19 de abril de 2024

Críticas: La buena mentira

La buena mentira

En tierra extraña.

Philippe Falardeau logró reconocimiento internacional como realizador con la emocionante Profesor Lazhar, adaptación libre de un monólogo teatral de Evelyne de la Chenelièr que seguía los pasos de un refugiado argelino que se encarga de dar clase a los niños de un colegio canadiense después de la trágica muerte de su profesora. Aquella cinta dejaba patente la sensibilidad  del realizador para abordar traumas humanos sin sensacionalismo, así como su pericia como director de actores. La buena mentira podría ser una continuación natural de aquella pequeña joya. Falardeau vuelve a hablarnos del exilio, aunque en esta ocasión sus protagonistas sean jóvenes sudaneses y la historia esté basada en hechos reales.  Al igual que en su anterior cinta, el cineasta pone de manifiesto su habilidad para lograr buenos trabajos de sus intérpretes, tanto de los más jóvenes, que dan vida a esos casi adolescentes africanos que han tenido que emigrar a Estados Unidos huyendo de la guerra y de la miseria, como de actores más veteranos y conocidos como Reese Witherspoon, que deja sus mohines característicos de sus comedias románticas para encarnar a una mujer de carácter fuerte y buen corazón que trabaja en la agencia de colocación que se encarga de buscarles trabajos, y Corey Stoll, simpático en la piel de su jefe.

La buena mentira 2

No obstante, quizá haya que reprocharle a La buena mentira una cierta tendencia a acercarse peligrosamente a las películas con historias bigger tan life tan queridas por dos de sus productores, Brian Gazer y Ron Howard, responsables de cintas como Una mente maravillosa o Cinderella Man. Esa sospecha de trascendencia queda reforzada aún más al encontrarnos ante una obra que aborda una historia basada en hechos reales verdaderamente estremecedores. Pese a todo, Falardeau no se deja llevar por la pornografía sentimental ni el exhibicionismo morboso de las atrocidades que sus protagonistas han vivido en su más tierna edad al incluir numerosos momentos de humor, centrados especialmente en el choque de culturas entre africanos y norteamericanos, que alejan el filme del tremendismo y la grandilocuencia. Eso no es óbice para que el largometraje ponga sobre la mesa las dificultades que sufren muchos de estos exiliados para adaptarse a una realidad muy diferente a la de su país natal, además de mostrar unos Estados Unidos que distan de ser perfectos. Es precisamente cuando se centra en esta cotidianidad, así como en el esfuerzo del grupo de tres chicos por mantenerse unidos y reencontrar a la chica que vivió con ellos trágicas experiencias,  cuando la cinta alcanza sus momentos más logrados. Igualmente acertado resulta un desenlace que combina de manera adecuada optimismo y un cierto toque amargo.

THE GOOD LIE

Por el contrario, se echa en falta algo más de fuerza en los primeros minutos del largometraje, cuando la cinta refleja de manera demasiado distante el particular calvario que han tenido que pasar unos chicos que, pese a las muchas tragedias vividas, siguen manteniendo un  poso de inocencia. En este sentido, la reciente Rebelde (War Witch), que seguía los pasos de dos adolescentes africanos en un país africano asolado por la violencia, supera en emoción y efectividad a la de Falardeau.

No obstante, a pesar de su falta de ambiciones estéticas y un clasicismo demasiado impersonal, La buena mentira se convierte en una más que aceptable muestra de cine con mensaje que se aleja del adoctrinamiento de ciertas películas cristianas para enseñarnos que puede haber esperanza  para el mundo si todos arrimamos un poco el hombro.

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