Eternal sunshine of korean drifters.
Lo mejor y lo peor que se puede decir de Sunshine love es que no engaña ni sorprende a nadie. En este sentido bien es cierto que uno no puede sentirse demasiado ajeno a lo que ocurre en pantalla, como mucho un tanto aburrido. El problema es que esta familiaridad no viene dada por una corriente empática entre los personajes y el espectador sino por la sensación de deja vu, de comprender que esta historia nos la conocemos de pe a pa, sin matices, sin sobresaltos, sin novedad en el frente.
No obstante, esta comodidad, lejos de producir un efecto sosegante, acaba por generar una sensación de hastío, especialmente cuando uno se para a reflexionar sobre lo que acaba de ver. Sunshine Love no cuenta nada nuevo ni interesante que no se haya visto antes y por eso mismo su efecto narcotizante se convierte en una suerte de metáfora sobre la propia situación del cine coreano empeñado en abandonar su prestigio para caer en el mecaniscismo de la producción en masa.
Lógicamente no se puede pretender que cada film, cada nuevo director, reinvente géneros, pero lo mínimo exigible es que el director sepa a que juega, que maneje correctamente los conceptos y los formatos y no se dedique a, por decirlo de forma simple, exprimir el jugo del género de forma mecánica.
Dos son las fuentes de las que se alimenta principalmente Sunshine Love; en lo formal intenta aprovechar a su favor el bajo presupuesto con el que se maneja la producción para crear un suerte de look “hongsangsoniano”, de cine independiente desenfadado y ágil; superficial en su apariencia pero de cierta profundidad en su contenido. Es aquí donde aparece la otra fuente de “inspiración” que no es otra que seguir la tradición de la comedia romàntica coreana en la línea de la magistral My sassy girl (Kwak Jae-young, 2001). Como manual de instrucciones no es nada desdeñable la pretensión, pero ¿Cómo ensamblar las piezas de este puzzle?
Esa es la pregunta que el director Eun sung Jo no alcanza nunca a reponder, porque una cosa es dotar de un aire independiente a tu película y otra dejar a la vista un aspecto pobre, descuidado, de grabación casera de cumpleaños. Si a eso le sumamos la linealidad del argumento, solo salpicado de disgresiones y flashbacks absolutamente innecesarios, acabamos ciertamente por no entender como en un metraje tan corto hay tanta poca destreza en el ahorro narrativo del argumento y tan poca ansia por intentar crear, al menos, un escenario que si ha de pecar de algo sea de voluntarioso en la originalidad.
Con respecto a este último aspecto las vicisitudes románticas de la pareja protagonista son tan manidas como poco vistosas. No hay atisbo de humor (aunque sí la pretensión de haberlo, lo que aún es más grave), solo brochazos plagados de los tópicos del mundo nerd, y un estudio, por llamarlo de alguna manera, de esa franja de edad de los “veintitantos” donde (se supone) hay que escoger entre la responsabilidad y el compromiso del mundo adulto y los ideales de la adolescencia.
Hay idas y venidas, malos entendidos, y desenlace previsible, todo descrito en un guión esquemático , sin matices, sin pasión. Sunshine Love es básicamente un artefacto para consumo de prepúberes pero con la mala fe de quererlo disimular y con la torpeza de hacerlo lo peor posible. Para entendernos, esta es una película perpetrada por alguien a quién le hubiera encantado hacer una comedia sofisticada a lo Lubitsch y cuyo resultado final sería la peor versión de una Bridget Jones filmada por un la productora The asylum en su sección coreana.