25 de abril de 2024

Recordando a Tony Scott

 

Tony Scott falleció el 19 de agosto tras arrojarse del puente Vincent Thomas en la ciudad de Los Ángeles, a la edad de 68 años. En Cinema ad hoc queremos honrar al director de semblante jovial, que creó escuela en la década de los 80 y 90 en Hollywood con un cine de acción fresco y lleno de humor.

Imparable por Rizzo:

No es que sea yo el mayor fan de Tony Scott. Pero sí que ha dirigido películas muy entretenidas. Una de esas es Imparable que recuerda en ciertos detalles a El tren del infierno, aquella peli con historia de Kurosawa por la cual Eric Roberts consiguió ser nominado al oscar. En Imparable, Scott opta por una dirección más convencional y por potenciar la tensión que va implícita en la historia. Predomina en las formas la sencillez. Y hay momentos donde se puede llegar a sentir la velocidad del tren. Scott se apoya en la muy típica relación entre un tipo veterano y uno novato que, encima, va a sustituir al primero en su trabajo. Pero si quieren salvar el pellejo ante la situación que se les viene encima van a tener que entenderse. También puede verse Imparable como una radiografía de la estupidez humana, con los errores humanos convirtiéndose en auténticos protagonistas mientras que en los despachos buscan soluciones poco lúcidas para parar un tren que cada vez va más rápido y que transporta sustancias peligrosas. Scott administra sabiamente los efectos digitales en el metraje para hacer gala de esa artesanía que tanto echamos de menos y que hace que la película sea aún más emocionante y tensa. Una película póstuma sencillamente irresistible. Tony, descansa en paz.

El último boy scout por Martín Cuesta:

Tal vez algún cinéfilo despistado proclame que el único valor de El último boy scout es el cotizadísimo libreto de Shane Black, uno de los guionistas claves del género de acción de las tres últimas décadas y, más concretamente, de las buddy movies. Ya saben de qué va la cosa, dos protagonistas de personalidades contrapuestas que solventan sus diferencias gracias a la excusa de terminar expeditivamente con el malvado de turno a base de hostias y de frases vacilonas. Black incluso rizaría el rizo de las pelis “de colegas” con esa especie de summa cinéfila que es la notable El último gran héroe. Pero no nos desviemos del asunto porque El último boy scout no es sólo la definitiva colección de ocurrencias macarras de esa especie de John McClane pasado de copas que es Joe Hallenbeck (interpretado por un Willis en estado de gracia, por cierto) sino una muestra más de un hombre y su estilo, un estilo rabioso y frenético, epiléptico y vertiginoso, trufado de esos zooms y esos filtros que lo hacen inconfundible, un autor en definitiva pese a quien pese capaz de generar filias y fobias. Y es que Tony Scott, hasta cuando creaba truños (no es el caso), lo hacía con fidelidad a sus principios, sólo por eso se merece nuestro respeto.

Domino por Grandine:

Hace siete años, y en pleno auge creativo, Tony Scott puso el pabellón más alto que nunca a una etapa que había alcanzado cotas altísimas con su magnífica El fuego de la venganza, pero que con Domino sobrepasaba esas cotas para realizar un film que, guste o no, es el más personal y radical de cuantos ha dirigido el hermano pequeño de los Scott. De hecho, incluso podría tildarse como el Asesinos natos de Tony Scott; es decir, su obra más arrebatada, polémica y desenfrenada, como ya sucediera con el film de Stone allá por los 90. Pero es que además de ello, Domino supura fiereza y erotismo desatado fijados en un marco de tonos ocres que ponen a Knightley en mitad de un remolino de violencia y sexo inabarcables, donde la trama es lo de menos y las constantes de un cine que muchos nunca entendieron como tal toman la cima creativa de uno de los autores más maltratados por el propio público e incluso por la industria. Autoría esta, que muchos ya han puesto en tela de juicio, pero… si negamos autoría a un cineasta tan insobornable y único, ¿qué tendrían que hacer los demás para atribuírsela?

Enemigo público por Sergio Andrés:

Es innegable que cualquier cinéfilo, con el paso de los años, aumenta su biblioteca de películas a un ritmo vertiginoso. Descubre nuevos directores, nuevos géneros, nuevas épocas del cine. Pero el impulso básico y esencial nace de joven, cuando se sienta en su butaca y se sumerge en una experiencia espléndida e ilusoria, el cine. Es en esa época en la que ciertos directores impregnan tus venas de una gran dosis de cinefilia. Y, en mi juventud, Tony Scott es un hombre fundamental. Su cine es fulgurante, intenso, firme y enérgico, y por encima de todo, muy disfrutable. Personalmente, Enemigo público es mi película favorita de Tony Scott. Un thriller decidido, intenso, poderoso y muy divertido. Una película con toques de suspense, humor y escenas de acción muy bien resueltas. Enemigo público ejemplifica el estilo del director. Su premisa es el entretenimiento, pero en ese maremágnum de secuencias frenéticas y desbordantes de rigidez y nerviosismo que predominan en sus cintas, Tony ha conseguido crear una identidad propia e inconfundible con su cine. Tony Scott ha sido un director de cine comercial muy necesario. Un director que ha creado cinéfilos, y eso es mucho decir. Descanse en paz.

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