11 de octubre de 2024

Entrevista Javi Giner: El amor me queda grande

El amor me queda grande

Javi Giner nos cuenta todo sobre El amor me queda grande.

El pasado lunes se presentó la programación completa del próximo Festival de cine de Málaga que se celebrará entre los días 21 y 29 de este mismo mes de marzo, y entre los cortometrajes seleccionados a concurso se encuentra el nuevo trabajo del cineasta Javier Giner, El amor me queda grande.  El corto se presentó para la prensa hace unos días en un céntrico cine de Madrid, y tuvimos la inmensa suerte de poderlo disfrutar no sólo por verlo en pantalla grande, que ya es un lujo poder ver así un corto, sino porque es una pequeña (por extensión) obra de arte que todo el mundo debería poder ver.

Es muy fácil hablar de El amor me queda grande pero también se hace extremadamente difícil poder abarcar todas las referencias que nos vienen a la memoria mientras lo estamos viendo, y es que el corto de Javi Giner rezuma amor al cine de todos los tiempos por cada fotograma, con especial hincapié al cine negro de los años 40 y a las femme fatales que aparecieron con él. Pero no nos confundamos, El amor me queda grande es pura y dura comedia cuya “negrura” argumental se reviste de color y de la luminosidad que aporta un reparto encabezado por dos niños jugando a ser mayores.

En un banco de un parque infantil Samuel es víctima a sus escasos 10 años del juego perverso del amor que le propone su idolatrada Lucía. Ella, un alter ego preadolescente de Barbara Stanwyck en Perdición o de la Lana Turner de El cartero siempre llama dos veces, sabedora de su poder sobre esos niños que un día llegarán a ser hombres que caerán bajo su mismo yugo, toca las teclas adecuadas sobre Samuel para conseguir de él la ayuda que necesita para acabar con el único obstáculo que tiene en su camino, mientras a su alrededor los adultos viven en su propio mundo ajenos a la maldad que se encierra en un cuerpo tan pequeño. Con un humor que recuerda a los primeros trabajos de Miguel Albaladejo, combinado con una estética almodovariana, el corto de Giner no imita sino que bebe de estas y otras fuentes para conseguir un estilo propio que hacen de él una auténtica gozada cinéfila que deja con ganas de más, de volver a ese parque a observar los ridículos comportamientos de los adultos (hilarantes Mariola Fuentes y Teresa Quintero), el sufrimiento de Samuel y las maquinaciones de Lucía, interpretados por un más que convincente Izan Corchero y por ella, Lucía Caraballo, todo un descubrimiento interpretativo que va a dar mucho de qué hablar.

© José Dasilva
© José Dasilva

Además de invitarnos a ver el corto, Javier Giner ha tenido la amabilidad de pasar un rato con nosotros hablándonos del mismo, de sus referencias y de lo que supone para él presentarlo en los festivales de Málaga y Medina del Campo, siendo este último el escenario donde se estrenará formalmente.

Acaba de hacerse pública la programación del Festival de Málaga y El amor me queda grande está seleccionado en la Sección Oficial a concurso de la categoría de cortometrajes, enhorabuena. ¿Qué sensaciones te produce participar con tu corto en un festival tan importante? ¿Lo esperabas?

Javier Giner: Estamos encantados. Que el corto esté seleccionado a competición oficial en Medina del Campo y Málaga nos hace muy felices, por lo que significa. Son dos de los festivales más importantes que hay en España y la selección de trabajos en ambos es potentísima, así que el simple hecho de estar considerados junto a tantos compañeros y compañeras y a tantos cortos tan maravillosos es ya un premio. Es un año precioso para los cortos en España. Estar seleccionados ahí es un pequeño empujón que se agradece mucho, la verdad. Respecto a si me lo esperaba o no, la verdad es que nos lo dijeron hace unas semanas, así que sí, lo sabíamos, pero no podíamos decir nada (risas). Han sido unas semanas curiosas, de mantener la boca cerrada, con lo que me gusta a mí dar este tipo de noticias. Pero mira, lo he conseguido. No lo había contado hasta que lo dijeron ellos. No te negaré que me impone esto de ir a Festivales. Sabía que llegaría el momento, pero supongo que hasta que no se hace realidad no te das cuenta de lo que implica. No me gusta la sensación de competir, eso lo tengo claro ya, antes de pisar uno. Prefiero el colegueo y la camaradería, la sensación de grupo (sea de cineastas, de marginados, de alcohólicos anónimos o de animadoras con problemas bulímicos). Yo soy muy de grupo, de cuadrilla. Supongo que viene de que soy vasco y allí, en mi tierra, se lleva mucho esto del poteo y la cuadrilla. Espero, sinceramente, hacer muchos amigos en el camino, de esos que duran toda la vida. Al final no se trata de un Festival o de un premio, se trata de un viaje y de cuidar y enseñar a tu bebé, y de encontrarse con los padres y madres orgullosos de sus otros bebés y disfrutarlos junto a ellos. Espero vivir experiencias preciosas junto al resto de compañeros. Si no, nada de esto tendría ningún sentido.

