience, milagrosamente, a hablar. “El que empieza desnudo tiene derecho a la abstracción más simple”, decía también Badiou, habándole al vacío. Un Godard desnudo nos propone imágenes que vienen hasta nosotros desde el futuro. Como el oráculo de Delfos, JLG ilumina el presente del cine, en la época escatológica de su acabamiento (del cine y los navíos tal como los conocemos, y de él mismo). Desnuda abstracción. Badiou habla: “El hombre democrático es un híbrido salido del injerto de un viejo avaro en un adolescente ávido. El adolescente hace funcionar la máquina y el viejo se embolsa los beneficios”. Godard corta, después, al mar, el azul, la nada encantadora de Goethe. Y juntos, Alain y Jean-Luc, al unísono, nos recitan subrepticiamente una línea de Mallarmè, como quien desliza un mandato o un llamamiento: “Que del infinito se separen las constelaciones y el mar”.

Así, como un mandato, como un llamamiento, hemos de escucharles. Y así interpretamos la escena: que del infinito se separen el cine de las estrellas y el cine de las ideas.

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