25 de abril de 2024

Filmadrid 2016: Crónica 2

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Segunda jornada de Filmadrid 2016.

La segunda jornada del festival terminó con una proyección doble en blanco y negro, marcada por un mismo pesimismo desolador a la hora de retratar el destino del ser humano. La primera cinta que se pudo ver fue El movimiento (2015), película argentina que retrata la situación sociopolítica de este país en pleno 1830. Un paisaje desolador en el que la anarquía y el fraccionamiento infinito de bandos, con sus respectivas ideologías, provocaban un estado de caos permanente en el que el pueblo era siempre el perjudicado. Su director, Benjamín Naishtat, acerca su obra a lo propuesto por su compatriota Lisandro Alonso en su último film, Jauja (2014). Esta vez también se filman los parajes desérticos del sur del país, en una suerte de western poético de extravío emocional, en el que la infinidad de cortes de montaje y elipsis espaciotemporales suspenden el tiempo en un laberinto onírico de violencia y desvarío mental. El autor recurre a encuadres asfixiantes para filmar a sus personajes, que combina con planos generales en los que la ausencia de escenario estiliza una propuesta árida, inteligente, que parte del pasado para proyectar su visión hacia el presente y así establecer un vínculo de causa y efecto de resultado desolador.

The day before the end
The day before the end

A esta obra le siguió The day before the end (2016) del filipino Lav Diaz. Tras las ocho horas de metraje de su anterior obra, A lullaby for the sorrowful mystery (2016), presentada en el festival de Berlín, el co-director de Filmadrid acertó al definir este cortometraje de 16 minutos como un gif para Diaz. Nuevamente en blanco y negro, nuevamente desolador, esta segunda parte de la sesión nocturna del festival retrató una Filipinas al borde del apocalipsis. En ella aparecen una serie de intelectuales que se aferran al verso ante el inevitable fin al que alude el título de la cinta. Shakespeare se convierte en el blanco del recital, que estos personajes sacan a las calles, ante la indiferencia del resto de ciudadanos de una urbe ensordecedora –mezcla de sonido de capital importancia–. La indiferencia, quizás la desolación, se ha instaurado en una humanidad decadente, que ha asumido que el fin está cercano y que no hay nada que puedan hacer. Es por ello que la obra de Diaz se convierte en un acto desesperado de belleza, en un último intento de que la humanidad trascienda a pesar de su insignificancia y de sus pecados.

Sayonara
Sayonara

El sábado comenzaba con una obra de ciencia-ficción minimalista. Su nombre, Sayônara (2015); su responsable, Kôji Fukada. Poco se sabe de las causas que han conducido a la sociedad nipona a un apocalipsis de escala estatal, pero se deja entrever la explosión de una central nuclear como causante de la situación. El fantasma de Fukushima se posa sobre una sociedad noqueada de improviso, y esto se traslada al cine de manera tan irremediable como ocurrió con la Guerra Fría y el cine estadounidense de este género en los años 50. En un Japón de un futuro muy cercano, en el que ya conviven los humanos con los androides, la desesperanza y la melancolía se han posado sobre un país en pleno proceso de desalojo de su población, que se convertirá en refugiada de otras naciones. El golpe emocional tras el cataclismo se deja ver en unos personajes apáticos, en estado de shock constante, que conviven entre la ausencia de futuro y la mirada a un pasado feliz. Con un tono gélido, de largos planos, fotografía sombría y encuadres generales que apuestan por la quietud y el bloqueo emocional, Fukada establece en la relación entre la protagonista y su androide de compañía los momentos más sugerentes del relato, de cuya interacción nace la diatriba entre la emoción perecedera y el recuerdo imborrable que no puede ser sentido, como si de una triste evolución del ser humano se tratara.

La bocca del lupo
La bocca del lupo

El sábado continuó con el Foco Pietro Marcello que se había abierto el día anterior. Nuevamente en doble proyección, esta vez la sesión abrió con un corto que dio paso a un largometraje. L’umile Italia es el nombre del fragmento que el director italiano aportó a la película coral 9×10 noventa (2014). Basado en imágenes de archivo del Istituto Luce Cinecittá, este cortometraje se centra en la vida rural italiana y viaja por los parajes de esa tierra a la que el proletariado vive tan aferrado. Desde el naturalismo más absoluto, Marcello prosigue en su investigación de las formas del documental, a las que siempre consigue aportar su sello poético. La mirada al pasado sigue presente, en un intento de entender la Historia más reciente de su país y de reflexionar acerca del devenir de ese sector de la población al que este cineasta dedica siempre su foco. Una obra que sirve de entrante para la que hasta la fecha es su último film, Bella y perdida (2015), que podrá ser vista este domingo en la Filmoteca.

La segunda pieza de Marcello se titula La bocca del lupo (2009). Sin salirse de los cauces del documental, el autor prosigue su experimentación formal a la hora de retratar la ciudad de Génova. Entre lo mágico y la realidad más cruda, entre el pasado y el presente, el cineasta tiende puentes entre todos estos conceptos y construye un relato comunitario a partir de los testimonios de una pareja que vive en esta ciudad; un enfoque que, nuevamente, se exporta al conjunto de la sociedad italiana, y más concretamente a las clases bajas y su lucha por sobrevivir. Los protagonistas son Enzo y Mary, dos foráneos italianos que han acabado encontrándose y viviendo en Génova. Desde lo más cotidiano de sus relatos, desde lo crudo de la vida en la cárcel –donde se conocieron y se enamoraron–, desde el amor desgarrador que traspasa los límites de la posesividad, Marcello retrata a estos personajes con un cariño excepcional, basado en el respeto y el entendimiento hacia estos, y gracias a este enfoque arranca destellos de trascendencia, muy en sintonía con el cariz poético, etéreo, que caracteriza a su cine.

The fourth direction
The fourth direction

La jornada del sábado cerró con el primer patinazo de un festival hasta la fecha formidable. The fourth direction (2015) es el título de esta cinta india dirigida por Gurvinder Singh, que se traslada a los años 80 para narrar la convulsa situación que se vivió en la región del Punyab. Entre revolucionarios y el ejército se sitúa la cámara de Singh, que salta entre historias para relatar las diferentes visiones del máximo afectado, el de siempre: el pueblo. Tomando al perro de una familia rural, que debe ser asesinado por el bien de los revolucionarios, como posible metáfora de la situación vivida en el momento, el director se acerca a la tensión entendida como dilatación del tiempo, esa que tan bien funcionaba en el cine de Sergio Leone, y apuesta por lo cotidiano, por el tiempo muerto, para construir un armazón de asfixiante tensión. Si bien arriesgada y nada complaciente, la propuesta naufraga en su intento de aproximarse a las consecuencias de este conflicto, y el costumbrismo dramático torna en insustancialidad.

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