Snuff se nos pone palmero de viaje por el río.
Guadalquivir es un documental que sigue este río poniendo atención a algunas de las numerosas formas de vida que lo rodean. Lo de “algunas” es porque se nos deja claro que lo que se nos muestra es sólo parte de lo que se puede encontrar siguiendo el cauce del río.
Tras el obligatorio desfile de instituciones más o menos oficiales, tras unas cuantas panorámicas aéreas (“y todo el rollo”) empieza la cosa. Sorpresa: no narra el tipo de los documentales de La 2, ese mítico “Las hienas tendrán que esperar su turno”, ese inmortal “La tortuga carey emprende un viaje que durará más de 30 años”. No. La narración es conducida por la cantaora Estrella Morente y choca desde el comienzo aun obviando el acento (¿Dónde habéis visto una narración de documental que no sea neutra en extremo?). Lejos del didactismo ortodoxo, Guadalquivir es un experimento poético.
“El Guadalquivir rompe a llorar, pequeño y arrogante… ruidoso trata de escapar de los brazos de su madre, que apenas puede retenerlo entre sus dedos de roca y musgo”
“El zorro y el río no se parecen en nada, por eso se llevan bien”
(Soy el que toma notas en los pases)
Una vez pasado el choque, viendo unas imágenes sublimes acompañadas de un trabajo de sonido excelente y un montaje solvente dispuesto a contar historias, uno puede dejarse llevar. Quizá tanta metáfora maree y desconcierte, bordeando el ridículo en ocasiones, pero es una apuesta más arriesgada que explicar lo evidente. El abandono del didactismo es necesario, puesto que no es un documental que apele a la intelectualidad ni es lo bastante específico para que sea necesario explicar lo que se ve.
Así que acabamos con una narración algo excesiva que tiene un duende que quita el sentío y ole. Tenemos también zorros mordiéndose a cámara lenta y a ritmo de palmas. La música suele componerse de caprichosos punteos de guitarra; también lejos de la neutralidad épico-orquestal habitual en este tipo de cintas. Parece que en cualquier momento Kiko Veneno nos vaya a contar la historia del Lince Ramón, al que vemos con un transmisor en el collar.
Pasaremos por Cazorla y Doñana, veremos linces, jabalís, ciervos, águilas, flamencos, angulas, libélulas, camaleones y mucha más fauna con más o menos protagonismo.
En resumen, un experimento que acaba por caer de pie gracias en buena parte a todo su apartado técnico. En sus peores momentos de flamenco y panorámicas aéreas parece que vaya a aparecer un cartelón de Ministerio de Andalucía (aunque me informan de que tal institución no existe) y en sus mejores momentos no tiene tanto que envidiar a una de esas grandes superproducciones mudas como Océanos. Ahí es na.
Resumiendo el resumen: en conjunto, me ha gustado Guadarquiví y la recomiendo si llega a proyectarse en alguna parte donde todo el mundo pueda verla.