19 de abril de 2024

San Sebastián 2014: Día 5

Bande de filles

Jornada 5 en San Sebastián: sic transit gloria mundi.

Todo era alegría en la ciudad, la gente habitualmente huraña que en las calles o en las colas de los pases se ponía a tu lado sin mirarte, de pronto se mostraba sonriente y hasta hacía impagables imitaciones de Susanne Bier cortando melón, se juraba que las cervezas recetadas por los camareros para hacer tragar el pintxo reglamentario eran más espumosas y chispeantes y que se deslizaban por la garganta dejando un regusto a divina ambrosía, las películas, créanlo, incluso ellas mostraban con claridad aspectos cabalísticos que hasta entonces no habíamos captado (vale, Autómata no) por mucho que hubiéramos intentado descifrar su significado, los montajes desquiciados ahora resultaban coherentes, las subtramas que nos parecían ridículas se retroalimentaban con la historia principal en una sinfonía perfectamente armónica. Quizás era que un viento fresquito recorría Donosti, algunos decían que ese viento venía de Madrid y que si escuchabas durante un rato sus notas se percibía, claramente audible entre su rugido, la palabra dimisión.

Bande de filles
Bande de filles

Bande de filles comienza, y no es casualidad, con un partido de fútbol americano con ambos equipos formados únicamente por chicas: chicas negras, chicas fuertes, chicas de ese extrarradio de París que no conoce la letra de La marsellaise, chicas que tienen que hacer frente a la doble entente de ser a la vez mujeres y pobres, chicas sometidas a un entorno patriarcal y asfixiante. Bande de filles explota en Diamonds de Rihanna, en una habitación de un hotel, en un entorno que pese a estar cerrado y aislado del mundo, o quizás gracias a ello, es el único ámbito de libertad que estas chicas conocen. Bande de filles nos habla de las máscaras que utilizamos para redescubrirnos  y protegernos, de la paradoja que supone pertenecer a un grupo gregario que, por un lado nos da la seguridad de su cobijo mientras que por otro coarta la individualidad de sus miembros. «No sé si debería seguir haciendo películas de adolescentes en búsqueda de su identidad» nos contaba Celine Sciamma, su directora, haciendo referencia también a su anterior película Tomboy, dejando entrever así sus miedos, la posibilidad de quedar marcada por este tipo de historias… pero lo cierto es que sus ojos bastante risueños contradecían cualquier posible recelo expresado con palabras y es que no se nos ocurre a otro autor/a con su desbordante capacidad para transcribir en imágenes los ritos del crecimiento, para bucear en ese mar donde navegan las identidades perdidas.

Love is Strange
Love is Strange

Si tomamos como elemento de medida sus películas para valorar su estado mental se podría deducir que Ira Sachs está en plena madurez. Y es que si su anterior obra, la premiada Keep the lights on, aún mostraba los efectos de la pulsión amorosa, los efluvios de la pasión fou, en su nuevo film, Love is strange, todo ese sentimiento fluye de manera acompasada y sin rompientes, como un plácido canal de aguas tranquilas. Esto podría parecer un contrasentido si atendemos al planteamiento de la cinta, que recuerda inevitablemente a Make way for tomorrow o Tokyo monogatari, pero que pronto abandona el previsible camino de la tragedia para mantenerse, en cambio, en ese punto entre tierno e irónico que denota una evidente cercanía a las propias vivencias personales del director de Tennessee. Es de agradecer, por tanto, el alejamiento de las estridencias en su tono, éstas, por otra parte, resultarían poco creíbles en una venerable y culta pareja gay del Greenwich neoyorquino. También apuntamos en el haber su capacidad de amoldarse a la bella estructura musical, lo adecuada que resulta su banda sonora para narrar su propia historia o las contenidas interpretaciones de John Lithgow y Alfred Molina. Y por supuesto su conclusión en la que, sin desvelar nada, descubrimos que al final todo trata de aprender amar, que la película no es otra cosa que un pequeño curso de educación sentimental.

PD- Jódete, Gallardón.

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