14 de diciembre de 2024

Críticas: Un invierno en la playa

CAH Un invierno en la playa

Nueva dramedia para la cartelera nacional.

Hay películas que, a pesar de estar repletas de lugares comunes, de personajes arquetípicos o de ser absolutamente predecibles, están contadas con tal elegancia y de una manera tan interesante, que se convierten sin pretenderlo en pequeñas joyitas a tener muy en cuenta. Encontrar una comedia sobre la cotidianidad de unos personajes poco convencionales, con un guión brillante que no caiga en el esnobismo o, por el contrario, en el humor soez y en el disparate inverosímil, es en los últimos años una tarea tan ardua que, cuando sucede, no hay por menos que reconocer el mérito de trasladarnos por un momento a ese tiempo en el que no hacía falta salir del cine pensando en mensajes filosóficos o en historias que te remueven por dentro para disfrutar de una buena película.

Un invierno en la playa (Stuck on love o Writers en el original) es la historia de una familia un tanto desestructurada. Bill, un reputado escritor, lleva separado dos años de su mujer Erica, quien le dejó por otro hombre. Desde entonces las musas no le acompañan y su única obsesión es la de recuperar a su ex mujer aunque sea a base de espiarla en su nueva casa. Mientras, los dos hijos de ambos, Samantha y Rusty, que han heredado, o más bien fueron obligados a heredar, el talento literario paterno, descubren el amor y el sexo al mismo tiempo que sus obras empiezan a ser reconocidas, en contraposición a lo que le sucede a su padre.

CAH Un invierno en la playa 2

Al contrario de lo que se pueda esperar de una comedia “indie” en la que los protagonistas son una familia de escritores, Un invierno en la playa huye de la presuntuosidad y la pedantería que se presupone en un proyecto como este. Josh Boone escribe y dirige su primera película siguiendo la estela de grandes comedias agridulces como Mejor… imposible o la más reciente El lado bueno de las cosas, en la que explora, con unos diálogos inteligentes, que no cargantes ni resabidos, a través de todos los miembros de la familia, los problemas generacionales comunes como son la crisis de la mediana edad y el divorcio que se reflejan en los papeles interpretados por los siempre estupendos Greg Kinnear y Jennifer Connelly, así como la búsqueda de la propia identidad y el despertar al mundo adulto que viven los jóvenes Lily Collins, bordando el papel de la cínica y promiscua Samantha, y Logan Lerman haciendo lo propio en el rol del adolescente Rusty, dos hermanos totalmente opuestos en su visión de la vida (muy significativas las canciones de los Beatles que le gustan a cada uno de ellos) y en sus relaciones con sus padres.

El contrapunto “sensato” a la irracionalidad de las acciones de Bill, lo pone una divertida Kristen Bell en un papel pequeño pero con una carga de lucidez ausente en el resto de personajes que, sorprendentemente, acaba por no hacer la mella esperada. Y es que hemos pasado de acostumbrarnos a los finales felices del Hollywood clásico, a esperar siempre el giro dramático que tire por tierra las fantasías utópicas de los protagonistas, aportando así la verosimilitud con la vida real. Boone rompe de nuevo con esta tendencia, como hiciera David O. Russell en la mencionada El lado bueno de las cosas, y crea una historia al más puro estilo hollywoodiense en lo que importa es el camino hacia el final feliz de unos personajes perdidos en su propio orgullo, más que el puñetazo en la cara que te da la vida real para que dejes de soñar con esa conclusión perfecta.

CAH Un invierno en la playa 3

Como reza el lema de la cinta, Un invierno en la playa es una película de “primeros amores y segundas oportunidades”, no busquéis en ella grandes disertaciones sobre la condición humana o desenlaces extremadamente melodramáticos, al contrario. Un invierno en la playa es una película simpática, fácil de ver y tremendamente optimista para los tiempos que corren, que deja en el espectador una sonrisa que tarda en desaparecer de la cara.

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