5 de diciembre de 2024

Entrevistas: Malgorzata Szumowska

Malgorzata Szumowska

Charlamos con la directora de Amarás al prójimo.

La directora polaca Malgorzata Szumowska ha pasado por Madrid para presentar el preestreno de su última película Amarás al prójimo. Rodada en 2013 y presentada ese mismo año en la Sección Oficial a concurso del Festival de Berlín, la película toca el delicado tema de la represión y la lucha contra los deseos de la carne de un sacerdote homosexual, en un entorno en el que, a su propio conflicto con sus votos católicos, se le une la homofobia patente a su alrededor.

Szumowska nos ha recibido esta mañana en su hotel para hablar de su película y de la sociedad polaca en una entrevista la mar de interesante.

 

– La película ya se estrenó en Polonia el año pasado y ha viajado por diversos festivales en varias ciudades del mundo, ¿ha causado en su país o en algún otro algún revuelo entre la comunidad católica?

Malgorzata Szumowska: Creo que hubo algún debate, no tanto un escándalo, pero fue algo bueno porque hizo que la gente viera la película y eso siempre es positivo. Hubo más debate en los medios o en Internet al margen de la película sobre la homosexualidad o la pedofilia en la Iglesia, pero era de esperar.

– En ese sentido, hay un momento en la película en la que el protagonista dice literalmente “no soy un pedófilo, soy un maricón”. ¿Ha querido dejar claro que no está denunciando los abusos sexuales de la Iglesia y despejar cualquier duda sobre la  diferencia entre la homosexualidad y la pedofilia?

M.S.: Sí, por supuesto. Se trata de concienciar a la gente de la diferencia que hay entre una cosa y otra aunque todavía se confunda al hablar de cualquiera de las dos cosas en el ámbito de la Iglesia. Sobre todo en Polonia, en los entornos rurales, se asocia mucho la homosexualidad a la pedofilia y quería dejar muy claro que es algo totalmente diferente. Para muchos polacos la homosexualidad es una enfermedad y la pedofilia también y las dos cosas son malas, aunque esto último sea un delito y lo otro no. En las grandes ciudades no suele pasar esto.

– Al no ser una película sobre la pedofilia, ¿cree que hubiera funcionado igual si el personaje del padre Adam hubiera tenido esos mismos conflictos internos pero siendo heterosexual?

M.S.: No lo creo. En cuanto a la historia de amor sí, porque todas las historias de amor son similares, pero situar una historia de amor homosexual en el entorno de la Iglesia católica y en el lugar donde está ambientada la historia hubiera sido completamente diferente. Lo que quería era mostrar la homosexualidad en una sociedad que la rechaza de esa forma.

– Hay en la película una violencia no demasiado explícita pero sí muy latente entre los chicos del centro que, a mí me ha parecido un poco como la extrapolación del conflicto que sufre en silencio el padre Adam. Es decir, hay mucha rabia contenida en todos los personajes.

M.S.: Bueno, es un mero retrato de los chicos del campo porque de hecho los saqué del mismo lugar de donde rodé la película. Conozco muy bien esa parte del país porque pasaba mis vacaciones de niña allí y la gente es muy simple, muy salvaje y hay violencia por todas partes. No es una zona campestre idílica de cuento de hadas. Los chicos son brutales y el padre Adam lo sabe porque él trabaja con ese tipo de chicos, pero no hay una relación entre sus conflictos, es simplemente la realidad.

– Hay además una escena en la que un chico insulta a otro por ser judío, ¿sigue habiendo en Polonia un sentimiento antisemita como lo hubo durante y tras la Segunda Guerra Mundial?

