Primera jornada del Festival de Gijón.
Comienza la 52 edición del Festival Internacional de Cine de Gijón que ha empezado esta mañana con una divertidísima e interesante rueda de prensa con Richard Lester, Gonzalo Suárez e Yvonne Blake, a quien el festival quiere homenajear este año con el premio Mujer de Cine por su labor como diseñadora de vestuario que lleva ejerciendo desde 1966 y por la cual ha recibido 1 Oscar y 4 premios Goya.
Entrando ya en materia, la primera película que hemos visto ha sido precisamente la que inaugura el festival, la irlandesa Calvary. El director John Michel McDonagh recurre al vía crucis del padre James durante los siete días a los que alguien en confesión le ha sentenciado a morir, para hacer un retrato de los personajes que residen en el pequeño pueblo costero en el que reside y ejerce. Un retrato en el que se dan cita todos los pecados capitales al mismo tiempo que un rencor y una desconfianza patente en todos ellos hacia la Iglesia, y por extensión a un representante de ella en su pueblo que no está dispuesto a ser condescendiente con dichos pecados. Calvary plantea, además de una reflexión sobre la hipocresía humana al enfrentarse al sufrimiento de los demás, una visión demoledora sobre la sociedad irlandesa (en definitiva sobre cualquier sociedad) actual. La muerte, o más bien el acecho de la misma aun en forma de suicidio, planea por toda la película como un duelo al sol entre ella y el sacerdote, un imponente Brendan Gleeson, prácticamente omnipresente en todas las escenas de la película, que se ve empequeñecido por la inmensidad del paisaje irlandés que enseña McDonagh. Sin duda un estimable comienzo de festival.
Interesantísimo también el documental con el que hemos abierto la sección Gran Angular, que ya pasó por los festivales de Cannes y San Sebastián entre otros, Red Army. El director Gabe Polsky recoge infinidad de imágenes y videos de archivo de la que fuera la selección de Hockey sobre hielo de la extinta Unión Soviética, con las que a través del deporte narra la convulsa historia del país en los años de la Guerra Fría. Mediante entrevistas recientes, cuenta el ascenso del que fuera capitán de la selección, Slava Fetisov, desde que entrara cuando sólo era un niño hasta que fue denostado, e incluso amenazado, por el régimen soviético a quien puso en jaque al criticar en los años 80. Pero más allá de lo interesante de mostrar hasta qué punto la política puede influir en cuestiones como el deporte o de enseñarnos imágenes de un valor histórico importante, lo llamativo del documental es el montaje que el director realiza de sus entrevistas, sin cortar absolutamente nada de lo que, se supone, debería quedar en la sala de montaje. Así, asistimos a declaraciones insólitas e incluso a apariciones espontáneas, que aportan un humor no pretendido pero altamente eficaz al resultado.
Y precisamente unas risas no pretendidas nos ha sacado Aux Yeux des vivants, nuestra primera incursión en la sección Géneros Mutantes. Tres adolescentes hacen novillos el último día de clase antes de las vacaciones de verano, y deciden explorar unos viejos estudios de cine abandonados. Allí son testigos de un crimen cometido por un ser enmascarado que tratará de vengarse de los chicos, una historia muy vista pero que empieza muy prometedoramente y por desgracia va decayendo a marchas forzadas. Vista también en el festival de Sitges, la película tiene un comienzo que combina la violencia gore y extrema del cine de terror fancés con el homenaje a las películas de aventuras y de terror juvenil de los 80, pero que a medida que avanza se va convirtiendo en una sucesión de tópicos del slasher pero sin la frescura o el interés de las películas ochenteras. Momentos de puro delirio, y otros rozando lo absurdo, empañan una nueva revisión del cine de terror más nostálgico que podría haber resultado mucho más cautivadora, e incluso más aterradora, de lo que finalmente es.