Jornada de documentales en el SEFF16.
En la crónica de hoy, abordo dos documentales, que me han resultado muy interesantes por distintos motivos
El ruso Alexander Kuznetsov, conocido por su trabajo de fotógrafo, que ha sido publicado en muchas revistas y exhibido en el Museo ruso de San Petersburgo, nos propone un paseo por un sitio algo extraño; el instituto psiconeurológico de Tinskoi, en su tercera película, We’ll be alright. A este instituto van a parar aquellos niños y adolescentes con los que la sociedad no sabe qué hacer. Son niños abandonados por sus padres, con algún grado de retraso en la mayoría de los casos, por lo que el sentimiento de no ser queridos siempre les acompaña.
Al entrar en este centro se les priva de capacidad civil, por lo que no pueden decidir absolutamente nada en sus vidas, lo que representa un enorme problema llegada la adolescencia, que es cuando empiezan a ser verdaderamente conscientes de las implicaciones que eso tiene. No pueden trabajar fuera del centro, ni ser independientes económicamente, ni vivir fuera del centro aún con supervisión del mismo, ni siquiera pueden elegir qué ropa ponerse. Han perdido toda su autonomía y si no recuperan su capacidad civil su única salida es permanecer de por vida en este centro.
Kuznetsov se centra en la historia de dos chicas, Yulia y Katia, que empiezan su proceso para recuperar esa capacidad civil. Nos enfrentamos con ellas a las trabas burocráticas, a la ineficacia del sistema, a lo poco que importan las necesidades de estas jóvenes, a la falta de rigor en la toma de decisiones, a que nadie quiere tomar una decisión por si algo sale mal y solo piensan en cubrirse las espaldas. El panorama que nos muestra no es muy halagüeño, a pesar de que no llega a profundizar del todo en los problemas que esta situación plantea. En realidad, puede que tampoco sea necesario para darnos cuenta de que las cosas no funcionan.
Katia fue abandonada nada más nacer por su madre. Como nació prematura no sabe si el motivo de su abandono es este o que su madre no la quería. Yulia vivió con sus padres hasta los 4 años, cuando la dejan con su abuela, quien obtuvo su tutela. Pero al cumplir 8 años, la madre la reclama, se la entregan y empieza a ser maltratada para acabar en un orfanato, al que le lleva su madre porque quiere ser independiente. Entre ellas hablan de sus situaciones y si es mejor o peor el abandono inicial o el posterior, para llegar a la conclusión de que al final es la misma mierda y que las dos han terminado en el mismo centro. La sensación que tienen de no importarle a nadie es muy fuerte y, lógicamente, esta circunstancia hace mella en sus vidas y en su visión del mundo. Es un abandono real, no imaginario y es muy duro colocar en tu cabeza esta situación sin que les afecte en lo más profundo.
A Katia, con nueve años le diagnosticaron un leve retraso, sobre todo psicomotriz, circunstancia provocada por su nacimiento prematuro. La decisión de si se le restituye su capacidad civil dependerá en gran medida de ese informe. Los jueces no quieren tomar decisiones sin informes psicológicos, por lo que sus decisiones se basan exclusivamente en ellos sin tener en cuenta la evolución de la persona ni sus circunstancias actuales. Da igual que el responsable del centro y el fiscal recomienden la restitución de la capacidad civil, si el informe no es favorable, no se concede.
El retraso de Yulia también es leve, tiene un coeficiente intelectual inferior a la media pero es capaz de vivir de manera autónoma. La batalla de ambas por conseguir su sueño es dura. Deberán pasar por nuevas pruebas psicológicas con la esperanza de obtener su ansiada libertad pero en un sitio donde casi no hay esperanza, es difícil seguir adelante, aunque ellas no se rinden y luchan por lo que quieren.
Ulrich Seidl, sigue su camino de documentalista, y tras el magnífico En el sótano (Im keller, 2014), este año nos presenta Safari. Si en aquél nos hacía partícipes de lo que hay en los sótanos de los austriacos, en este nos invita a viajar con ellos cuando van de Safari a Namibia y Sudáfrica. Además hemos podido asistir a la rueda de prensa que ha ofrecido tras la proyección, por lo que os lo contaré todo con pelos y señales.
