Entrevistamos al director de Os olhos de André.
Una de las películas que se proyectaron este año en la sección Convergencias del Festival Internacional de Cine de Gijón, venía del país vecino con la propuesta que hizo Jesús Choya. Os olhos de André narraba casi a modo de documental la historia real de una familia portuguesa a quien el director conoció a través de la gente de un pequeño pueblo al norte de Portugal.
Con António Borges Correia tuvimos ocasión de charlar sobre la película, sobre Convergencias y sobre el FICX al que acudía por primera vez, “Había oído decir que era un festival importante pero me impresiona ver cómo la ciudad está volcada en el festival, las salas llenas y todo tan concentrado a su alrededor. Me ha gustado mucho.”
– ¿Qué le parece que su película haya sido seleccionada para participar en una sección como Convergencias, que intenta acercar al público y a la crítica cinematográfica?
António Borges Correia: Me atrae mucho la idea de estar en Convergencias porque hay un propósito en esa sección y es el de proyectar películas que difícilmente se irán a estrenar o a proyectar en España por otros medios. Me ha agradado mucho la noticia. No me importa no estar en la sección oficial porque para mí lo importante es que haya público que la pueda ver y hablar sobre ella.
– ¿Y que haya sido elegida por un crítico de tan solo 16 años?
A. B. C.: Para mí es muy interesante que un joven le guste un tipo de cine de autor muy personal, no sólo por mí y por la película sino porque hay un joven crítico al que le gusta un cine que no es tan fácil, que no tiene una narrativa lineal. Esto lo que quiere decir es que hay personas jóvenes a los que les gusta un cine que no es el que se proyecta en el circuito comercial y eso es bueno para el cine en general. Me ha sorprendido, el primer impacto fue pensar que era raro pero después lo que pienso es que es fantástico. Después por curiosidad he leído textos y críticas de Jesús en La llave azul y no parece un chico de 16 años por lo bien que escribe y lo que conoce de la historia del cine para su edad.
– ¿De donde surge la idea de hacer una película sobre un caso que no se trata de algo impactante, sino más bien algo a nivel doméstico, y que fuera la propia familia la que la protagonizara?
A. B. C.: Hay una zona al norte de Portugal donde hice una película en 2010, y donde hice muy buenos amigos. Volví varias veces a esa localidad y un día alguien me habló de esa historia. Mi interés por ella fue inmediato, quise conocer al padre y decirle que quería hacer una película con su historia para ver si le interesaba. No quería una exposición pública, no quería sentirme como un director que se aprovechara de la historia como un vampiro por lo que quería su aprobación para hacerla. Mi preocupación no era la de que Antonio dijese que no, sino que diciendo que sí tuviéramos una absoluta complicidad con él y con sus hijos, y así ha sido. Me dijo inmediatamente que sí porque para él también era muy importante resolver su pasado, y la película le ayudaría a ello.
– ¿Por qué recrear la historia y no rodarla de manera documental?
A. B. C.: La idea era la de no reconstituir la historia sino de recomponerla, porque hay elementos que son verdad pero hay otros que no lo son. Mi idea era la de basarme en los modelos de Bresson e intentar hacer una película con su verdad interna, una mezcla entre actos verídicos y no verídicos y a partir de ahí construir un guión con personas presentando su historia, con una interpretación muy propia. Esa fue la base para el guión.
– Y el hacer que los propios protagonistas de la historia se reinterpretaran a sí mismos y volvieran a recrear hechos que ya habían vivido, ¿cómo fue?
A. B. C.: Con los niños fue muy fácil porque no cuestionaban nada, lo hacían. Y lo hacían muy simple, muy sencillo y sin problemas. Con el padre ha sido más difícil trabajar porque tenía opinión, a veces decía “esto no sucedió así” y yo tenía que decirle que no había problema con eso. Te puedo decir que había una media de 30 o 40 tomas con el padre y con los niños una o dos. El proceso sin embargo ha sido muy rápido, la preparación duró un año y el rodaje tres semanas.
– ¿Había algo de improvisación en ese tipo de escenas?
A. B. C.: Sí, claro. Siempre había improvisación en todas las escenas. Como la de la cafetería por ejemplo. Era una situación que sucedió de verdad. Esa mujer y Antonio se conocieron en esa cafetería realmente, hablaban por internet y ahora mismo tienen ya una bebé, pero les pedí que hablaran como lo hicieron entonces. Les pedí que intentaran hacer los diálogos parecidos y ellos improvisaron lo que decir partiendo de la conversación original que recordaban.
– Ayer en el coloquio hablaba del papel más breve de la madre dentro de la película, y de que ni siquiera es ella la que aparece cuando se muestra su figura. ¿Cuál fue realmente la relación de la madre con la película?
A. B. C.: Yo no estaba obligado a hablar con la madre porque el padre es quien tiene la patria potestad de sus hijos, pero sentí que debía hablar con ella y pedirle autorización. Pedirle también que participara. No la conocí personalmente, solo por teléfono y por email. Estaba receptiva, no tenía ningún problema pero creo que no quería colaborar como actriz. Ella no estaba en Portugal y de un momento para otro desapareció. Para mí fue un problema porque es la única persona de la familia que no aparece, y para mí la película tendrá siempre ese problema. Era muy importante para mí que estuviera la figura de la madre, tuve muchas dudas de si debía hacer la escena o no pero decidí integrarla en el montaje final porque tenía que estar físicamente aunque no fuera ella. Tampoco me interesaba que fuera una película de hombres y por eso la figura de la madre debía estar. Tengo completamente asumido que es algo que de facto es completamente mentira, pero que es algo que debía estar.
– Antes ha hablado de Bresson, ¿es su referente a la hora de rodar?
A. B. C.: En esta película sí. Igual dentro de un año hago otra cosa y mis referentes son otros. Es imposible no tener referencias para alguien que tiene pasión por el cine y ha visto tantas películas, y que además es su material para trabajar. Bresson me encanta desde siempre porque hay directores con los que me identifico. En este mismo festival he conocido a Apichatpong Weerasethakul con el que también lo hago, porque hacer una película es cuestionar el cine y la vida a veces de manera radical como lo hacen Bresson o Apichatpong. Eso para mí es importante porque ayuda a entender el cine y preguntarse sobre el cine. Puede ser entretenimiento, Spielberg hace entretenimiento pero se cuestiona sobre el cine, y eso para mí es lo más importante porque hacer una película sobre una historia de una forma clásica, con principio, medio y final, está bien pero me parece algo que ya es demasiado conocido, me aburre. Me interesa el cine de Apichatpong, el de Kiarostami, de David Lynch.
– ¿Cómo está actualmente la situación del cine en Portugal?
A. B. C.: Ahora va a cambiar el gobierno con una coalición de partidos de izquierda y pienso que va a ser bueno para la cultura y para el cine. Hace unos años que no hay subvenciones pero en Portugal hay mucha gente de calidad que quiere hacer cine. Hay mucha actividad, hay mucha gente con ganas y talento para hacer cine pero no hay capacidad financiera para hacerlo.
– Jesús en su crítica relacionaba la película con el nuevo cine gallego que combina el naturalismo con la visión documental, ¿ha visto algo de este cine?
A. B. C.: No, pero me gustaría muchísimo conocerlo. Espero que alguien me recomiende películas.