El corto se estrena antes en el Festival de Medina del Campo, ¿qué respuesta esperas por parte del público del festival?

J. G.: Puf, qué difícil. Sinceramente, no tengo ni la menor idea. No sé qué esperar. Sé por dónde van los tiros y el feedback que he recibido del pase de equipo y del pase de prensa, pero no sé lo que ocurrirá ante el público de un Festival. Ojala sea parecido a lo que ha ocurrido en estos pases previos (risas). Espero que la gente se divierta con él y que también vean más allá de la diversión. El corto es una comedia negra y como tal, pretende ser divertido, pero hay más detrás de la comedia. Espero que lo disfruten, que lo hagan suyo. Que se emocionen. Que lo vivan. El corto se estrena en Medina y a partir de ahí iremos allá donde nos seleccionen y donde nos dejen estar. Esperemos que gustemos y que nos lleven a muchos sitios.

En la presentación que hiciste hace un par de semanas dijiste que habíais tardado 6 años en conseguir toda la financiación y 2 años para terminar de rodarlo, ¿por qué ha sido un proceso tan largo?

J. G.: Hemos tenido que financiar el corto de manera 100% privada, a través de un crédito en un banco. Estoy endeudado hasta las cejas, vamos (risas). Presentamos el guión a diversas subvenciones, concursos, proyectos etc. a lo largo de varios años y no obtuvimos apoyo. La financiación de un corto, más en los tiempos que corren, es complicadísima. No hay inversión privada puesto que no hay taquilla… Si sacar adelante un largo en nuestro país es casi un milagro imagínate un cortometraje…fue verdaderamente desesperante, llegué a pensar en muchos momentos que no lo haríamos. Se nos cerraban todas las puertas. A muchos les parecía, sobre papel, demasiado arriesgado, difícil, incluso nos llegaron a decir que no se podía hacer, que era imposible de llevar a cabo. Al final tuve que tomar la decisión de financiarlo yo mismo, me vi en la obligación de literalmente tener que apostármelo todo a aquello en lo que creía. Ahora no pasa un día en el que no espere no haberme equivocado, pero eso es otra historia. Una vez financiado, el rodaje fue su propia aventura. Comenzamos a rodar en otoño y se complicó debido al tiempo meteorológico. Necesitábamos 4 días de sol, por continuidad de luz, y nos dimos de bruces con el otoño más inestable de los últimos quince años. Tuvimos que cancelar el rodaje, con todo lo que eso conlleva, y retomarlo casi 8 meses más tarde. Toda una pesadilla (risas). Si quieres detalles, lo cuento todo en www.elamormequedagrande.com Ahí me quedo a gusto. Si algo he aprendido con El amor me queda grande es a nunca, jamás, tirar la toalla. Por muy negro que se presente. Y algunas veces ese negro es abismal. Pero siempre, siempre, siempre hay una manera.

© José Dasilva
© José Dasilva

¿Cómo ha sido la experiencia de rodar con niños y cómo has conseguido esa naturalidad que destilan los dos?

J. G.: No ha podido ser mejor, de corazón. Uno de los grandes retos de “El amor” era ese: los niños. Conseguir que esos diálogos endiablados y esa situación tan adulta, surrealista, cinematográfica que navega a medio camino entre la comedia hilarante y la perversidad resultase creíble, divertida, emotiva y profunda. El corto tiene un tono muy escurridizo y que encuentra su equilibrio en una línea finísima, con muchos riesgos de sobrepasarnos o quedarnos cortos. Si lo hemos conseguido es gracias a ellos, los niños, y a su trabajo. La gran bendición y el gran golpe de suerte fue encontrar a Lucía, Izan e Iñigo, tres (grandísimos) pequeños actores, que desde el primer momento se pusieron en mis manos con una generosidad apabullante dispuestos a dejarse moldear, jugar, explorar y acompañarme en un proceso de ensayos que duró casi dos meses. Al pie del cañón. Dos meses de ensayos para 20 páginas de guión es una verdadera barbaridad. Pero se portaron como verdaderos profesionales y su compromiso y empeño fueron inacabables. Aprendieron a andar, a maquillarse, a realizar gestos imperceptibles para niños de su edad, a mirarse, a tocarse, a cruzar las piernas… la verdad es que fue un auténtico placer verles crecer como actores, ensayo a ensayo. Veíamos juntos películas clásicas, Perdición por ejemplo, o jugábamos, nos probábamos ropa, nos fotografiábamos o nos íbamos de paseo. Ha sido un proceso de trabajo muy estimulante, divertido y que recuerdo con muchísimo cariño. Probablemente los mejores recuerdos que guarde de El amor me queda grande sea los ensayos con ellos. Ellos me dicen lo mismo. Sus madres me comentaban que esperaban ansiosos que llegaran los momentos de venir a ensayar. La verdad es que fue una gozada. Respecto a la naturalidad que mencionas, creo que es directamente proporcional a las horas de trabajo invertidas. Cuanto más trabajo hay en el personaje, mayor naturalidad. Necesitaba que los niños fuesen los personajes, más allá de que estuviesen interpretándolos. Soy un gran defensor de la escuela de que detrás de todo gran improvisador hay muchas horas y horas de trabajo. Lo que comúnmente se llama “tener tablas”. Y es entonces, cuando los deberes están hechos e integrados, cuando hay espacio para que la naturalidad y la chispa puedan salir a la luz. Cuando veo algo en pantalla, como espectador, que destila naturalidad, que parece sencillo, verdadero y real, sé que detrás hay mucho trabajo.  No creo en la “iluminación espontánea”. Por eso para mí, desde el comienzo, fue tan importante ensayar hasta la extenuación con los tres niños. Algo en mi interior me decía que era la única manera posible de que el corto se mantuviese en pie y de que ellos confiasen lo suficiente en sus dotes y su control de la historia y los personajes. Creo firmemente en los ensayos y en llegar al set preparado para, una vez allí y con la seguridad de lo conocido y dominado, poder relajarse, disfrutar y dejar que salga lo mejor que cada uno llevamos dentro. Y normalmente, ocurre.

