El protagonismo de los nuevos talentos
La segunda edición de Tu cita con el cine francés se está caracterizando por dejar un mayor espacio a los directores que intentan hacerse un hueco dentro del séptimo arte galo. Las dos proyecciones de la jornada del sábado 20 de junio permitieron descubrir las nuevas cintas de dos cineastas que están dando mucho que hablar: Conexión Marsella (La french), segundo largometraje de Cédric Jiménez, y Eden, cuarta película de Mia Hansen-Løve.
El primer filme es un thriller que nos traslada a la Marsella de los años setenta, cuando la ciudad francesa era uno de los centros mundiales del tráfico de estupefacientes. Nos encontramos, por tanto, en un escenario que ya abordó la magistral French connection (Contra el imperio de la droga). No obstante, la cinta se centra en esta ocasión en la lucha de un fiscal francés por acabar con uno de los capos del negocio de los narcóticos.
Jiménez, que anteriormente había dirigido junto a Arnaud Duprey Aux yeux de tous, ofrece un brillante largometraje que plasma en imágenes el enfrentamiento de dos hombres sentados a ambos lados de la ley. La cinta, protagonizada por estrellas galas del calibre de Jean Dujardin y Gilles Lellouche, no oculta su deuda con el cine de gangsters de Martin Scorsese o con los elegantes policíacos de Michael Mann, aunque quizá se eche en falta un poco más de personalidad y menos lugar común. Pese a todo, la película pone de manifiesto la habilidad del cineasta en la puesta en escena y su talento para mezclar los momentos de acción con el retrato de personajes y la denuncia política. Sin duda, los amantes del thriller tienen en Conexión Marsella (La french) una de las citas imprescindibles de este 2015.
Muy alejada del cine de gangsters, Eden, la cuarta cinta de Mia Hansen-Løve, se adentra en el mundillo del y el garage francés. La realizadora, que ha logrado el reconocimiento con trabajos como Todo está perdonado y El padre de mis hijos, sabe de lo que habla: su hermano fue uno de los miembros de ese movimiento del que nacieron artistas de éxito como Daft Punk. La película nos traslada a principios de los años noventa para enseñarnos el ambiente que se vivía en los clubes donde se fraguó este estilo de música y mostrándonos su posterior internacionalización. Lo hace a través de la vida de uno de esos pinchadiscos que se encontraba en el meollo de aquella corriente musical.
La cinta aúna con acierto el retrato de un ambiente y un colectivo con la historia personal de su protagonista, un tipo adicto a las drogas que colecciona fracasos sentimentales y parece no madurar pese al inexorable paso del tiempo. Es quizá este lado más íntimo donde la película acierta de pleno al reflejar perfectamente a todos aquellos que de una manera u otra parecen haberse quedado en una etapa, la juventud, y parecen resistirse a pasar página. No obstante, a pesar de encontrarnos ante un largometraje notable que demuestra que su directora tiene sensibilidad y personalidad de sobra como para ser un nombre importante dentro del cine galo, el filme acusa demasiado una duración excesiva que merma en cierta medida sus más que evidentes logros.