El Disney más clásico vuelve con Frozen: El reino del hielo.
La última década en cuanto a películas Disney de animación se refiere, sin contar las producidas en colaboración con Pixar, se ha caracterizado por la producción de secuelas directamente lanzadas a dvd o por la creación de historias muy alejadas de los cuentos clásicos a los que nos han tenido acostumbrados durante todos estos años, a excepción de Enredados. Puede que el eclipse que supone para una compañía como Disney tener como socio al máximo exponente de la animación occidental actual como es Pixar, donde las historias tienen tanta o incluso más importancia aun que las técnicas de animación, haya hecho replantearse a la compañía que fundara Walt Disney la vuelta a la estructura clásica que tantos éxitos le reportara hasta bien pasada la década de los 90, con su nueva película, Frozen: El reino del hielo.
Y como buen clásico Disney, no podía ser menos que sus antecesores y estar basado en un cuento. En esta ocasión el elegido es La reina de las nieves de Hans Christian Andersen, y al igual que la factoría hiciera con el resto de cuentos populares adaptados para el público infantil, la inspiración del mismo es mínima y está desarrollada en un tono mucho más ligero que el que tiene el cuento original. Aun así, la estructura de Frozen: El reino del hielo como es habitual en las producciones Disney, tiene un componente trágico que es el que desata el conflicto y que reside en los poderes mágicos que tiene la princesa Elsa, hija de los reyes de Arendelle, para congelar todo lo que se le pone a su paso. El avance de su poder provoca que tenga cada vez menos control sobre él, por lo que vive recluida para evitar dañar a su hermana Anna, quien ya estuvo al borde de la muerte mientras jugaban de pequeñas con el hielo. Elsa, en su desesperación por aislarse de los demás, provoca sin ser consciente de ello un invierno permanente en el reino, obligando a su hermana a cruzar montañas heladas junto a un comerciante de hielo, su inseparable reno y un curioso muñeco de nieve parlante, para convencerla de que vuelva al pueblo y trate de salvar al reino del eterno invierno en el que le ha condenado a vivir.
Frozen: El reino del hielo recupera la esencia del mejor musical de animación que con La bella y la bestia tuvo su último exponente, sabiendo combinar humor, fantasía, números musicales y, por supuesto, lo que jamás falta en una película de Disney, el amor. Pero una de las mejores apuestas que propone la productora, es la de hacer una feroz autocrítica y parodiar la visión que hasta ahora han plasmado sobre el amor verdadero. Si las princesas Disney han ido evolucionando en su carácter, siendo cada vez más decididas e independientes, Anna y Elsa dan un paso más allá también a la hora de concebir el amor como algo más que el beso de un príncipe que pasaba por allí en el momento preciso. No faltan, eso sí, los personajes secundarios extraños que dotan a cada película de Disney del toque de humor adecuado para convertirlos en carne de merchandising o en protagonistas de alguna que otra secuela para televisión. En este caso tenemos a un divertido muñeco de nieve creado por Elsa que cobra vida con una personalidad entusiasta y algo ingenua, que sin duda crea el contrapunto cómico a las situaciones tan dramáticas que se viven.
Así mismo, el derroche técnico en Frozen: El reino del hielo, destaca por una espectacular recreación del hielo omnipresente desde el comienzo de la película, que curiosamente se aleja de atmósferas siniestras como sucede en la mayor parte de las películas Disney, y transmite la calidez que las propias protagonistas irradian dentro de sí por lo tanto está llamada a continuar la estela de los grandes musicales de animación, y a convertirse por méritos propios en un nuevo clásico Disney con dos princesas a falta de una.
Y por si fuera poco, como acompañamiento, el cortometraje elegido para precederla es nada más y nada menos que un homenaje al ratón Mickey que cumple en estos días 85 años desde su primera aparición en pantalla. Get a horse! combina imágenes que evocan a los cortos del mítico ratón en los años 30, con la voz recuperada para la ocasión del propio Walt Disney, con otras en color y con referencias totalmente actuales, creando así un universo paralelo que brota desde una pantalla de cine como ya se mostrara en películas tan dispares como El moderno Sherlock Holmes, La rosa púrpura del Cairo o El último gran héroe. Un corto excepcional que da paso a una no menos excepcional película que recupera el esplendor de los mejores trabajos de la factoría Disney.