15 de octubre de 2024

VI Festival de Cine Italiano de Madrid

VI Festival de Cine Italiano de Madrid - Cinema ad hoc

Los Cines Verdi de Madrid acogieron hasta el pasado jueves 28 de noviembre la sexta edición del Festival de Cine Italiano. Una cita cada vez más ineludible en la agenda cinéfila de la capital, que volvió a incluir una importante representación de la cosecha del cine transalpino del año con su colofón en la esperadísima proyección de La grande bellezza, de la que hablamos en este mismo artículo. En las dos secciones a concurso, los respectivos jurados decidieron premiar al documental Anija (La nave), de Roland Sejko; y al cortometraje 37°4 S, de Adriano Valerio. Además, el veterano Marco Bellocchio recogió en la gala de inauguración el Premio a Toda una Carrera de la mano de la actriz Ángela Molina. A continuación reseñamos los cinco títulos vistos durante la semana.

La mia classe - Cinema ad hoc

LA MIA CLASSE, de Daniele Gaglianone

En su tercer largometraje presentado en el marco de este festival, Daniele Gaglianone reflexiona sobre nuestra posición como espectadores distanciados ante los grandes dramas ajenos con los que nos toca compartir días y también salas de cine. Para ello se aproxima a un rodaje en el que el único actor, un elocuente Valerio Mastandrea, interpreta a un profesor encargado de preparar para la integración en Italia a inmigrantes de muy diversas procedencias y edades. Con un inesperado humor que surge de la complicidad reinante, la clase se convierte en el espacio común donde afloran las tragedias cuyos escenarios han abandonado, pero que aún forman parte de sus entrañas. A través de la figura del educador se reivindica un método basado en el diálogo, que se contempla con admiración hasta que el propio devenir de sus protagonistas vuelve a recordar que la realidad, por desgracia, no tiene el mismo destino para ellos. Se trata de un trabajo riguroso e inteligente al que se perdonan algunas lagunas en el tramo final, más acertado cuando coloca el foco en el debate generado que cuando intenta explorar la difusa línea entre realidad y ficción; además de la sepultura casi total del contexto social europeo actual. Alejado de la excesiva compasión hacia unas criaturas con voz propia, Gaglianone firma una curiosa y desesperanzada reflexión social comprimida en una metáfora final brillante y una escena con travellings del aula a ritmo de rap que llega a congelar el pulso.

Miele - Cinema ad hoc

MIELE, de Valeria Golino

La segunda jornada traía consigo el debut en la dirección de largos de la actriz Valeria Golino, presentado con la vitola de ser uno de las tres finalistas al Premio LUX que otorga el Parlamento Europeo. Miele pretende indagar en el debate sobre la eutanasia con la historia de Irene, una mujer joven decidida a ganarse la vida ayudando y provocando la muerte de personas en fase terminal hasta que afronta la presencia de un hombre depresivo con idéntico propósito. El punto de partida es muy interesante, pero no así un gris desarrollo que abusa del recurso gratuito de incluir canciones para subrayar los estados de ánimo de la protagonista y escarcea con el drama lacrimógeno más elemental en un par de momentos. Cinematográficamente plana, aporta más por la elección del tema y la historia que saca a colación que por sus aciertos como obra, que no van mucho más allá de la interpretación de una Jasmine Trinca que vuelve soportable el previsible desvanecimiento emocional del personaje.

L'arbitro - Cinema ad hoc

L’ARBITRO, de Paolo Zucca

Después de su paso por Venecia, Paolo Zucca estrenaba en el festival la adaptación al largometraje de su premiado corto de 2009. L’arbitro llama la atención por su poderosísima fotografía en blanco y negro, que retrata con una riqueza de matices espléndida los días en un pequeño y rudimentario pueblo de Cerdeña que parece suspendido en el tiempo. Stefano Accorsi da vida al árbitro del título, un colegiado internacional cuya suerte se verá unida irremisiblemente a la de la localidad gracias a una treta del destino. El humor grotescamente marciano que envuelve la cargada atmósfera es la excusa para retratar a una sociedad deshonesta y corrupta, únicamente unida por el fútbol que, como en la cita inicial de Albert Camus, explica a sus personajes todo lo que saben de la vida. Zucca posee todos los ingredientes para encandilar, pero divide demasiado los paralelismos entre ambos frentes hasta la eclosión final.

