11 de octubre de 2024

Críticas: Escobar, paraíso perdido

Escobar

Amores y otras drogas.

Algunos han querido ver paralelismos entre Escobar: Paraíso perdido, la primera película como director del actor Andrea Di Stefano, y El Padrino de Francis Ford Coppola, y lo cierto es que existen muchas coincidencias entre ambas historias y el tratamiento que se hace de la mafia y la familia en ellas. Pero sobre todo, el aspecto que más comparten las dos es el hecho de que sea un personaje secundario el que acapare toda la atención hasta el punto de que, en ambas, sea su nombre (o apodo) el que dé título a la obra. Escobar: Paraíso perdido no es un biopic del conocido traficante colombiano, se trata de una historia de amor entre un surfista canadiense y una joven a la que conoce cuando él y su hermano se instalan en una paradisíaca playa de Colombia. El conflicto aparece en el momento en el que Nick conoce a la familia de María y descubre que su tío y protector no es solamente el gran benefactor millonario que vela por los intereses sociales de su pueblo, sino que toda su fortuna la ha amasado gracias al narcotráfico al más alto nivel.

Escobar 2

La película comienza en las horas previas a la entrada de Pablo Escobar a la cárcel, en la que ingresó voluntariamente en 1991 gracias a la política de sometimiento a la justicia, una legislación de estado de sitio diseñada para favorecer con la reducción de condena a los narcotraficantes que declararon la guerra al estado y su reclusión en pabellones de alta seguridad, siempre que se entregaran voluntariamente y confesaran al menos un delito. Antes de su ingreso en prisión, Escobar trata de dejar sus asuntos bien atados encargando a sus hombres, entre los que se encuentra Nick, que se ocupen de esconder todo su arsenal y su inmensa fortuna para evitar que caiga en manos del estado o de cárteles rivales. Es ahí cuando el director rompe la continuidad con un flashback que ocupa gran parte de la película en el que se narra la historia de amor entre María y Nick, y la implicación cada vez más estrecha de éste en la familia de Escobar. El personaje de Pablo Escobar planea por la historia como una sombra que al principio no es más que un pariente que se muestra cercano e interesado por los pequeños detalles que marcan el día a día de Nick, pero pronto lo que es una convencional historia de amor va comenzando a tornarse oscura y asfixiante por la influencia que ejerce poco a poco la figura del narcotraficante en su relación hasta llegar a la noche con la que se inicia el film. De nuevo Di Stefano da paso a una nueva ruptura en el tratamiento formal y argumental de la película convirtiéndola, ahora sí, en un thriller mafioso de una violencia incontrolable en el que se muestra todo el terror que generaba Escobar contra quienes no se doblegaban a sus exigencias.

Aun siendo dos partes bien diferenciadas, el cambio de tono brusco con el que encara la segunda es consecuencia directa de la opresión que poco a poco va ejerciendo Escobar desde su posición como dueño y señor de todo lo que le rodea, sobre la relación de su sobrina con el surfista. Y es ese el único acierto del director, el crear una historia de ficción dentro de un marco real sin que los inevitables tópicos lacren el desarrollo de la misma, por el planteamiento de mostrar esa realidad que se vivía en Colombia en aquellos años a través de la mirada de alguien ajeno a ella. Pero sucede que, cuanto más interesante se vuelve la historia que tiene entre manos, da la sensación de que pierde fuerza a la hora de narrar y de crear la tensión cuando aquella más lo pide. Parecería que el personaje de Pablo Escobar, y su alter ego en la pantalla Benicio del Toro, se apoderan de la propia película que Di Stefano quiere contar para hacerla completamente suya mientras el director se empeña en darle importancia a una historia de amor sin ningún otro aliciente que el mundo que les rodea. No es ni tan siquiera un conflicto de Montescos y Capuletos, ni los protagonistas de la misma, Josh Hutcherson y Claudia Traisac, son capaces de expresar ese inmenso amor que se presume que sienten y por el que se hace muy difícil creer que Nick se vea envuelto en las actividades criminales de Escobar.

Escobar 3

Lo verdaderamente interesante de Escobar: Paraíso perdido sucede pues en segundo plano. Ese Escobar/Del Toro manipulando a todo el que le rodea, e incluso amenazando al propio Dios, seguro de tener más poder que Él en la tierra, es lo que hace que el interés de la película no decaiga en sus dos horas. Una lástima que el conjunto quede tan desequilibrado y que el resto de la historia y del reparto no estén a la altura del carisma del personaje/actor, como sí lo estaban en la película de Coppola arropando a Don Vito.

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