Toda película cuyo mensaje transite en torno a la experiencia musical vive en un delicado equilibrio. Primero porque es muy sencillo que el realizador que se acerca a la realidad del músico se abandone al socorrido discurso del esfuerzo y la superación personal, obviando toda consideración artística. Y segundo, y quizá aún más peligroso, todo relato en torno a un músico o una música concreta corre el peligro de convertirse en un burdo vehículo de marketing construido alrededor del protagonista, sean o no éstas las intenciones últimas del proyecto.
El instrumento de promoción se transforma en sofisticado artefacto partiendo con frecuencia, además, de nobles y conmovedores motivos que suplican cierta permisividad y que parecen, en teoría, aislados de todo juicio crítico. De modo que, en los tiempos en los que un documental se ha convertido en la perfecta estrategia de ventas, quizás sea más necesario que nunca situar el valor de cada documental atendiendo al material que desea difundir, a las intenciones con las que lo hace y, al mismo tiempo, a la manera en la que narra ese deseo. Resulta peligroso valorar un filme, sea cual sea su naturaleza, únicamente en base a sus implicaciones emocionales.
Las intenciones de A Film About Kids and Music parecen ensombrecidas por el inefable “Te llegará al corazón” que, en mayor o menor medida, es la emotiva moneda de cambio utilizada para llegar al mayor público posible. A caballo entre la intimidad de los ensayos y buena parte de una actuación en pleno Palau de la Música, el documental ilustra el proyecto docente llevado a cabo en el barrio de Sant Andreu por Joan Chamorro, en el que fundó una Big Band infantil con la que poder transmitir a los niños la pasión por la música y el jazz como medio expresivo.
De la propia filosofía del proyecto nacen también los mejores momentos de la película: adolescentes que encuentran en su instrumento musical una hermosa manera de comunicarse, o el afán de una niña que apenas habla con propiedad y sin embargo su habilidad tocando la trompeta deja sin aliento. La extensión de aquellas secuencias en las que el concierto en el Palau se vuelve protagonista, y una filosofía de montaje más propia del videoclip o de la grabación en vivo que de una auténtica mirada documental, convierten en puras anécdotas los segmentos en los que el profesor se entrega realmente a la docencia. El equilibrio de la función queda en entredicho. Es la pasión y entrega las que funcionan aquí como auténticos elementos conductores que arrastren consigo todo el material filmado.
Y de esos momentos en los que se divisa la auténtica luz de la película pueden entreverse sus deseos, posibles razones por las que entender su existencia. Amor a la enseñanza, por encima de todo, pero también a la profesión del músico. Amor a la dedicación musical. Y el deseo de comunicarse a través de la música en tanto que lenguaje universal, el deseo de agradar al oyente, de compartir lo aprendido y de hacer disfrutar a otros con la experiencia vivida.
“Sería interesante documentar lo que está ocurriendo aquí para que el mundo del jazz lo conozca”, dice uno de los músicos invitados al citado concierto, corazón de la película. Tal vez baste ese deseo para filmar este auténtico sueño educativo convertido en espectáculo popular. Las intenciones de A Film About Kids and Music parecen revelarse cuando se presume del trabajo y esfuerzo diarios que mantienen vivo el proyecto, por encima de cualquier otra consideración. La voluntad de los niños se ha convertido en el reflejo de toda una vida dedicada a la música. El jazz se ha convertido en idioma del mundo.