19 de marzo de 2024

Festival de Sevilla 2016: Crónica 6

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Descubrimientos de todo tipo en la recta final del SEFF16.

Hoy he asistido a todo un descubrimiento que me ha dejado con la boca abierta. Se trata de Antonio Moreno, español que fue una gran estrella del cine mudo en Hollywood. Todo un galán de la época, y muchas cosas más que os cuento a continuación. La responsable del rescate de esta figura maravillosa es Mar Díaz, que nos cuenta la historia de Antonio en su documental The spanish dancer.

Todo empezó, cuando en una visita a la conocida Liberia 8 ½ de Madrid, ojeando un libro de estrellas del cine mudo descubre una foto en cuyo pie de página se leía “Antonio Moreno en su mansión de Hollywood, 1926”. Ahí saltan las alarmas porque Mar sabía que los primeros españoles que desembarcaron en Hollywood, lo hicieron en la década de los 30 con la llegada del cine sonoro, le pica el gusanillo y empieza su investigación. Mar Díaz es periodista y el trabajo de documentación que hace os aseguro que es brutal ya que ha ido desenterrando poco a poco a esta gran estrella olvidada.

A lo largo de su investigación descubre que Antonio Moreno intervino en 150 películas como actor y su carrera abarca desde principios del siglo XX (su primer protagonista es de 1914 y ya antes había trabajado como figurante en los cortos de D.W. Griffith, entre otros) hasta 1956, año de su última película, que ni os imagináis cuál es. Nada menos que Centauros del desierto (The Searchers) de John Ford, al que conoció cuando ambos trabajaban en Hollywood en la época del cine mudo.

Antonio Montero nació en Madrid pero su familia se traslada enseguida a Sevilla, ciudad por la que sintió especial cariño, para luego trasladarse a Algeciras y finalmente a Campamento en Cádiz. Desde pequeño tenía muy claro que no quería el tipo de vida que llevaba así que en cuanto tuvo ocasión se marchó a Norteamérica, recalando en Massachusetts, donde  tuvo su primer contacto con las artes escénicas en un centro cultural. Descubre que le gusta actuar y se va a Nueva York donde empieza a trabajar en teatro. Pero el problema del idioma hace que le despidan de una obra de cierta importancia para la que le habían contratado y encuentra su salvación con la llega del cine, que al ser mudo, lo del acento no tenía mayor importancia.

Poco a poco se va abriendo camino en Hollywood interpretando sobre todo a galanes, para los que daba el tipo perfecto ya que era guapo, tenía una sonrisa cautivadora y un registro muy amplio. En la década de los 20 ya se había convertido en toda una estrella. En 1923 protagoniza un taquillazo de la época junto a Pola Negri, The spanish dancer, cinta que en un principio iba  a protagonizar Rodolfo Valentino pero que al final rechaza al creer que será una producción menor y le dan el papel a Antonio. A partir de ahí su carrera despega y en 1927 protagoniza junto a Clara Bow, Ello (IT). También trabaja con Greta Garbo, Tyrone Power y todas las rutilantes estrellas que se os puedan ocurrir.

Este es solo el inicio de su historia porque supo mantenerse en la brecha con la llegada del sonido, el technicolor y todo lo que se le puso por delante. Su carrera tuvo altibajos pero él siempre supo mantenerse a flote en esta difícil industria. Además no solo actuó sino que también dirigió varias cintas en México. Entre ellas la primera película sonora de ese país, Santa en 1931. También escribió guiones y trabajó en España. Siempre fue un artista con muchas inquietudes y un gran coraje, dispuesto a luchar por lo que quería y todas sus etapas profesionales son absolutamente fascinantes. Podría contaros el documental de principio a fin pero es mucho mejor que vayáis a verlo en cuanto tengáis oportunidad, porque de verdad que os va a sorprender. Para mí ha sido muy emocionante y entrañable ir descubriendo la historia de Antonio y la del cine, ya que corren paralelas, lo que es toda una gozada para el cinéfilo.

Voir du pays
Voir du pays

En la siguiente película de la que os voy a hablar también he descubierto cosas, pero ni tan bonitas ni tan emocionantes. Voir du pays, de Delphine & Muriel Coulin, que también firman el guion de la cinta, premiado en el pasado festival de Cannes en la sección Un Certain Regard, se centra en la historia de unos soldados que vuelven de Afganistán, donde han combatido durante seis meses. La novedad del tema reside en el punto de vista desde el que se cuenta la historia, el de las mujeres. Las realizadoras se centran en Marine y Aurore, amigas de la infancia y que se alistaron en el ejército por motivos diferentes. Marine, por seguir la tradición familiar y Aurore porque no encontraba trabajo y en el ejército tendría una paga fija y la posibilidad de ver mundo.

Antes de volver a sus regiones de origen en Francia, los soldados realizan una “descompresión” de tres días en un resort de Chipre, donde aterrizan directamente desde Kabul. El objetivo de esta descompresión es valorar el estrés postraumático con el que regresan y ayudarles a que la vuelta a casa no sea muy brusca. Para ello tienen sesiones conjuntas por la mañana con un psicólogo en el que irán exponiendo uno a uno los momentos más duros vividos en su despliegue en Afganistán, a través de modelos de realidad virtual. Es decir, les harán revivir las situaciones que más estrés les causaron para evaluar en qué condiciones mentales regresan.

Yo creo, que por muy profesionalizado que esté el ejército, no hay nada que te prepare paras las cosas que verás y vivirás en una guerra. Y mucho menos no hay nada que te prepare para seguir con tu vida “normal” una vez realizada tu misión. Así pues, partimos de la base de que todos vuelven irascibles, enfadados, agresivos, aturdidos, cansados, destrozados, sintiéndose culpables, con remordimientos…Aurore dice en un momento de la cinta: “Hemos visto una guerra, no somos como todo el mundo”. Pero el planteamiento es si las mujeres, por el hecho de ser mujeres, tienen algún componente de estrés añadido. Y la respuesta es un rotundo sí.

No nos engañemos, el ejército (como muchos otros ámbitos y profesiones) sigue siendo una organización machista. Nada más llegar al resort, les dicen que al entrar en la habitación se quiten el uniforme y lo metan en la bolsa de la lavandería porque no quieren que lleven a casa la ropa sucia a sus mujeres. Asumen que se dirigen solo a hombres cuyas esposas les esperan en casa (me cuesta mucho pensar que asumen que se dirigen a mujeres homosexuales que tienen pareja) por lo que dentro de la propia organización no hay espacio, ni siquiera vocabulario, para las mujeres. Y no solo los mandos son machistas, los propios compañeros también.

En primer lugar piensan que no son capaces de entrar en combate de la misma manera que ellos, que ellas realizan labores de apoyo (en la cinta se demuestra que no es cierto) y por otro lado, les sale la vena sobreprotectora y posesiva frente a terceros ajenos al ejército. Son “sus mujeres” y no se las puede tocar. Eso sí, ellos pueden violarlas o pegarlas que para eso son “suyas”.  También se pone de manifiesto el machismo de los hombres civiles. Ellos piensan que las mujeres en el ejército son enfermeras o secretarias pero que no entran en combate.

Las directoras de la cinta exponen claramente el problema; las mujeres tienen que luchar contra el enemigo externo y el interno, lo que hace su situación francamente difícil dentro del ejército. Además, hay que añadir la Ley del Silencio que impera en este tipo de organizaciones. “Lo que pasó en Afganistán, se queda en Afganistán y lo que se cuenta aquí, se queda aquí”. El único recurso que les queda es apoyarse las unas a las otras.

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