20 de abril de 2024

Críticas: Mal genio

Del odio y la falta de talento.

Ahora que de una vez por todas parece existir una cierta conciencia colectiva sobre la escasa visibilidad de la mujer como figura pública, se podría tomar como un insulto la aparición de Le redoutable (Mal genio) en la cartelera española. El pasado 5 de octubre falleció la polifacética artista Anne Wiazemsky, quien fuera la segunda esposa de Jean-Luc Godard, con quien estuvo casada nada menos que 12 años. Ella compaginó su labor interpretativa en cine y teatro con la escritura, tanto de guiones como de novelas, además de dirigir algunos documentales para televisión en el presente siglo. Aunque era inevitable que se hiciera alusión a su matrimonio con el que fue (y sigue siendo) un cineasta clave en la historia del séptimo arte, tal detalle terminó por acaparar prácticamente la totalidad de titulares, frente a una minoría de artículos que, conscientes de la injusticia cometida, optaron por denunciar la situación y homenajear debidamente a la actriz. Queda así patente, por enésima vez, todo el camino que nos queda por recorrer como sociedad.

En este contexto, con apenas una semana transcurrida desde su fallecimiento, se estrena la nueva película de Michel Hazanavicius, basada en la novela autobiográfica de Wiazemsky Un año ajetreado. En el libro describe la etapa de su vida que comienza cuando conoce a Godard, poco tiempo después de protagonizar Al azar de Baltasar, y concluye con su reencuentro en el rodaje de El viento del este tras pasar algunos meses separados. Desgraciadamente, el director de la aclamada The Artist toma ese material —distorsionado por lo que haya interpretado o querido interpretar del mismo— como punto de partida para realizar un desafortunado trabajo cuyo único fin es ridiculizar al director de El desprecio, haciéndole a la escritora el mismo feo que quienes solo quieren considerarla como «la esposa de».

Como se deja entrever por su forma de posicionarse como parte del sector de espectadores que le pedían que hiciera más películas divertidas con Jean-Paul Belmondo, cine de entretenimiento —dejando a un lado lo superficial e ingenua que resulta esa lectura de las primeras obras del autor—, Hazanavicius, que ahora odia a Godard por su conflictiva personalidad y por su ideología, en otro tiempo lo admiró. Y es esa admiración pasada, rememorada no sin cierto resentimiento, la que se encarga de sentenciar la errática dirección de la película. Obviando una serie de momentos manifiestamente guiñolescos —la obra podría pasar en sí misma como un guiñol, con una bastante risible caracterización de Louis Garrel—, el cineasta se empeña en imitar la puesta en escena de esos primeros trabajos de Jean-Luc, recreando algunos momentos e intentando copiar sus juegos formales más icónicos. Pero la imitación no es posible: las imágenes, digitales y con apariencia de programa televisivo, no tienen las texturas de las originales; los encuadres, pretendidamente idénticos, carecen de aire y su sentido estético y narrativo se desvirtúa con una (muy) mal medida duración de los planos.

Al final, entre una sucesión de escenas que no buscan sino desmitificar de la forma menos sutil y más cómoda la figura de Godard, se evidencia el poco interés que tiene Hazanavicius en Wiazemsky: a través de algunos momentos puntuales, es utilizada para convertir a su por aquel entonces marido en un déspota celoso y machista, haciendo así de su punto de vista un arma de doble filo. El problema está muy lejos de ser el dibujo del director en sí mismo, pues bien es sabido por todos que su personalidad era cuando menos problemática y que la persona no estaba a la altura del cineasta, pero las herramientas utilizadas para ello son del todo discutibles, máxime cuando se le ven en todo momento las costuras. Así las cosas, Le redoutable es una reconstrucción histórica sesgada, una obra con escasa enjundia cómica y, por encima de todo, una falta de respeto hacia Jean-Luc Godard y Anne Wiazemsky.

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