19 de abril de 2024

Festival de San Sebastián 2017: Inmersión y Call me by your name

Inauguración regular y una lección de vida.

Hoy voy a empezar por el principio, más que nada para continuar la senda iniciada el año pasado con mis coberturas de Donosti. Es decir, que arranco con la peli inaugural de la 65 edición del Festival de San Sebastián, Inmersión (Submergence) de Wim Wenders. La cinta, desgraciadamente, también sigue la senda de la peli inaugural del año pasado, La doctora de Brest (La fille de Brest, 2016) de la realizadora Emmanuelle Bercot, que fue regular.

También es cierto que si hubiera roto esa reciente tradición no pasaría absolutamente nada porque Inmersión no nos va a aportar nada a nuestras vidas, ni a nuestro entretenimiento, ni a nada de nada. En todo caso, podrá utilizarse como pastilla para dormir e igual resultaba efectiva.

La cinta está basada en la novela homónima de J.M. Ledgard y nos cuenta la historia de amor de una pareja interpretada por James McAvoy y Alicia Vikander. Todo esto con un trasfondo político filosófico que no hay manera de que encaje. Ella busca el origen de la vida en el fondo del océano y a él lo secuestran unos terroristas yihadistas en Somalia. Por un lado nos muestra la violencia de los yihadistas pero sin entrar en las motivaciones de este grupo en concreto y cuáles son sus pretensiones. Es decir, no sabemos nada. Y toda esa parte de la historia resulta simplista. Por otro lado, están las cuestiones filosóficas del origen de la vida y como esta surge, según la teoría que pretende probar el personaje de Vikander, de la capa más profunda del océano, donde no hay luz pero aún así la vida es capaz de abrirse camino. Mientras ella busca las pruebas que cimientan su teoría, él lucha por su salvar su vida, y la historia de amor se nos cuenta a través de flashbacks.

Como juego de dualidades (vida y muerte, luz y oscuridad, felicidad e infelicidad), la cosa tiene su aquel, pero el problema reside en la falta de rumbo del director. No sabemos a dónde va ni a dónde quiere llevarnos. Wim Wenders está como vaca sin cencerro, si me permitís otro pequeño homenaje más a mi Pedro y mi adora Chus Lampreave, perdido, sin rumbo, sin orientación. Y ese es el perfecto resumen de la película. Es una pena porque Wenders rueda como los ángeles pero la historia hace aguas por todas partes. No hay una continuidad, no hay una claridad en el argumento, no sabemos qué quiere contarnos y todo resulta un caos desconcertante que termina por resultar monótono.

Call me by your name

Menos mal que Luca Guadagnino ha dado en el clavo. Seguro que es más correcto decir que ha dado en el corazón pero igual es un poco fuerte para empezar. Su película nos llega a través de la sección Perlas, que ya sabéis lo que me gusta, después de pasar por Sundance, Berlín y Toronto, y desde luego que esta peli es una joya (hoy estoy de festival del humor, además del de cine). La cinta en cuestión se llama Call me by your name (título homónimo, y precioso, de la novela en que se basa, escrita por André Aciman) y el guión es del propio Guadagnino, James Ivory (hay momentos en que tú sabes que Ivory está ahí) y Walter Fasano.

Guadagnino nos cuenta la historia de un primer amor de verano, y sitúa la acción en el norte de Italia. Lo que dicho así puede parecer una historia conocida, trillada y cansina, en realidad es un viaje maravilloso que realizas con los protagonistas; un brillante adolescente de 16 años, Elio, interpretado por Timothée Chalamet, y un joven estudiante norteamericano de 24 años, Oliver, interpretado por Armie Hammer. Vaya por delante que la extraordinaria química entre ambos personajes es una de las grandes bazas de la película, junto con el trato que tienen de igual a igual, y el director saca todo el jugo que le ofrecen sus actores.

Oliver, personaje magnético y enigmático donde los haya, llega a pasar el verano a la casa italiana que tienen los padres de Elio, invitado por el padre de este que es profesor de cultura grecorromana y gran admirador de las esculturas de Práxiteles, conocidas por su gran sensualidad, sensualidad que se traslada a la relación de Oliver y Elio. Ya desde su llegada, se intuye que ambos van a tener el verano de sus vidas, van a hacer descubrimientos, van a conocerse, a reconocerse, a enamorarse, a mantener conversaciones, a jugar, a apasionarse, y un sinfín de cosas más. La gran gozada de la cinta es como está enfocada la historia, sin hacer hincapié en la homosexualidad o la heterosexualidad, sin dramas innecesarios, sin estridencias ni sentimentales ni sexuales (resulta tan sensual, sexual y sensorial lo que muestra como lo que deja de mostrar), con una gran dosis de naturalidad y frescura, y sin subrayar que se trata de un amor entre dos hombres. Cuando ves juntos a los protagonistas viviendo su historia, palpas el deseo, el amor, las ganas que tienen el uno del otro, como se buscan, como se encuentran y como se desencuentran, porque los amores de verano es lo que tienen, que se acaban con el verano.

Sin embargo, no se hace un drama de eso. Se sufre, claro que se sufre cuando no estás con tu amor, por muy de verano que haya sido. En una conversación entre Elio y su padre (para mí uno de los momentazos de la cinta) este le dice que no mate su dolor y su sufrimiento si con ello va a matar lo que ha sentido y vivido durante el verano ya que muy pocas personas llegan a tener una relación de esa profundidad e intensidad, y eso no debería olvidarse. En efecto, hay que aferrarse a esos momentos que te ofrece la vida y cogerlos al vuelo porque una vez que pasa el tren, si no lo coges, es difícil que vuelva a pasar. Hay que vivir, arriesgarse, y disfrutar lo que vives sin miedo y con intensidad, dejándose llevar por el momento hasta que el momento acabe. Esto es lo que me ha transmitido Call me by your name y no puedo compartirlo más como modo de entender la vida.

También quiero destacar la impecable banda sonora, que salpica la cinta con temas que solo pueden sonar en el momento que lo hacen; el papel importante que juegan los melocotones (ojo, que tan pronto son la representación del fruto prohibido como….mira, mejor lo veis); la gozada de algunos de los planos, como un plano cenital de Leo y Oliver en la cama, que recuerda a La ley del deseo de mi adorado Almodóvar; la brillantez de todas las interpretaciones tanto individual como coralmente; un guion en el que se adivina aquí y allá la mano de James Ivory. En fin, lo que vienen a ser 130 minutos de gozada visual y vivencial, que os recomiendo sinceramente.

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