Charlamos con los directores de La fiesta de despedida
Ganadora del premio del público en el pasado Festival de Venecia y de la Espiga de Oro en la SEMINCI de Valladolid, esta semana llega a los cines españoles la película israelí La fiesta de despedida. Con un tono de comedia amable, la película se acerca a temas tan delicados como las enfermedades degenerativas y el suicidio asistido en el marco de una residencia de la tercera edad. Para presentarla pasaron por Madrid sus directores, Sharon Maymon y Tal Granit, y junto con varios compañeros de otros medios tuvimos la ocasión de charlar con ellos sobre la película.
– ¿Qué complejidad tuvistéis al mezclar drama y comedia a partes iguales con un tema tan limitado como es el de la eutanasia?
Sharon Maymon: No vimos ninguna complejidad en ello, sólo hicimos lo que solemos hacer desde hace doce años que trabajamos juntos, que es escribir un guión y filmarlo con temas sociales que combinen el humor. Es nuestro estilo de hacer películas. En esta ocasión quisimos acceder a un mayor público lanzando un mensaje sobre el que queríamos hablar a través de un guión con un tono cómico, es decir, un tema serio tratado con humor por las situaciones surreales que se generan. Incluso los actores elegidos provienen del mundo de la comedia. Les pusimos en situaciones dramáticas para que utilizaran su vis cómica y entrar en esas situaciones de esa manera, eso da lugar a algo único.
Tal Granit: También creemos que si la gente se ríe es capaz de abrir su corazón para afrontar temas controvertidos o muy serios
– Hay una escena en la película que sorprende por el cambio de lenguaje, en la que los protagonistas viajan en un coche y cada uno de ellos se pone a cantar la estrofa de una canción. ¿Cuál es el propósito de esa escena y por qué esa canción? ¿Tiene algún significado para los israelíes con respecto al tema que se toca en la película?
G.: Es una escena sobre la mitad de la película con la que queríamos decirle al público que quizá esta historia no estuviera sucediendo en la vida real, quizá lo que os estemos contando sea un cuento de hadas moderno. La canción en sí es un tema bastante antiguo de Israel que cantaba una de las cantantes israelíes más famosas que hoy en día vive en la calle. Se nos parte el corazón ver cómo una mujer que fue una estrella de la canción tan importante ahora se encuentra en esa situación. La letra habla de un lugar que no existe pero al que todos quieren ir.
– Quería saber si os habéis inspirado en la máquina para matar del Doctor Muerte (Jack Kevorkian) y si es así ¿qué fue primero, la inspiración de la máquina o la idea de hablar de este tema y aprovechar eso?
M.: La idea del guión partió de la muerte de la abuela de mi ex novio que murió de cáncer a los 80 años, y el día que murió nos pareció que se liberaba por fin del dolor pero llegaron los paramédicos a la habitación y estuvieron durante media hora intentando resucitarla lo que nos pareció absurdo. Esta situación nos impulsó a escribir la historia en la que a los protagonistas se les pide ayuda para acabar con el sufrimiento, ellos quieren ayudar pero no pueden hacerlo ellos mismos. Incluso sabiendo que pueden hacer algo bueno, no son capaces de hacerlo e inventan la máquina para que sea el propio paciente el que apriete el botón. Es como dice Quentin Tarantino, las situaciones van haciendo que sean los personajes los que hagan las cosas, no lo que nosotros podamos escribir. Es una comedia y por ello quisimos que la máquina que inventaran fuera divertida y lo hacen utilizando una cadena de bicicleta, piezas de reloj del Sabbath, etc…
G.: Ellos son los que fabrican la máquina, no nosotros.
– ¿Entonces no os basasteis en la máquina del Doctor Muerte?
M.: No, pero sí hicimos investigación y nos encontramos con dos máquinas como la de Kevorkian que pueden facilitar la muerte.
– ¿Esperaban que la película tuviera tanto éxito como lo tuvo en los festivales de Venecia o Valladolid?
