Epopeyas del Medievo.
Considerado como uno de los precursores en la escritura de best sellers de novela histórica a nivel mundial, el escritor estadounidense Noah Gordon publicó en 1986 el que es hasta ahora su mayor éxito de ventas, El médico. La que fuera la primera parte de una trilogía de novelas sobre la familia del doctor Cole, se lleva a la pantalla grande después de casi 30 años con un equipo internacional de primer orden de la mano del director alemán Philipp Stölzl.
La acción comienza en un emplazamiento marginal a las afueras de Londres en el siglo XI, donde un joven Rob Cole ve cómo su madre muere ante sus ojos del llamado “mal del vientre” y cómo los vecinos se llevan a sus hermanos pequeños dejándole a su suerte. Sin saber qué hacer ni a donde ir, se infiltra en el carruaje de un barbero que ejerce también como sacamuelas y curandero ambulante y con él va aprendiendo su oficio mientras viajan por el país. Cuando un médico judío le habla de un gran maestro de la medicina que imparte clases en Persia, Rob se embarca en un viaje hacia tierras árabes para conseguir aprender a curar enfermedades como la que se llevó a su madre.
El médico tiene una estructura terriblemente convencional, lo cual no implica que la película carezca de calidad técnica pero sí lo hace de verosimilitud al optar por supeditar la historia a las exigencias de una superproducción de estas características. La película recuerda a las grandes superproducciones europeas que se hacían en los años 50/60, en las que dentro de un marco lo más exótico posible, un reparto plagado de estrellas representaba una gran épica que se desarrollaba a lo largo incluso de varias generaciones, y en la que no faltaban el romance, la lucha de clases, las guerras y, por supuesto, un protagonista casi siempre surgido desde los estratos más bajos de la sociedad que acaba siendo el salvador que todos esperaban.
La película es exactamente eso, la historia de un muchacho inglés con las facciones perfectas de Tom Payne, cuya vida miserable hace que la de Oliver Twist parezca una fiesta, que recorre medio mundo teniendo que fingir ser una persona que no es, que se enamora de una joven árabe proveniente de España, y que por su tenacidad consigue una plaza en la exclusiva escuela de medicina del doctor judío Ibn Sina, doctor que como buen personaje judío no podía ser interpretado por nadie más que por Ben Kingsley. Como un best seller da para mucho más, no podía faltar un tirano que tiene sometido a su pueblo que, con los rasgos ya exóticos de por sí de Olivier Martínez, y más con la raya del ojo pintada, da el pego a la perfección. Y por supuesto, esta serie de incoherencias antropológicas no podía estar rodada en otra lengua que no fuera el inglés. Árabes hablando entre ellos en inglés, con acento árabe, eso sí, salvo cuando rezan (que si rezan en una mezquita en inglés podría ser políticamente incorrecto), porque una película de estas características está plenamente al servicio de su protagonista, y si el protagonista es un inglés del siglo XI que no ha salido jamás de los límites de Londres, el mundo entero debe conocer y hablar en su idioma para que el pobre chico no tenga encima que aprender otra lengua, que ya bastante tiene con lo que tiene.
Al margen de todos estos desatinos, El médico no deja de ser una película de aventuras al más puro estilo clásico, a la que el director Philipp Stölzl sabe dirigir con un ritmo acorde a la historia, que hace que las dos horas y media que dura la película la intensidad de la narración sea constante y no llegue en ningún momento a aburrir. Es innegable además que actores de la talla de los mencionados Ben Kingsley, Olivier Martínez y Stellan Skarsgård confieren a la película la experiencia y calidad necesaria para que todas las incongruencias detalladas anteriormente puedan ser pasadas por alto por un público cuya única pretensión sea la de pasar una tarde disfrutando de una epopeya como las de antes, o por los fans de la novela, deseosos de ver si la adaptación a la pantalla es tan fiel como le ha parecido al propio autor de la misma. La magnífica ambientación, la potencia visual de la cinta y la universalidad de los temas que plantea, entre los que sobresale una crítica implacable a los fundamentalismos religiosos, pueden ser suficientes para convertir a El médico en la primera de una saga que siga los pasos de la obra literaria de la que nace.