15 de octubre de 2024

Críticas: Arraianos

Arraianos

Inspirada en la obra de Marinhas del Valle O Bosque, Eloy Enciso explora en la estimulante Arraianos las fronteras entre realidad y ficción en el marco de una pequeña comunidad rural de Galicia.

Incapaces de encontrar la salida dos mujeres permanecen inmóviles en medio de la espesura del bosque gallego. Dos puntos de vista parecen manifestarse. Complejidad y sencillez. Realidad y ficción. Mientras la naturalidad que parece reclamar las imágenes, el contexto espacial y el rostro de dos mujeres lejos del profesionalismo de una actriz se hace añicos ante la poética filosófica de un diálogo y una planificación en base al plano fijo y el primer plano que apela directamente a las raíces de la ficción cinematográfica. Si algo quedó patente en el último Festival d’Autor de Barcelona, donde Arraianos, la película de Eloy Enciso de la que ahora nos ocupamos, conquistó el premio al Nuevo Talento, fue (es) constatar que la reflexión en torno a lo real y lo ficcionado y las difusas fronteras entre esos dos conceptos marcaban gran parte de la temática discursiva de muchos de los trabajos presentados en aquella edición. La película de Eloy Enciso, por supuesto, no iba a estar excluida de aquella corriente reflexiva que, a la postre, aglutinó las propuestas más estimulantes del programa de aquel festival. Sin embargo, no ha sido el único certamen que Arraianos ha pisado en estos últimos meses antes del desembarco simultáneo en la gran y pequeña pantalla de los cines y las casas de este maltrecho país.

Arraianos 2

Las derivas documentales tan presentes en una película como Arraianos (tanto también en la corta trayectoria de su joven director) y el funambulismo de su sutil y atrevido juego genérico hacen que la propuesta de Eloy Enciso se mueva en los terrenos de la dualidad. El de la ficción y el documental, lo natural y el artificio de la ficción, lo viejo y lo nuevo… Porque tras las hipnóticas imágenes de su último trabajo, en realidad, uno siempre tiene la sensación de encontrarse  ante dos películas que, solo en algunas ocasiones, luchan por sobreponerse. Lejos de erigirse en un fracaso, sin embargo, en el forzar al límite la ficción dentro de un contexto casi documental, se encuentra, en bruto, una de las claves por la que la obra de Inciso acaba por resultar tan interesante. El dispositivo formal desplegado en la película juega en esa misma línea. Desde el plano fijo a los primeros planos de unos rostros que dibujan, con algo de nostalgia, un mapa humano, hasta la (dis)asociación narrativa entre imágenes y sonidos, como anticipo o como refuerzo de una idea: el sonido de la lluvia se transforma en fuego, la ausencia de imágenes de esos niños que escuchamos una vez ha llegado el verano a esa comunidad, mientras vemos los personajes fuera ya de la ficción; o la imagen de los molinos de viento y el sonido del tráfico que parece apelar a dos mundos opuestos y la (compleja) relación del hombre con su entorno como idea vertebradora… De ahí el detenimiento en esos planos fijos del bosque enmarañado, casi impenetrable, cubierto de una niebla cegadora; el de ese personaje intentando deshacer el hielo que cube un abrevadero o cómo la mano del hombre es capaz de incidir tanto en el nacimiento de una vida (el dilatado momento del nacimiento de un ternero) como en la atroz transformación del paisaje a través de la acción del fuego… Una (sobre)interpretación más en una obra sin una clara estructura narrativa, completamente abierta al libre albedrío de aquel espectador con el que Arraianos no deja de dialogar.

Arraianos - Cinema ad hoc

Eloy Enciso huye del tópico hundiendo su mirada en ese tradicionalismo desde una perspectiva comprometida con lo auténtico. Sombras que corren en mitad de la noche con un cencerro a la espalda, fotos que borra el paso del tiempo, personajes reconvertidos en espíritus del bosque. Mitos, leyendas y religión. Imágenes casi fantasmales que dibujan una perspectiva melancólica y algo desencantada, para un mundo que se acaba.

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