A las cinco de la tarde, como el poema de Lorca, daba inicio la sección competitiva de la novena edición de Documenta Madrid. Lo hacía en la Cineteca, en la llamada Sala Azcona (sede oficial del festival) con dos películas participantes en la sección de largometraje nacional: Lejos de Saint Nazaire y La sensibilidad. Ambas encuentran en la memoria su tema central y su subtexto. La primera de ellas está dirigida por Lluc Güell (licenciado por la ESCAC en el 2008) y se aproxima a la figura de su abuelo Ernesto Fleck, un excombatiente en la II Guerra Mundial. Güell traza el mismo viaje que hizo su ancestro en 1944 huyendo de las tropas aliadas. Se dan dos problemas fundamentales en la producción de Escándalo Films: por un lado la narración es muy desdibujada, haciendo uso de recursos muy distintos y mal conjugados; y por otro la ausencia de un protagonista. La ausencia física de Ernesto Fleck (fallecido en el 2006) provoca que el personaje central pasara a ser el propio director, pero carece de todo arco dramático y su presencia es muy escasa, ese viaje que realiza solo lo vemos físicamente pero no cómo lo interioriza. Y la figura de su abuelo tampoco nos queda perfectamente retratada, causando así una falta de conflicto en la trama y por tanto de interés, quedándose en una simple lectura sobre la memoria familiar.
Sin embargo, en La sensibilidad sucede al contrario: el documental está monopolizado completamente por Laura y Mª Luisa. Dos ancianas emparentadas como consuegras cuyos retratos y vivencias evocan partes fundamentales de la historia de Argentina. Mantienen un diálogo constante a lo largo de la película, bien sea juntas en la puesta en escena o cada una en solitario y narrado a través del montaje. Los mejores momentos y los más auténticos pertenecen sin duda a las secuencias que coprotagonizan, donde se puede palpar la veracidad de su relación despertando muchísima cercanía y emotividad. Germán Scelso, su director, utiliza un elemento simple pero muy interesante: la alternancia de escenas en color y otras en blanco y negro. Y lo hace con un sentido: cuando las protagonistas están juntas el blanco y negro, y el color para cuando están solas. Haciendo así que la memoria se convierta en algo visual, y no solo en lo que establecen los diálogos.
Más tarde llegaba el cortometraje Kanús, que nos adentra en la vida de una pequeña y aislada comunidad del Amazonas, prácticamente autosuficiente. Incluso en un mundo que nos resulta tan primitivo y lejano tiene cabida el consabido choque entre tradición y ruptura, encarnadas respectivamente por el indígena César y el colono mestizo Graña, cuyas realidades conviven desde hace tiempo en la misma aldea sin haber querido nunca alimentarse. Charo Ruiz Gitrama presenta este silencioso conflicto a lo largo de media hora sin llegar a desarrollarlo, dejando que el espectador extraiga sus propias conclusiones.
A continuación comenzaba Nación, del director de origen iraní Homer Etminani, que se presentaba a concurso dentro de la sección nacional de largometrajes. No fueron pocas las deserciones durante la proyección de una tediosa propuesta que viene a mostrarnos algo parecido a la ardua preparación física y mental de un recortador de toros. Durante más de una larga hora sin diálogos ni música se nos presentan interminables planos del tío corriendo por el campo o brincando en la playa, intercalando paisajes naturales para acabar descubriendo el propósito de tal entrenamiento y cerrar con una segadora cuyo significado se me escapa. La ovación de los valientes que aguantamos hasta el final se notó fuertemente irónica y la única conclusión de semejante trabajo parece clara: para ser torero no hace falta leer a Schopenhauer.
Mientras, el festival daba también su pistoletazo de apertura en el Círculo de Bellas Artes con La toma de Angus Gibson y Manuel Salazar. El punto de partida es la violenta revuelta que se produjo el 6 y 7 de noviembre de 1985 en el Palacio de Justicia de Colombia entre los guerrilleros del M19 y el ejército, estando de por medio cientos de civiles y de importantes juristas, produciendo un alto número de víctimas y de desaparecidos en extrañas en circunstancias. El intento de aclaración de lo sucedido en esos días es narrado al mismo tiempo que el juicio contra el coronel Alfonso Plazas Vega 25 años después. Los autores optan por centrarse en el sufrimiento de los familiares de los desaparecidos dando un aire de reportaje televisivo por momentos, sin embargo sus puntos más tensos los consiguen en la entrevista con Plazas Vega. Un tipo que provoca asco y temor a partes iguales, y que tal vez merece su propio biopic. Es muy impactante la forma en la que justifica sus brutales acciones. La primera parte en la que intercalan el pasado con imágenes de archivo y el presente es mucho más interesante que su final, algo más farragoso y más lento al estar dedicado casi de lleno en el juicio.
Como su propio autor indicaba al comienzo de la última proyección del día en la Cineteca, No-res (nada) de Xavier Artigas es una película política que trata de perfilar una realidad social y añadimos, desde un punto de vista totalmente comprometido con la misma. Participante en la sección de largometraje nacional y creada bajo licencia Creative Commons, narra el último año de un barrio obrero de Barcelona que ya no tiene cabida en una sociedad embriagada por la especulación, donde queda bajo relieve un tema muy recurrente en el ámbito documental como es el choque entre el pasado y el futuro. Es un placer ver ciertas secuencias con tintes cómicos que logran captar la cotidianeidad gracias a algunos habitantes del lugar que desgraciadamente desaparecen a eso de la mitad del metraje. Por otro lado, momentos clave como la demolición del barrio o la resistencia de los vecinos a irse del mismo podrían haber sido contados de una manera más incisiva y eficaz. Merece la pena ver este trabajo, aunque pueda dejar un sabor de boca amargo, ya que te enfrenta a un panorama que, de una manera u otra, hoy en día casi todos tenemos enfrente.
El colofón final sería en el Círculo de Bellas Artes con Low Definition Control de Michael Palm. El estreno de la sección largometraje de creación no fue del todo afortunado. Siempre son de agradecer las propuestas arriesgadas y experimentales, pero también hay que criticar las falsamente vanguardistas como posiblemente sea este caso. Palm hace un retrato apocalíptico de la sociedad, reflexionando sobre el comportamiento humano, sobre el avance tecnológico, sobre qué representa una imagen… Todo está contado con distintas voces en off que redundan constantemente sobre sus propias teorías y que en muchas ocasiones hablan hasta para explicarnos los planos, como una especie de benshis en el cine japonés mudo. Es palpable el miedo a que las imágenes montadas no cuenten aquello que quiere su autor cuando muchas veces sí lo hacen, cayendo en incoherencias y contradicciones con lo que van teorizando, y siendo muy manipuladores. Intentan dirigir y explicar lo que están mostrando, algo inaceptable a estas alturas. Han pasado ya ochenta y cuatro años de El hombre con la cámara de Vertov, o el más reciente cine de Marker, o Tren de sombras de Guerín, o Las variaciones Marker de Lacuesta… Todos ellas ponen de relevancia que el documental más moderno acaba por formarse en la mente del espectador, que no hay condicionarlo sino interpelarlo y hacerle preguntas, y que la imagen en el documental tiene un poder mucho más grande que la palabra.
Artículo de Sergio de Benito, Arratetxe & Dean Moriarty