15 de octubre de 2024

Críticas: Laurence Anyways

CAH Laurence anyways

Xavier Dolan estrena al fin su Laurence Anyways.

Hay películas en las que el creador pone tanto de sí mismo que es imposible diferenciar una cosa de la otra, ambos forman un todo indivisible en el que no se puede entender al autor sin la obra y viceversa. Así, podríamos decir que la canadiense Laurence Anyways es Xavier Dolan. ¿Y quién es Xavier Dolan? Un jovencísimo (24 añitos tiene el amigo) director, guionista, actor, productor, montador, diseñador de vestuario, etc etc  que con tres películas en su haber, se ha convertido en uno de los directores con más reputados en festivales (su presencia en Cannes ya es habitual). Realizador de películas que siempre tienen elementos autobiográficos (en este caso, más la ambientación y la época en la que transcurre la historia, lo que contribuye muchísimo a avivar su estética kitsch), Dolan reconstruye el camino de un profesor de literatura y escritor desde que toma la decisión, tras años ocultando su verdadera naturaleza, de cambiarse de sexo, pero que, a la vez, quiere continuar la relación que mantiene desde hace años con su novia, Fred.

Aunque desde luego no se puede negar que Dolan tiene talento (consigue imágenes de muchísima fuerza y expresividad) y ambiciones, no sería justo tampoco decir que es un director muy personal, ya que lo que realmente hace es montar la película como un puzzle a base de cosas que le gustan y va poniendo aquí o allá (ahora uso ralentís y música tan moderna como yo, ahora hago como en una película independiente de cámara en mano y primerísimos planos porque también soy un director serio, ahora introduzco una imagen metafórica para que veáis qué bien me expreso -aunque sea la primera en dos horas y no pegue nada-), ni que tenga las cosas clarísimas. Más que nada se trata de un autor total con pretensiones desmedidas. Dolan dilata así la historia durante casi tres horas, y lo hace no porque tenga nada especialmente relevante u original que contar (estamos ante un relato de amor que, tema de la transexualidad aparte, es bastante típico), sino porque eso le permite la posibilidad de lucirse visualmente en todos los aspectos posibles.

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Una película excesiva en la que el estilo videoclipero y de anuncio publicitario (esa escena del baile, podría ser perfectamente un spot actual de cualquier colonia), apoyado en la banda sonora experimental de Noia, no logra conectar con lo que se cuenta. El contenido visual en ocasiones se desborda en una historia que, por otro lado, está bastante bien llevada. Dolan dirige una mirada cínica y cargada de humor sobre esa vida convencional y segura que casi todos acabamos aceptando, aunque pueda parecer que no estamos hechos para ello. Y, como bien afirma la película, no todo es culpa de la sociedad, sino de nosotros mismos, de ser lo suficientemente valientes y fuertes como para romper con las normas establecidas y vivir de la forma que deseamos y nos hace felices o no.

Dolan por primera vez no protagoniza su película, entre otras cosas porque los personajes ya se hallan en la mitad de la treintena. Así, los protagonistas pasan a ser el poco menos que magnífico Melvin Poupaud, con un complejísimo papel que nunca se le va de las manos ni llega  a parecer esperpéntico (al contrario de  casi todos los personajes de su entorno), y Suzanne Clément, premio Un certain regard a la mejor actriz en Cannes en 2012, que se entrega en cuerpo y alma a su temperamental Fred, a veces incluso demasiado, rozando el histrionismo en algunos momentos. Tras las cámaras, Dolan demuestra un estupendo conocimiento de las relaciones y los sentimientos a esas edades y su evolución, llevándolas a su extremo más pasional. También destaca el tratamiento de la figura materna, tan fundamental en su cine ya desde su primera película, Yo maté a mi madre, que en este caso da lugar a una conclusión positiva de la mano de la actriz Nathalie Baye.

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Laurence Anyways es una película intensísima, cargada de emociones, que, en el fondo, no es tanto una crítica a una sociedad conformista e intolerante, sino un análisis de algo mucho más cercano, de las relaciones, de la incomunicación de una pareja, de cómo el desconocimiento de uno mismo hace imposible sacar las cosas adelante. Aspira a ser una gran e imposible historia de amor, pero, aunque funciona muchas veces, en ocasiones el afán por hacerse notar del director se come la película y saca al espectador de ella, de modo que uno no puede sentirse completamente identificado o emocionado. Esperemos que el propio mito que se está creando alrededor de Dolan no le acabe engullendo en sí mismo, y que con el tiempo pueda madurar y refinar su estilo para conseguir  equilibrar forma y contenido. Aptitudes para conseguirlo las tiene de sobra.

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