Amores otoñales con Fanny Ardant.
Caroline es una mujer de 60 años recién jubilada que no sabe muy bien cómo encarar esta nueva etapa de su vida. Su marido sigue trabajando y sus hijas son mayores y ya la han hecho abuela sin que ella se sienta como tal. Para ayudar a que se sienta mejor, le regalan un bono para una especie de centro de actividades de día para personas mayores donde Caroline se siente inicialmente demasiado fuera de lugar hasta que conoce al profesor de informática, un treintañero mujeriego que comienza a interesarse por ella y con quien acaba teniendo una relación extramatrimonial.
Mis días felices trata de adentrarse en lo que supone el paso del tiempo para las personas que han tenido una vida laboral activa y que de repente se encuentran ociosas, desde el prisma de una mujer que en plena madurez sigue siendo atractiva y teniendo ganas de vivir cosas nuevas al margen de la vida que hasta ahora ha estado llevando al lado de su marido. Por ello se lanza casi sin pensar en una aventura sexual con este chico treinta años menor que ella, y para quien Caroline es simplemente una conquista más. Sin embargo, lo que se plantea como una búsqueda de una segunda juventud o incluso de volver a sentir el amor en la tercera edad tal y como hace sólo unos meses se mostraba de manera tan cruda en la excelente Gloria de Sebastián Lelio, aquí no deja de ser una simple historia de infidelidad con muy poca profundidad.
La directora Marion Verdoux vuelve a hablar del amor como ya hiciera en sus anteriores trabajos, adaptando esta vez la novela de Fanny Chesnel Une jeune fille aux chaveux blancs, con un aura de “buenrollismo” dificilmente creible. Verdoux no se implica en demasía en los sentimientos de ninguno de los protagonistas cuando la historia que se plantea es precisamente un drama en el que todo el peso recae precisamente en mostrar emociones y sentimientos en los que la frustración es la base esencial de ellos. Caroline está frustrada por no saber qué hacer una vez jubilada, frustrada por el poco interés hacia ella que demuestra su marido, frustrada al no sentirse identificada con el resto de jubilados que habitan la residencia y frustrada al entender que su joven amante es capaz de acostarse con ella habiéndolo hecho diez minutos antes con otra mujer más joven. Pero salvo el hecho de que en un par de escenas la veamos ahogando sus penas con botellas enteras de vino, la cuestión es que en prácticamente ningún momento de la película percibimos esa frustración en el personaje que interpreta Fanny Ardant. La actriz francesa, espléndida a sus 60 años eso sí, se pasea por Mis días felices bajo un halo de felicidad contenida que no casa con las decisiones que la vemos tomar casi en cuestión de segundos de una escena a otra.
Tampoco encontramos en Laurent Lafitte al seductor objeto de deseo de Caroline que pretende ser, no ya porque su personaje sea uno de los más antipáticos e insulsos que se recuerden, sino porque tampoco da pie a que se comprenda cómo una mujer como ella puede caer en sus brazos. Quien sí logra convencer con su interpretación en las pocas apariciones que hace en la película es Patrick Chesnais dando vida al desprendido marido de Caroline, que ve cómo su matrimonio hace aguas sin apenas tratar de luchar por salvarlo y por el amor que todavía permanezca en él.
Pero no nos confundamos, Mis días felices no es una historia de amor, no es una película para reflexionar sobre lo que nos queda por vivir se tenga la edad que se tenga ni sobre la tan manida cuestión de “el amor no tiene edad”. Realmente el amor tiene poca cabida en la película de Marion Verdoux, se trata de un relato de momentos y oportunidades que aparecen en la vida de una persona desocupada y que esta recoge por simple curiosidad sin entrar en dramáticos conflictos internos. Verdoux rueda con excesiva serenidad una película a medio camino entre el drama y la comedia sin acercarse demasiado a ninguno de los dos géneros lo que, sin hacer de ella una película aburrida, tampoco consigue que se quede en la mente de los espectadores mucho tiempo después de verla.