9 de mayo de 2024

Atlántida Film Fest: Los invisibles

CAH Les invisibles

La marginalidad nos hizo libres.

El pasado febrero, la academia del cine francés coronó a Les invisibles de Sébastien Lifshitz como el mejor documental del 2012. Obra de impecable factura y con unas historias maravillosas que merecen ser contadas (y escuchadas) pero que además se estrenó en un momento clave en Francia, donde la ley del matrimonio homosexual está luchando contra las mismas mentes pequeñas con las que se luchó aquí hace ya unos años. Y es de agradecer que Lifshitz de la palabra a gente tan excepcional y brillante.

CAH Les invisibles 2

Los invisibles, que dan título a la película, son los marginados del pasado, franceses nacidos entre guerras mundiales que tuvieron la osadía no solo de ser libres con sus sentimientos, sino que fueron capaces de reivindicarlos. Entramos en la vida privada de estas 3 parejas de homosexuales y 4 “solteros” que cuentan, a una cámara en su mayoría del tiempo fija, toda una vida de experiencias iguales pero a la vez tan diferentes. Lo que oiremos durante casi 2 horas de metraje viene a romper un doble tabú, no solo nos adentramos en una época ¿lejana? donde la homosexualidad aún era calificada como una enfermedad mental, sino que vemos frente a nosotros a hombres y mujeres de 75 a 80 años hablando de sexo. Y choca. Incluso en un año como este, donde algunas películas se han centrado en el asunto (Si de verdad quieres… o El exótico Hotel Marigold),  oír a Thérèse de más de 80 años decir: “He debido hacer 10.000 veces el amor en mi vida y he tenido 4 niños. Así que todas las demás veces no ha sido para hacer niños. Era por placer” o Pierrot, el granjero entrañable y octogenario que reconoce que la muerte se aleja, teniendo la mente ocupada y manteniendo su vida sexual. Aunque sería injusto decir que este tabú es exclusivo del cine y no de la sociedad  contemporánea.

Las notas de piano extraídas de la canción Francis de Coeur de Pirate van hilando los testimonios sinceros de nuestros protagonistas, que muestran todo tipo de realidades, algunas como Monique: combatiente, luchadora que supo desde siempre que es lo que quería, y que reconoce abiertamente que para ella lo raro es “que a las mujeres les gusten los hombres” pero también de aquellos que han estado casados toda su vida, hasta que un momento todo cambió. Las divagaciones se van intercalando mientras se responden a cuestiones que tienen que ver con su infancia, adolescencia, despertar sexual, primeros amores, la lucha con su familia y en menor grado su participación en los primeros movimientos de visibilidad y reivindicación homosexual. La variedad de recorridos vitales hace que, a pesar de la monotonía formal que suponen las entrevistas, nunca decaiga el ritmo.

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La película se muestra  por guion u omisión sin graves conflictos, ya sean personales como familiares o sociales, esta versión naive no debería confundirse con un discurso ligero de la situación. La mirada que Sébastien Lifshitz busca no es ésa, él está más interesado en un soplo de aire que insufla vida y ganas de amar, proveniente de gente que habitualmente damos por muerta antes de tiempo.

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