A miles de años luz.
Las anteriores aproximaciones a la figura de Janis Joplin en el cine fueron producidas en los años setenta. El primer acercamiento a la vocalista tejana es del año 1974, proveniente de Canadá, titulada Janis, the way she was, una crónica documental que alternaba las actuaciones en distintos conciertos, combinadas con entrevistas efectuadas a la cantante. La segunda película -quizás la más conocida- es La rosa (1979) a cargo de Mark Rydell, con Bette Midler como la actriz que interpretaba a una cantante llamada Mary Rose Foster que, sin ser directamente Janis Joplin, se parecía demasiado a ella. El film era un melodrama clásico autodestructivo de los que suelen nominar a varios premios en Hollywood. Ahora llega Janis, documental acompañado por la frase Little girl blue en el título original. El nuevo film comparte con el recomendable largo del 1974, muchas canciones junto a numeroso material de archivo. De la película de ficción de Mark Rydell olvida todo, incluso que existe, ya que no la menciona ninguno de los familiares, músicos y conocidos que intervienen con sus testimonios.
Janis (2015) es un documental modélico, enfocado desde el principio a contar la vida de una cantante irrepetible e inspiradora con su carrera fulgurante, que abarcó casi cinco años y tres vinilos de estudio, tiempo que puede parecer escaso para la repercusión que continúa teniendo su voz y sus canciones. Porque Janis Joplin era sobre todo una intérprete que hacía propios los temas escritos por otros autores, ya fueran en una escala de jazz, como George Gershwin en Summertime; del blues con Big Mama Thorton en Ball and chain o el soul en Piece of my heart. La directora Amy Berg conoce el carisma de su protagonista y, gracias a la narración en off de Cat Power, le da toda la fuerza a la lectura de las cartas manuscritas por Janis, integradas entre sus actuaciones en directo y los testimonios de sus dos hermanos, gente conocida, amantes, o de los compañeros de Big brother & the holding company y otros grupos musicales.
Desde Port Arthur, su ciudad natal en Texas, hasta California, la realizadora recorre el mismo camino y consigue un mural de puntos de vista que tejen la visión clara de una estrella tan poliédrica como sencilla. Logra este retal de vida, atrapando el espíritu de las canciones de Janis, templando las cuerdas vocales en sintonía con su pulso y con el gozo de sus alaridos. Las declaraciones de la familia y allegados abordan los matices de su personalidad, desde la adolescencia hasta el día de su muerte. Aluden a la consciencia de ser distinta en el colegio, a su independencia, al amor descuidado, al platónico y al pendiente. Tampoco evitan hablar del consumo de alcohol y drogas aunque lo traten sin el aura de misticismo de la época, como un lastre que le impidió continuar pero sin dictar dogmatismos ni apología al respecto. Y por supuesto muchos de ellos abordan directamente el cambio que sufrió de ser una cantante marginal a convertirse en una estrella para el consumo de masas. Para lograr este mosaico afectivo recurre al tempo de las melodías, componiendo un álbum de sus grandes éxitos en directo, canciones sobre los escenarios o bien grabadas en sesiones en directo. Sustituyendo la fuerza del grano en el celuloide de 16 milímetros por la frialdad del píxel contemporáneo, un juego visual entre el presente y el pasado. Fragmentando un trabajo titánico de documentación formado por entrevistas televisivas, actuaciones en los festivales de Monterrey, Woodstock y todo el diálogo registrado después de siete años de conversación con todas la personas de su entorno, con un trabajo musical mediante fundidos y encadenados sonoros de las distintas tomas de sus temas antes, sobre y después de las intervenciones habladas.
Una gradación emotiva que se esboza en las palabras de sus interlocutores, se perfila con las melodías y se remata con los versos traducidos de sus canciones. Comenzando por la entrega de su corazón –Toma otro pedazo de mi corazón y rómpelo (de Piece of my heart)-. Transitando por un cambio de rumbo, titubeos en verano, la vida es fácil (Summertime). Terminando con la sabiduría de que la libertad solo significa no tener nada que perder. Sentirme bien era tan fácil cuando él cantaba blues y eso es suficiente para mí y para Bobby McGee.
La realizadora Amy Berg es una de las mejores documentalistas actuales, autora de una filmografía en la que destacan Líbranos del mal, un retrato escalofriante acerca de un sacerdote que abusó de menores, narrado por sus protagonistas, a la búsqueda un de la redención por el primero y el entendimiento por parte de las víctimas, un intento vano de perdón que los aleja aún más. También es directora de West of Memphis, la investigación sobre tres jóvenes que fueron encarcelados por unos asesinatos de tres niños en los años noventa, utilizando todos los puntos de vista y testimonios posibles. Dos trabajos muy destacables en los que, la distancia temporal y un buen enfoque sin desviarse del argumento tratado, logran un tratamiento apasionante sobre la invulnerabilidad de la iglesia católica en el primero. Y las trampas de una justicia necesaria aunque frágil, en el otro.
El clímax de Janis lo marca la versión del Me and Bobby McGee, alabado por su propio compositor, Kris Kristofferson, en la interpretación que cantó del mismo Joplin. Es la cumbre en la carrera musical de una artista que sigue poniendo los pelos de punta al escucharla. El final de un documental de dos horas que se antojan cortas sobre una estrella que aún sigue brillando.