11 de octubre de 2024

Críticas: La lapidación de Saint Étienne

CAH La lapidación de Saint Etienne

La vejez sin disfraces, protagonista de La lapidación de Saint Étienne.

Normalmente en la ficción se suele mostrar la cara amable del paso del tiempo, con abuelos sabios y venerados por sus nietos, o bien en clave de humor con ancianos que no renuncian a recrear un pasado activo ya sea como astronautas o gangsters de la tercera edad. Pero hay una realidad oscura en torno a la senectud que se reserva a los informativos o a los periódicos, y que cada vez sorprende y escandaliza menos a un mundo que vive deprisa y se olvida pronto de sus mayores, son aquellos ancianos que viven y mueren en la más completa soledad o que son abandonados, en el mejor de los casos, en residencias como si de la liberación de una carga pesada se tratara.

Si hubiera que hacer una cronología sobre la vejez vista de esta manera en el cine, podría pasar por la constatación del desapego y la atención a los mayores que se refleja en películas como Cuentos de Tokio o Dejad paso al mañana, el afrontamiento de que la persona con la que se ha compartido toda la vida se nos va y necesita del cuidado de la otra incondicionalmente como retrata Amour de Michael Haneke, y finalmente, la continuación natural a esta última que podría ser la película que nos ocupa, La lapidación de Saint Étienne.

Ganadora del premio Fipresci  en el pasado Festival de Valladolid, La lapidación de Saint Étienne es la segunda película del director Pere Vilà i Barceló quien, después de analizar la adolescencia en su primer largometraje Paso a nivel, cambia por completo de argumento en su nueva cinta adentrándose en el declive de las personas mayores que sufren la vejez en soledad, haciendo alusión en el título a la lapidación metafórica hacia ellos por parte de la sociedad.

Etienne es un anciano restaurador de arte que se recluye en su piso con la única compañía de los recuerdos que guarda de su mujer. Gravemente enfermo se enfrenta con resignación a sus últimos días en una soledad voluntaria que se refuerza con el odio que su propia hija siente hacia él y que, cuanto más trata de echarle de su casa por cualquier medio posible, más obstinación provoca en Etienne para no hacerlo.

CAH La lapidación de Saint Etienne 3

La degradación física y mental que vemos sufrir paulatinamente a Etienne tiene en el personaje de su hija su correspondencia con la degradación moral de una sociedad que mira hacia otro lado para no ver la soledad a la que se ven sometidos muchos ancianos en sus momentos finales, despreciados y abandonados incluso por sus propias familias.

El piso de Etienne es el marco limitado en el que la historia tiene lugar, sustentada interpretativamente casi en exclusiva por el gran Lou Castel, quien interpreta a Etienne de una forma estudiadamente plana, en un tono que no hace más que enfatizar la conformidad del protagonista de quien se sabe repudiado por los demás ante la monotonía de una vida que se acaba y que sólo se mantiene en pie por los recuerdos que guarda en esa casa que actúa como única confidente del anciano.

Solamente interrumpido por las intervenciones alteradas de Marie Payen, interpretando a la hija de Etienne, el ritmo pausado de la narración acompaña fielmente esa rutina a la que se llega cuando ya no se tiene nada más en la vida que levantarse un día tras otro a esperar el final. Estorba sin embargo que en determinados momentos en los que Etienne se encuentra en su estado más melancólico, Vilà i Barceló opte por incorporar melodías tristes para subrayar esa melancolía, pero se agradece que en las escenas más duras decida no introducir música que intenten llevar al espectador a una emoción impuesta.

Si hay que poner un pero, quizá no se desarrolle muy bien la relación entre padre e hija, que hace que en algunos momentos nos pueda chocar esa animadversión tan exagerada al no conocer el origen de la misma.

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La lapidación de Saint Etienne es una película dura, desagradable y muy difícil de ver sin que se remuevan conciencias, pero al mismo tiempo de obligado visionado tanto por el fondo como por ser una de las mejores películas que han tratado la vejez y la soledad de una manera tan cruda.

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