L'intrepido - Cinema ad hoc

L’INTREPIDO, de Gianni Amelio

Gianni Amelio dirigió en los lejanos noventa dos películas de ésas que valen por una filmografía entera: Niños robados y, sobre todo, Lamerica. Su nuevo trabajo L’intrepido parte de un planteamiento curiosísimo, el de un hombre corriente que transforma lo que un día fue su identidad en poner buenas caras a los demás y no rechazar ninguna de las propuestas de empleo que le van surgiendo, aunque para ello tenga que cambiar de máscara varias veces al día. Su optimismo y ganas de ser útil en cada trabajo se contraponen al pesimismo de un entorno que se derrumba a su alrededor. El director enfrenta así las formas de ver la vida de dos generaciones en el marco de la crisis actual: la del protagonista Antonio, empeñado en seguir adelante aunque sea por guardar las espaldas a los que le rodean; y la de su hijo Ivo, que cede ante cualquier contratiempo y ve imposible encontrar claros en la tormenta. L’intrepido se ve con agrado en todo momento, pero acusa una profunda indefinición en un tono que oscila entre la sátira social, la comedia amable y el drama humano sin llegar a encontrarse. Antonio Albanese está espléndido en su composición del nuevo hombre para todo, pero el conjunto acaba resintiéndose por la endeblez de varias tramas secundarias, empecinado como parece Amelio en estirar hasta el agotamiento su material y otorgar demasiada complejidad a un cuadro que se bastaba con su mordaz punto de partida y el gris Milán de nuestros días como escenario.

La gran belleza - Cinema ad hoc

LA GRANDE BELLEZZA, de Paolo Sorrentino

No había mejor clausura posible para un festival así que la película italiana de la temporada, ésa de la que se lleva hablando sin cesar desde su paso por Cannes en mayo. Y La grande bellezza no defraudó. Paolo Sorrentino habla de la decadencia como parte inexcusable de la existencia, de la lucidez de un individuo cuyos tumultuosos días remiten a una infancia que únicamente halla respuesta en las calles y monumentos de una Roma majestuosa, en cuyos recovecos se dan la mano la ensoñación y la experiencia, la tosquedad y la elegancia, la postura y el sentimiento; la vida y la muerte, en definitiva. La pantalla se rompe a los diez minutos, cuando de la locura colectiva de esa desmadrada fiesta en una simbólica terraza romana surge la figura de Jep Gambardella, el carismático personaje a través de cuya distanciada mirada contemplaremos la esquizofrenia de una sociedad en la que muchos creen poseer la única llave de lo más valioso, sin reparar en el pétreo muro con el que topan a la hora de comprender la verdadera riqueza de lo que tienen alrededor y forma parte de su identidad. Las referencias a un pasado personal fusionado irrenunciablemente con el colectivo conforman un potente e imbricado mosaico plagado de seres grotescos que, como en la propia vida, aparecen y desaparecen en torno a un Jep que empieza a asumir la intensidad de sus 65 años sepultada bajo el manto que le ofreció en su día la alta sociedad de una capital inabarcable, la misma que le convirtió en dueño de un asfixiante vacío. Sorrentino observa todo con una lucidez similar a la del protagonista: su posición es la del que sabe diseccionar la impostura para aceptar que el palpable circo mundano puede camuflar más vida que muchos tratados existencialistas. Cuando apenas sobrepasa la cuarentena, un napolitano ha tomado todas las referencias conocidas sobre Roma y las ha asimilado para concebir un retrato único, personal, inquietante y virtuoso hasta el desmayo; una de las grandes películas del año.

 

No podemos despedir nuestra cobertura sin dar la enhorabuena a toda la organización del festival, en especial a Iván Barredo, por el gran trabajo realizado y el inmejorable trato dispensado. Una labor que ha permitido que una apuesta de este calibre siga llenando las salas y atrayendo a alrededor de cinco mil espectadores cada año, repitiendo las cifras del pasado. Desde estas líneas esperamos que sean muchos más.

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