10 de octubre de 2024

Críticas: Sobran las palabras

gandolfini

The last of the Gandolfinis.

El subgénero de las comedias románticas hace tiempo que nos trae historias que parecen cortadas por el mismo patrón, en las que por lo general se suceden una serie de acontecimientos inverosímiles salpicados por chistes fáciles sobre la guerra de sexos, siempre, eso sí, con al menos uno de los protagonistas especialmente atractivo físicamente. No es de extrañar que con un panorama semejante, la idea del amor se vuelva desoladora para los pobres mortales que tenemos que lidiar con nuestros defectos y michelines con los que no podemos competir contra bellezones hollywoodienses. La cuestión es, cómo hacer una comedia romántica con todos los elementos que el género requiere, que sea además totalmente creíble y en la que el espectador se pueda ver, no sólo reflejado sino además con la sensación de estar viendo una historia de amor que realmente podría pasarle a cualquiera.

La directora Nicole Holofcener ha conseguido precisamente eso mismo llevando a la pantalla la historia de dos personas en su madurez, con vidas rutinarias centradas en sus respectivos trabajos y en sus hijas adolescentes, que se conocen por casualidad y que de entrada no se atraen físicamente pero que comienzan a charlar, a conocerse, a caerse bien y casi sin darse cuenta se enamoran y recuperan una estabilidad emocional que creían perdida. Eva, encarnada por Julia Louis-Dreyfus, una masajista a domicilio, simpática, bajita, verborréica e insegura encuentra en Albert, un hombre sencillo y tierno con el físico de James Gandolfini, sin grandes deseos a los que aspirar a sus cincuentaytantos años, con un problema de sobrepeso que ni le importa ni se plantea resolver, al compañero con quien compartir la ilusión de un nuevo amor. El miedo a equivocarse nuevamente con una relación hace su aparición a través de terceras personas que, en el caso de Eva, consiguen que los pequeños detalles por los que una persona se enamora de otra comiencen a verse de manera opuesta a cómo se veían al principio.

sobran las palabras

Sobran las palabras habla sobre un guión bien construido de las segundas (o terceras, cuartas…) oportunidades que da el amor, en la que en cada una de ellas va aumentando la inseguridad y la desconfianza para abrirse a los demás, provocando que cualquier elemento externo pueda influir en la decisión de seguir adelante con ellas o no. Plantea además la cuestión de que una persona pueda ser perfectamente compatible con otra a pesar de haber pasado anteriormente por una relación enfermiza con alguien de quien sólo le quedan recuerdos de diferencias irreconciliables.

La química que existe entre Louise-Dreyfus y Gandolfini con la interpretación de estos dos personajes, dota a Sobran las palabras de una autenticidad que raramente se puede encontrar en las comedias románticas actuales en las que la forma va ganando terreno al fondo y a la credibilidad de manera aplastante, cuando el fondo, la historia y los sentimientos, son precisamente lo que da valor a películas como ésta. Pero obviamente estos dos grandes actores no están solos para contarnos su historia de amor, Sobran las palabras es una película de interpretaciones y de diálogos en la que, aun teniendo un gran peso los de los dos protagonistas, se hace necesario el apoyo de un gran elenco de secundarios impecables en cada uno de sus papeles. Desde la obsesiva amiga de Eva encarnada por Toni Collette hasta la elegancia de Catherine Keener, habitual de las películas de la directora, pasando por el trío de adolescentes que poco tienen que envidiar interpretativamente al resto, Tavi Gevinson, Eve Hewson y Tracy Fairaway.

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Que Sobran las palabras no es una película clave en el cine actual es una verdad incuestionable, pero lo que sí es cierto es que se trata de una comedia amable y sincera con unas interpretaciones a la altura de un guión con unos diálogos fluidos y ocurrentes a la vez que completamente verosímiles, que hacen de ella una de esas películas que conmueven tanto por su ternura como por la terrible constatación de estar ante el último legado del gran James Gandolfini.

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