Safari sigue el mismo esquema formal de su anterior documental. Seidl coloca la cámara y deja que sean los protagonistas los que se expliquen, intercalando escenas de estos safaris tan peculiares. Y digo peculiares porque son safaris un tanto aburguesados. Se va a cazar pero sin mancharse y sin esfuerzo. Desconozco si todos los safaris son así pero al hablar de caza yo siempre he me he imaginado que se organizan partidas para encontrar al animal, perseguirlo y cazarlo. Aquí es todo muy aséptico. Los cazadores van con un guía blanco que es el que se dirige a ellos y les da las indicaciones: vamos por aquí, para, mira que allí tienes el animal, coloca el trípode para la escopeta…y el cazador, vestido con su impoluto traje de caza, coloca el rifle, apunta y dispara. Van a buscar al animal abatido, siguiendo siempre las indicaciones del guía, mientras se congratulan por el buen disparo. A continuación entran en acción los trabajadores negros, que se encargan de “adecentar” al animal para la foto. Le limpian la sangre, le abrillantan los cuernos (si los tienen), le colocan una piedra debajo de la cabeza para que se vea a la perfección…y el cazador ya está listo para colocarse y hacerse la foto de rigor bien colocaditos y con su inmaculada vestimenta color caqui.
El documental se centra en las experiencias de una familia (padre, madre, hijo e hija, todos muy rubios y muy vestidos para la ocasión) y un matrimonio ya entrado en años. También participa otro matrimonio, dueño de una casa que se dedica a albergar cazadores. Los cazadores tienen dos formas distintas de entender la caza. La familia es más activa, dentro de este aburguesamiento safaril que os comentaba, y el matrimonio se dedica a tomar el sol, luego les llevan en jeep a una caseta donde el hombre se encierra con su cerveza a esperar que pase el animal de turno y su mujer le espera el jeep. Un número, vamos.
Quizá este sea uno de los “peros” del documental, que se queda corto en cuanto a testimonios, y una mirada más amplia seguramente lo hubiera enriquecido. Aun así hay mucho que ver, os lo aseguro, y las declaraciones de los protagonistas no tienen desperdicio. Si ya habéis visto documentales anteriores, sabéis de lo que os hablo y si no los habéis visto, es casi mejor que os sorprendáis vosotros mismos.
Pero esta falta de personal tiene su explicación. Seidl nos comenta en la rueda de prensa, que le costó mucho trabajo encontrar a gente que quisiera hablar de sus experiencias como cazadores, y mucho más que se dejasen filmar en tales quehaceres, ya que no está muy bien visto.
También nos cuenta que él no filma para lanzar mensajes. Que no rueda con una idea preconcebida y que piensa que las películas no deben tener como objetivo demostrar algo en lo que ya se cree. Que sus documentales, obviamente, no son objetivos ya que él tiene una opinión formada sobre el tema que está contando y esa subjetividad se aprecia en cómo cuenta las cosas, la puesta en escena y otros detalles, pero que su intención no es posicionarse. Esa tarea es del espectador. Es cierto que cuando rueda los testimonios de los protagonistas contando sus experiencias, lo hace con planos medios y fijos y el espectador recibe la información, sobre la que debe formarse su propia opinión. No obstante, y como también reconoce, la forma de presentar a todos los personajes es subjetiva y eso influye en la manera en que recibimos la información.
Comenta que su aspiración al hacer este documental era entender por qué la gente mata animales y que no ha alcanzado una respuesta categórica pero que cree que lo hacen por esa tendencia que tiene el ser humano a querer dominar y tener poder (nos recuerda como quien no quiere la cosa que los hijos de Donald Trump cazan), para intentar superar el aislamiento al que están sometidos en la sociedad y sentirse parte de algo. No obstante, dice que seguramente el espectador puede alcanzar otra conclusión distinta. De hecho cuenta que cuando la película se estrenó en Austria acudieron cazadores y gente que está en contra de la caza y que todos salieron satisfechos. Los cazadores porque aprecian que es un fiel retrato de lo que hacen y lo que significa para ellos la caza, y los que están en contra de la caza porque siguen teniendo motivos y argumentos para estar en contra. Como dice el refranero, todo depende del cristal con el que se mire, y cada uno tenemos nuestro cristal.