G.: Cuando fuimos a Venecia fue la primera vez que vimos la película con público, porque ni siquiera se había estrenado en Israel. No sabíamos si se iba a entender bien, cómo iban a ser las reacciones y fue increíble ver cómo se reían en los momentos en los que la película se prestaba a ello, y al final de la proyección hubo una ovación de 20 minutos, ganamos el premio del público y fue una gran sorpresa para nosotros. En Valladolid tuvimos además una fuerte competencia con películas como Whiplash o la de Zhang Yimou, por lo que no pensábamos que pudiéramos ganar el premio. Incluso nos fuimos antes del palmarés y nos llamaron para decirnos que teníamos que volver y no pudimos recogerlo. Fue todo un honor porque además Valladolid es como nuestra casa, uno de nuestros cortos (Matar a un abejorro) ganó el primer premio de cortometrajes allí en 2010, así que siempre queremos volver a Valladolid.
– Hay un tema en la película que se toca casi superficialmente pero que resulta muy revelador, y es la homosexualidad de dos de los protagonistas que también aparece en vuestro corto Vacaciones veraniegas, ¿con qué intención tocáis este tema en la película?
M.: Bueno, en primer lugar porque ambos somos homosexuales y siempre tratamos de buscar ese ángulo en las películas que hacemos. En este caso, la película habla de la libertad para elegir cómo acabar con la vida de uno mismo y también nos parecía importante hablar del derecho a vivir la vida con libertad. Era como una historia paralela, hábil dado el contexto de la película, y tratada con humor.
– Aun tratándose de una comedia, la película habla de temas muy profundos como la moralidad, la religión o la responsabilidad en el marco de algo tan delicado como la eutanasia, con los que se corre el riesgo de ofender a ciertos sectores. ¿Cómo se construye un guión con esos elementos siendo conscientes de que pueden herir sensibilidades?
G.: No pensábamos en que se pudieran herir sensibilidades, queríamos contar una historia y equilibrarla entre el humor y el drama. No pensábamos en la posibilidad de que nadie se ofendiera con ella.
M.: Sí es verdad que es un riesgo combinar estos temas pero nos gusta el riesgo (risas). Nosotros nos pusimos a nosotros mismos en esta película, es decir, nos pusimos en la situación que viven los personajes y pensamos en lo que haríamos nosotros ante ella. Queremos mucho a nuestros personajes porque hay mucha compasión en ellos.
G.: No queríamos expresar lo que está bien o lo que está mal. Es una comedia pero con muchos temas morales como también la corrupción policial, pero es una cuestión muy resbaladiza, ¿en manos de quién deben estar estos temas?
M.: Creo que cuando haces una película tienes que guiarse por su verdad interior, no puedes pensar en si le va a molestar a alguien o en lo que va a pensar la crítica o el público. Si lo haces, al final acabas haciendo una mala película. Tienes que ir con tu verdad, con las cosas en las que crees, las cosas que quieres contar. Estamos contentos de que por todas partes por donde ha pasado, festivales, cines en 25 países donde se ha estrenado, ha gustado mucho. En Israel ha sido un verdadero blockbuster, lo que nos permitirá hacer nuestra siguiente película (risas).
G.: Hay mucha gente incluso que al acabar de ver la película se nos acercaban y nos preguntaban si les prestaríamos la máquina.
– Parece por lo que decís que lo que cuenta la película ha sido ámpliamente aceptado, lo que invita a reflexionar sobre que si es algo que la sociedad acepta tan bien, ¿por qué creéis que está prohibido en tantos países?
M.: Bueno, hay gente que sí tiene un problema con eso, sobre todo la gente muy religiosa que cree que nuestras vidas están en manos de Dios. Es una hipocresía alargar la vida a alguien que está sufriendo.
G.: En general creo que la gente quiere una solución. Ahora se vive muchos años pero también hay nuevas enfermedades. Si la gente lo necesita se producirá algún cambio, ya hay países en el mundo que lo permiten. No es la voluntad de Dios que nosotros vivamos para siempre.
– Salvando las distancias, hay cosas que recuerdan a Amor de Haneke, ¿os ha influenciado esta película para hacer la vuestra?
M.: Nosotros terminamos de escribir el guión unos tres años antes de que Amor llegara a Israel o al festival de Cannes. Mucha gente nos dice que nuestra película no tiene nada que ver con ella, aunque adoramos a Haneke, es lo opuesto a su película.
G.: Tenemos un planteamiento totalmente distinto pero sí pensamos que es una obra maestra. Igual que Mar Adentro.