20 de abril de 2024

En otro país: Los zapatos no vuelan

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Los pies en el suelo.

Óscar Rama, guitarrista de la formación Garaje Jack, comenta en un momento del  presente documental que un grupo de rockn´roll es zapatos que no vuelan, que están siempre pisando el suelo y comiéndote los moquitos, así. Uno, otro, otro. Eso para mí es un zapato que no vuela. Haciéndose eco de una opinión tan poética, otros músicos que aparecen en el film coinciden en que sus grupos siempre tuvieron los pies en el suelo. La frase sintetiza muy bien la sensación de amargura e ilusión fusionadas que perduran después de ver la primera película dirigida por Francisco Gené Cort, dentro de la vertiente musical que sigue proliferando en el género documental o rockumental -llamado así por pertenecer a este estilo-. Para poder apreciar la vigencia de esta temática recordaremos que en varios meses se han estrenado cuatro largos: De un tiempo libre a esta parte, En Granada es posible, Malú, ni un paso atrás y Rumba Tres, de ida y vuelta. En las dos primeras se abordaban grupos de la movida madrileña y de la escena rockera de Granada desde los años sesenta hasta la actualidad. Las otras dos seguían las trayectorias profesionales del veterano grupo Rumba Tres y de la famosa cantante Malú.

Frente a estos films, Los zapatos no vuelan se separa de la biografía profesional de los artistas. Tampoco se ubica en una sola ciudad ni provincia y no traza un retrato generacional de varios grupos musicales. Lo que logra Gené Cort es un documento intemporal en el que los componentes de siete formaciones musicales hablan de sus formas de vida, sin recurrir a narcisismos ni tristes evocaciones sentimentales. Siete grupos de rock que podrían merecer sus respectivos documentales individuales por su trayectoria intachable, buenos repertorios de canciones, la calidad de sus elepés y sus contundentes actuaciones en directo. Varios coinciden por la composición de temas rockeros con claras influencias norteamericanas en el caso de L.A., Sex Museum, Los Deltonos, Garaje Jack e incluso del sonido cajún de Crudo Pimento. Y con un estilo más enraizado aquí, con el flamenco y la psicodelia de Viaje a 800. O verbenero, soul y mediterráneo en el caso de Le Punk. Equipos de gran solvencia y buenas voces como las de Hendrik Rover (Deltonos), Laura Rubio (Garaje Jack), Alfa (Le Punk), Poti (Viaje a 800), Raúl Frutos (Crudo Pimento),  Miguel Pardo y Luis A. Segura (L.A.).

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El largometraje aporta declaraciones acertadas, que se suceden y conectan dando paso de unos interlocutores a los de otros grupos, a los que vemos juntos en el mismo plano, siempre en bares y terrazas. O también situados en distintos espacios, separados quizás por el paso del tiempo y motivos personales que los han llevado a ese alejamiento. El ritmo y agilidad se equilibran gracias al buen uso de las entrevistas de archivo procedentes de La Otra (TeleMadrid) en una época que emitía buenos programas musicales. Y de otros canales autonómicos como IB3; imágenes que se encuadran en televisores de aspecto retro por medio de infografías. Otro apoyo es el uso esencial, sin saturación de rotulaciones ni tipografías, para presentar a los músicos en sus primeras apariciones. Todo se presenta con un montaje picado, causal, bien planificado y medido con los testimonios de las distintas formaciones. Quizás se eche de menos la desaparición de los murcianos Crudo Pimento hacia la mitad del metraje, pero la razón es que son los más nuevos en este catálogo de viejos equipos con largo recorrido en la escena musical. La elección de las siete formaciones se extiende casi por los cuatro puntos cardinales del país, desde Cádiz hasta Cantabria. Y de Madrid a las Islas Baleares, pasando por Murcia. Gené Cort logra transmitir por medio de una unión bien heterogénea con las voces de todos estos vocalistas, guitarras, baterías, bajistas y compositores, un retrato certero de la vocación de músico con ganas de tocar, editar discos, ser seguido por públicos mayoritarios, sufridores del fracaso y un triunfo esquivo, completado por la convivencia y las disputas entre los distintos componentes de los equipos. Pero sobre todo es el retrato de unos profesionales empeñados en mantener esa autenticidad que no traicione sus gustos musicales, tanto los de ellos como los de sus admiradores. Ni por supuesto su búsqueda y capacidad de superación artística.

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Sería injusto destripar ahora a los lectores qué grupos ya no están unidos después de sus conciertos de despedida, actuaciones que aparecen grabadas en el film. Sus seguidores sabrán de quienes se tratan.

Pero lo mejor de este documental es que resulte modélico rompiendo esquemas en el tratamiento de los grupos musicales y sus entornos. La capacidad de darles voz sin caer en estereotipos, ni cotilleos. Que acierte en incluir los momentos que los entrevistados hablan sobre la fama, los managers, la dureza de la carretera, los directos. Declaraciones en las que los integrantes de los demás grupos los secundan ampliando y enriqueciendo el discurso. Sin duda que el documental consiga una banda sonora de canciones enormes, tremendas, capaces de plasmar esa emotividad y magnetismo que no resulta forzado ni rebuscado por los protagonistas ni artífices de la película.

Y por encima de todo que impulse unas carreras de músicos todavía en activo, con sus discos a la venta, también accesibles desde plataformas musicales en la red. Grupos ya veteranos, con buenos directos en las salas de música, que aún siguen tocando y están muy vivos.

Un pensamiento en “En otro país: Los zapatos no vuelan

  1. super peliculón…me ha gustado y la he repetido ; la segunda vez todavía la he comprendido mejor!!! ánimo a nuestros jovenes creadores y -larga vida a este maravilloso y humano documental–

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