Hablando de lo anterior, ¿de dónde ha salido Lucía Caraballo? Me ha parecido que tiene una presencia, una fuerza y un talento descomunales.

J. G.: Tanto Lucía como Izan como Iñigo salieron de un casting tremendo que hicimos por varias etapas. El casting del corto es un logro absoluto de Ana Sanz, nuestra directora de casting, una profesional maravillosa. Vimos a muchísimas niñas y probamos y probamos, hasta que nos quedamos con tres opciones, creo recordar. Con Lucía fue un poco amor a primera vista, debo reconocer. Además curiosamente se llamaba igual que el personaje (risas). Me alegra muchísimo que digas eso de Lucía. Estoy orgullosísimo de su trabajo. Creo que es una actriz maravillosa y que hace un trabajo estupendo en El amor me queda grande. Se come la pantalla en un papel complicadísimo para una actriz de su edad y consigue hacer malabares. Es una todoterreno y una maravilla para trabajar. De una dulzura y generosidad contagiosas.

He visto El amor me queda grande como una Perdición con niños a lo Almodóvar, ¿estás de acuerdo? ¿hasta qué punto está influido el corto en la estética y el universo de Almodóvar? ¿ha visto Pedro el corto?

J. G.: (Risas). Te confieso que las referencias directas que yo manejaba todo el tiempo eran Perdición, Los Royal Tennenbaums y los melodramas de Douglas Sirk. De hecho, Perdición ni siquiera la escondo, la muestro abiertamente dentro del corto. Estoy muy a favor de enseñar las influencias, creo que el metacine enriquece la experiencia. Mucho de la estética del corto, en mi opinión, le debe más a Wes Anderson y a Douglas Sirk que a Pedro, o esa ha sido mi intención, que no sé si lo he conseguido. Ahora bien, con eso dicho, por supuestísimo que Pedro me influye. Mucho, además. Evidentemente, por mi historia profesional y personal, pero aunque mi vida hubiese sido otra, yo creo que Pedro es un creador internacional que ha influido, influye e influirá a toda una generación de cineastas, como en su momento lo hizo Fellini o Bergman o Kurosawa o como sigue haciendo Scorsese. Quiero decir que me resulta difícil de creer que haciendo cine en España no te influya Pedro, de una u otra forma. Su presencia y su cine es lo más importante que nos ha pasado. ¿Cómo no va a influir eso? Sí, Pedro ha visto el corto. Fue una de las primeras personas que lo vio y le gustó muchísimo. Está convencido de que me va a ir muy bien con él (risas). Fue muy cariñoso y entregado. Para mí su opinión era, como puedes imaginarte, muy importante, recibir su felicitación sincera es de esos momentos que atesoras y que seguro que recordaré durante toda mi vida. No todos los días le felicita a uno Pedro Almodóvar, un cineasta con el que creciste y al que admiras sin reservas.

© José Dasilva
© José Dasilva

He leído que tu pasión por el cine empezó con Gremlins, pero en este corto se respira una pasión por el noir clásico muy grande, ¿te inspira ese tipo de cine?

J. G.: No, no (risas). Gremlins es una de las primeras pelis que recuerdo ver en el cine las navidades que se estrenó. Le llevé a mi madre 5 veces a verla en un cine en Barakaldo (Bilbao, de donde soy) detrás de la estación de tren, que ya no existe. Totalmente: El amor me queda grande es mi carta de amor, algo desequilibrada y especial, al cine clásico (al cine negro y al melodrama en technicolor), que es el cine que me enseñó a amar el cine. Es el cine con el que yo crecí en Barakaldo, el cine que grababa en tve2 cuando lo daban por las noches y que me hizo descubrir verdaderas joyas, muchas de ellas películas que se convertirían en referentes para mí. Por eso (sin destripar nada) se habla en él del “cine de mi infancia”, porque en sus 19min están recogidas las películas de mi infancia que me hicieron amar el cine.

Después de dirigir 3 cortometrajes, ¿te planteas el salto al largo?

J. G.: Ya estoy en ello (risas). Hasta ahí puedo leer. No me dejan decir más.

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