Don Juan en apuros.
La pareja de directores formada por Jean-Marie y Arnaud Larrieu juega al despiste con el espectador en El amor es un crimen perfecto. El filme comienza como un típico thriller. El protagonista se despierta después de una noche de sexo con una alumna y se la encuentra muerta en su cama. El punto de partida puede recordar al de A la mañana siguiente, aquel olvidado thriller de Sidney Lumet, aunque la actriz en decadencia y alcohólica que encarnaba Jane Fonda deja paso al profesor de literatura al que da vida el siempre eficiente Mathieu Amalric.
Sin embargo, como ocurriera en gran parte de las películas del gran Claude Chabrol, el crimen es solamente una excusa para retratar una serie de personajes dentro de un determinado ámbito. En esta ocasión, nos encontramos a un particular Don Juan, maduro y no especialmente atractivo físicamente, que parece tener a todas las mujeres a sus pies, incluida a una hermana con la que mantiene una relación incestuosa. Sus aventuras con el sexo opuesto, contadas con bastante humor, se convierten en las protagonistas de la función dejando a un lado la trama policíaca, que queda en un segundo plano hasta la resolución del filme.
Con la novela Incidences, escrita por Philippe Djian, como base, Jean-Marie y Arnaud Larrieu crean una película juguetona que puede fascinar y repeler por igual. Los dos cineastas parecen poco proclives a ofrecer una cinta criminal al uso y disfrutan mostrándonos los líos amorosos de su protagonista en medio del frío clima de Lausanne, casi siempre nevado. Por si fuera poco, para aumentar más si cabe el desconcierto del espectador, incluyen secuencias donde se difumina la frontera entre la realidad y el sueño, aprovechando el particular sonambulismo del protagonista. Parece que los realizadores reivindiquen la libertad frente a las normas más o menos establecidas del género. En este sentido, no es baladí la alusión directa a La edad de oro, de Luis Buñuel.
Los dos realizadores dirigen de manera magistral a un estupendo reparto. Mathieu Amalric, intérprete ya habitual en la carrera de los dos cineastas, borda su papel de profesor maduro al que su pasión por las mujeres juega malas pasadas. Por su parte, Karin Viard resulta espléndida como esa hermana que mantiene una relación incestuosa con el protagonista. Igualmente eficaz es el trabajo de Maïwenn, que da vida a la misteriosa mujer que enamorara al personaje principal, y Sara Forestier, como una de las sensuales alumnas del particular Don Juan.
Como ocurriera ya en Los últimos días del mundo, la pareja de directores ofrecen aparentemente un largometraje de un género más o menos codificado para hacer un ejercicio de libertad que desarme en cierta media a un espectador que se enfrente a la película con ciertas ideas preestablecidas. El resultado puede fascinar o repeler, pero en ningún caso deja indiferente.