M.S.: Por supuesto, está muy presente en la película. Los polacos son antisemitas, especialmente en las provincias aunque también en las grandes ciudades. Evidentemente no en entornos intelectuales o educativos que tratan de hablar sobre este problema. En las provincias la gente tiene mucho miedo a los extraños y a los judíos, la historia entera de Polonia está cargada de sufrimiento por las invasiones primero en la Segunda Guerra Mundial, luego de los comunistas, etc. Los polacos son además muy nacionalistas, quieren mantener Polonia para los polacos, no entienden la riqueza cultural que puede suponer la inmigración sino que consideran ésta como peligrosa. Aun incluso cuando Polonia fue en un momento el país con más población judía, la gente teme que los judíos vuelvan. Es una pesadilla, sólo se concentran en ellos mismos. No me gusta en absoluto.

– La película también es muy crítica con la hipocresía de la Iglesia que, ante cualquier sospecha o amenaza de pedofilia, lo que hace es ir trasladando al sacerdote de parroquia en lugar de investigar, mientras el propio obispo al que le trasladan estas sospechas lo hace proclamando que la Iglesia no barre la suciedad debajo de la alfombra.

M.S.: Es evidente que miente, claro. Esa escena de hecho está sacada de un diálogo real con un obispo de Polonia, porque el guión está basado en muchas historias reales. Es una realidad que muchos curas polacos tienen hijos con mujeres y eso es algo que todo el mundo sabe y acepta, pero si alguno es homosexual lo quieren esconder a toda costa y es por ello por lo que van trasladando a los curas que lo son. Y por supuesto no quieren hablar de ello, no quieren cambiar su posición con respecto a ese tema.

– Hay una escena que me llamó mucho la atención que es la que ocurre en un maizal. El chico y el sacerdote juegan a esconderse como a veces se ve en las películas románticas, pero haciendo ruidos como de mono o de gorilas, ¿por qué lo hizo así?

M.S.: Es una escena que me gusta mucho, es muy simbólica, es como una simulación de la tensión sexual entre ellos que no necesita palabras. Es como un juego en el que uno es muy joven, el otro se está haciendo mayor y los dos están muy conectados con la naturaleza. Es una de mis escenas favoritas de la película aunque hay gente a la que no le gusta. Tal vez para entenderla se debería hacer lo mismo que hacen ellos alguna vez en la vida, es como una especie de libertad animal.

– Ha dicho antes que el guión está basado en muchas historias reales, ¿cuánto hay de real en la película?

M.S.: Todo es real, es decir, la historia es ficticia pero está formada por trozos de casos reales y por eso todo es creíble en la película. Es casi cercano a un documental.

– AVISO SPOILER. Precisamente por la sensación de realidad que tiene toda la película, la parte final choca bastante con, por una parte, la consumación de su relación y por otra el plano del chico metido a seminarista, ¿por qué terminarla de esa manera?

M.S.: Precisamente por hacerlo más real y hacer una crítica de la sociedad polaca. En Polonia ha habido muchísimos casos de sacerdotes que han tenido relaciones con chicos para luego captarles para que se convirtieran a su vez en curas. Es muy irónico que el conservadurismo homófobo quiera esconder bajo la alfombra la homosexualidad cuando se está permitiendo eso, y quise mostrarlo y poner sobre el papel ese problema. Si es una historia de amor real, perfecto, no lo juzgo, pero el captar futuros sacerdotes de esa manera es una auténtica locura.

– Por último quería preguntarle por la experiencia de su paso por el Festival de San Sebastián, donde ha sido miembro del jurado de la sección Nuevos Directores, ¿ha encontrado mucho talento en las películas que ha visto?

M.S.: No creo que haya habido mucho talento en general, sólo en algunas pero muy bueno. Hemos visto 14 películas y sólo unas pocas fueron realmente buenas. Y la experiencia fue increíble porque San Sebastián es genial, la comida, la gente, el ambiente…Para mí es genial que haya tanta representación de países latinoamericanos en un festival, porque mucha gente alrededor del mundo habla español y que haya un festival tan grande donde se proyecten y haya tanta cultura española y latinoamericana, lo hace único. Es fantástico además conocer a personas, a artistas de Chile, de Francia y de muchos otros países.

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