Buscando a Cassandra desesperadamente.
El director canadiense Atom Egoyan parece haber perdido todo el prestigio que ganó en los años noventa del siglo pasado con cintas como El liquidador, Exótica, El dulce porvenir o El viaje de Felicia. Algunos de sus últimos filmes como Chloe, un risible thriller erótico, y Condenados (Devil’s Knot), aburrido drama basado en hechos reales sobre el asesinato de tres niños en Memphis, han sido recibidos con una mezcla de indiferencia y animadversión por gran parte de la prensa especializada. Cautivos, presentada en el Festival de Cannes de 2014, no ha sido una excepción. La película cosechó las que quizá sean las peores reseñas de la carrera del cineasta. No obstante, visto el largometraje, la reacción de la crítica parece un poco desmesurada.
El filme, que nos muestra el dolor de unos padres cuya hija ha desaparecido y el empeño de la policía por resolver el caso a lo largo de varios años, guarda varios puntos en común con otras obras del autor de Ararat. El argumento puede parecer casi una variante de la vapuleada Condenados (Devil’s Knot), aunque aquí Egoyan se muestra más inspirado a la hora de crear un clima malsano que en aquel largometraje, el menos afortunado de su carrera. Por otra parte, el paisaje nevado y el dolor de unos progenitores por la ausencia de un menor nos remiten a la celebrada El dulce porvenir. Por último, el pedófilo que tiene retenida a la joven Cassandra parece una mala versión del personaje de Bob Hoskins en El viaje de Felicia.
Como suele ocurrir en gran parte de la carrera del canadiense, el punto fuerte del filme se encuentra en su conseguida atmósfera, que refleja mejor que las palabras la enrarecida relación de los padres de la muchacha, la algo patológica obsesión de uno de los policías por atrapar a los que abusan de niños y el voyerismo del secuestrador de la menor. El realizador logra crear ese ambiente turbio tan propio de su estilo gracias a la inquietante música de Mychael Danna y la fría fotografía de Paul Sarossy. El cineasta vuelve a demostrar también su elegancia y clase en detalles puramente visuales, como el fuera de campo al que recurre en la secuencia del rapto de la menor.
Sin embargo, a pesar de estos aspectos positivos, la película hace aguas por un guión inconsistente firmado por el propio Egoyan en colaboración con David Fraser. La opción de contar la historia con numerosos flashbacks provoca que el espectador siga con cierta dificultad lo que ocurre y no logra crear el suspense pretendido. Por otra parte, el largometraje se pierde en una maraña de personajes y tramas paralelas que nunca acaban de cuajar. Por si fuera poco, ciertos diálogos altisonantes e impostados son poco menos que risibles. Lo mismo se puede decir de algunas de las desafortunadas interpretaciones. Ryan Reynolds vuelve a demostrar sus escasas cualidades dramáticas como el padre atormentado de Cassandra, mientras que Scott Speedman resulta demasiado blando en el papel de policía obsesionado con cazar a los pedófilos. No obstante, quizá la peor actuación del reparto sea la de un excesivamente amanerado Kevin Durand, que convierte a su malvado en casi una caricatura. En definitiva, Cautivos vuelve a poner de manifiesto las virtudes de Atom Egoyan como realizador, aunque también sus muchas flaquezas como guionista.