Caníbal. Una historia de amor.
¿Qué es el amor sino una redención? El AMOR con mayúsculas, el amor de verdad, que saca lo mejor de cada persona y nos hace no sólo mirar a quien tenemos enfrente, sino que lo vemos. Vemos sus virtudes y sus defectos pero sobre todo vemos sus emociones y sentimientos que se reflejan en nosotros cuando existe ese amor. Y es ese reflejo el que permite comprender a otro ser humano y ser capaz de alterar nuestra visión del mundo hasta el punto de modificar el comportamiento deplorable de una persona.
Es el amor lo que libera a Carlos de una vida condenada a una rutina que consiste en salir de su casa todos los días para cruzar la acera y meterse en su sastrería, en acudir a una sauna para relajarse y en matar a desconocidas y comerse su carne para aplacar un deseo interno que no es capaz de exteriorizar. Carlos está solo por imposición voluntaria, no tiene miedo de la soledad pero sin embargo el miedo a no estar solo se apodera de él impidiendo la entrada en su vida de cualquier persona, incluso de las que verdaderamente desean entrar, como es el caso de su nueva vecina, una masajista rumana que busca con preocupación a su hermana gemela desaparecida. Nina aparece en la vida de Carlos despacio, no irrumpe de golpe como otras personas pero poco a poco va creando en él un sentimiento desconocido hasta entonces. Carlos quiere a Nina en su vida pero el temor a compartir su soledad con otra persona junto al deseo irrefrenable de seguir matando para alimentarse, provocan en él un conflicto interno que le hace replantearse su vida por primera vez.
Esto es Caníbal. Una historia de amor, de salvación mutua de dos seres unidos por la soledad, revestida del más puro cine negro más cercano al europeo que al americano, un thriller sin estridencias ni giros de guión que utiliza los silencios y la insinuación de una manera impecable para lograr una atmósfera de tensión extraordinaria. Su director, Manuel Martín Cuenca opta por sugerir, rodando la violencia, tanto física como emocional, fuera de plano, de manera que prácticamente la mayoría de las cosas importantes que suceden en la película simplemente se intuyen o se escuchan, alentando la imaginación del espectador. Así mismo, recurre a la carencia de banda sonora para potenciar con fuerza los sonidos, ya sean los pasos de Carlos por las calles empedradas de Granada, el motor de su 4×4 rugiendo como si fuera consciente de la misión a la que le lleva su dueño, o el hacha descuartizando un cuerpo desnudo e inerte.
El director de películas como La flaqueza del bolchevique o La mitad de Óscar, vuelve a componer junto a Alejandro Hernández en Caníbal, un personaje principal cautivo en su complejidad, enfrentado a la inocencia más pura que late bajo la belleza de su compañera. Para esta ocasión ha contado con una actriz rumana prácticamente desconocida, que interpreta un doble papel con distintas personalidades, con las dificultades que eso conlleva. Olimpia Melinte da la réplica perfecta al personaje de Antonio de la Torre, creando en él una mezcla de sensaciones entre el desconcierto y la paz más absoluta.
Sin duda Caníbal sería muy difícil de imaginar sin Antonio de la Torre dando vida a Carlos, un De la Torre contenido al máximo pero al mismo tiempo capaz de expresar con la mirada mucho más que cualquier texto. Con su interpretación de ese hombre excesivamente meticuloso, elegante y sobrio, que esconde una personalidad displicente hacia sus semejantes bajo una fachada de buen vecino, seguramente sin ni siquiera proponérselo, y que encarna un mal inconsciente sin que por ello resulte un personaje despreciable, más bien al contrario, Antonio de la Torre se consolida cada vez más en ese Olimpo en el que se encuentran los grandes actores de este país.
Pensada a partir de un relato corto del escritor cubano Humberto Arenal con el mismo título, Caníbal es una de las grandes películas estrenadas en lo que va de año y ya se postula como una de las favoritas a acaparar nominaciones en la próxima entrega de los premios Goya. Junto con La herida, La gran familia española, Todas las mujeres o Baztán por poner algunos ejemplos, Caníbal es otro de los ejemplos de ese cine nuestro que muchos se empeñan en denostar cada vez que tienen ocasión, pero que es capaz de provocar emociones que traspasan la pantalla y perdurar en la memoria del espectador mucho tiempo después de salir del cine. Y eso señores, se llama calidad.