5 de octubre de 2024

Críticas: Juerga hasta el fin

Juerga hasta el fin - Cinema ad hoc

James Franco, Seth Rogen y Jonah Hill se enfrentan al fin del mundo.

El actor Seth Rogen es uno de los principales rostros visibles de la nueva escuela de comedias americanas. Pero tras la fachada del intérprete que se dio a conocer en Freaks and Geeks para saltar a la popularidad años más tarde gracias a las películas de Judd Apatow se halla también el coguionista de algunos de sus propios títulos, como Supersalidos o The Green Hornet. Ahora, formando tándem con su compañero en la autoría de los libretos y también director novel Evan Goldberg, le toca el turno de debutar en la dirección con una comedia autorreferencial que igualmente protagoniza interpretándose a sí mismo.

Juerga hasta el fin arranca cuando el desastrado Jay Baruchel (The Trotsky) aterriza en Los Ángeles para visitar a Seth Rogen, su único amigo actor, que intenta integrarle en Hollywood ante sus continuas reticencias. Para ello le lleva a una fiesta con otras celebridades en casa de James Franco, que adora a Rogen y desconfía de Baruchel. Allí, repentinamente, deberán enfrentarse junto a Jonah Hill, Craig Robinson y Danny McBride a la llegada de un Apocalipsis que extrañamente ha dejado al singular grupo con vida y unas reducidas provisiones en casa de Franco.

Juerga hasta el fin (2) - Cinema ad hoc

La primera hora es brutalmente efectiva, mostrando a los actores haciendo de ellos mismos sin abusar de las referencias que sirven como gran baza de la película. Michael Cera –hilarantes todas sus escenas, mostrando una imagen tan alejada de sus habituales caracterizaciones–, Rihanna o Emma Watson aparecen en la fiesta, prestándose a un juego menos inocente de lo que aparenta ser. La llegada del Apocalipsis añade a la comedia de colegas inicial, que funciona impecablemente, una supervivencia en la que se mezclarán los egos de seis actores que desmenuzan sus carreras y desnudan los personajes creados –aquí también– alrededor de ellas. La excelente presentación del primer tramo tiene continuidad en un segundo del que se adueña un Danny McBride excepcional, interpretando un papel muy similar al de sus trabajos más celebrados. El espíritu de Kenny Powers está presente en el personaje más bestia, el que funciona como generador del hilarante conflicto entre adultos que se ven enfrentados a una situación límite ante la que no pueden mostrarse sino como niños.

Y es que Juerga hasta el fin lleva también implícito un reconocimiento de la inmadurez –celebrada en unos casos, repudiada en otros– de buena parte de la carrera y el ruido generado en Hollywood alrededor de estos actores. Sabe ir más allá de las simples referencias, divertidísimas en la mayoría de casos pero cuya repetición hemos visto en más ocasiones. Además, indaga involuntariamente en la ineficacia de títulos ajenos como Chronicle o Cloverfield, explotadores de una fórmula que ha llegado a tomarse en serio a sí misma. La ausencia total del trillado formato de falso documental se complementa con las declaraciones a cámara que realizan puntualmente los protagonistas, un confesionario en el que salen a relucir sus trapos sucios y también las limitaciones de un subgénero que se agota, que encuentra aquí una renovación a celebrar –aunque, eso sí, de difícil continuidad–.

Juerga hasta el fin (3) - Cinema ad hoc

Así, se encara el inevitable tramo final más flojo, repleto de persecuciones y giros argumentales, con el sano propósito de no tomarse en serio a sí misma, de llevar la parodia hasta la práctica anulación del planteamiento en una última escena que destila un buen rollo similar al del conjunto y nos hace abandonar la sala con la sensación de haber contemplado una de las comedias mainstream más afortunadas de los últimos años. Se trata de un producto que contentará a casi todo el mundo y podrá hacer las delicias de quien llegue dispuesto a entrar en su propuesta: bastante lejos de ser redonda, Juerga hasta el fin es rotunda. Una lástima la ausencia de copias en versión original de una película cuyo humor se basa a menudo en juegos de palabras referenciales forzados en un doblaje que, en cualquier caso, no resulta nada dañino.

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