11 de diciembre de 2024

Festival de Sevilla 2018: Crónica 4

Tres películas, tres secciones.

La crónica de la cuarta jornada de festival comienza con un texto sobre Pity, del griego Babis Makridis, nueva oda a la estupidez por parte de uno de los integrantes de la cansina nueva ola de cine griego que inexplicablemente compite en Sección Oficial. Como Special Screening se ha podido ver la sorprendente y madura Funan, obra animada de Denis Do, y dentro de Las Nuevas Olas hemos disfrutado del estimulante debut de Eva Trobisch: All Good.

Al margen de la opinión que la gente pueda tener al respecto, servidor está cansado del apogeo de un cine griego que nunca debió cotizar al alza. Es impresionante que un cineasta tan nulo y un provocador tan barato como Yorgos Lanthimos haya conseguido crear por sí mismo una corriente cinematográfica –caracterizada por la vacuidad y, valga la redundancia, la provocación– tan prolífica hasta el punto de hacer acto de presencia en prácticamente todos los festivales internacionales. A Babis Makridis lo conocemos por la nefasta L, una abstracta, estúpida e inofensiva metáfora de la lucha de clases que acumula elementos absurdos y subversivos sin orden ni concierto. A Efthymis Filippou, coguionista de L, lo conocemos por haber coescrito junto con Yorgos Lanthimos todas las películas de éste desde Canino hasta La favorita, que ha sido escrita por unos guionistas británicos. Dicho dúo artístico se reúne de nuevo para perpetrar Pìty, con un guion que replica situaciones de El sacrificio de un ciervo sagrado –dada su cercanía en el tiempo y la demostrada escasez imaginativa de un escritor (y de una cinematografía, haciendo una más que justificada generalización) que se piensa muy ingenioso y original– y una apuesta formal bastante similar en todo lo que no respecta al barroquismo del filme de Yorgos. Sin embargo Pity no es tan nula como su antecesora, y su crónica de un hombre adicto a la tristeza y al compadecimiento de los otros hacia su persona tiene cierta gracia, pero su problema es, además de la acusada y extenuante –pero esperada– repetición de acontecimientos, el cinismo y la crueldad con los que se va desenvolviendo una narración que escala cuando todo está perdido. Todo sea dicho: esperaba algo mucho peor.

Funan

Todo acreditado de prensa que se precie acaba tocando, con mayor o menor intensidad, todas las secciones que conforman un festival de cine. Es innegable que Special Screening es una de las menos llamativas de este Festival de Cine Europeo de Sevilla, pero entre su selección encontramos títulos tan interesantes como la última ganadora del certamen animado de Annecy. El debutante Denis Do encuentra la distancia justa para llevar a cabo la enésima narración sobre el genocidio camboyano, un hecho histórico que en el mundo cinéfilo se siente bien presente gracias a las repetidas y acertadas incursiones del documentalista Rithy Panh. Nacido en Francia pero de ascendencia camboyana, Do se sirve en Funan de las vivencias de sus familiares para articular un relato que comienza con la llegada de los jemeres rojos a Phonm Penh y la posterior separación de una familia a lo largo de los cuatro años de terror. Pese a que como ya hemos dicho no hay nada nuevo que contar, y a que la animación de la película no tenga especial encanto, el joven cineasta demuestra cierta habilidad a la hora de desarrollar las soluciones narrativas más adecuadas para la historia. Las elipsis permiten centrarse en los momentos más relevantes que se suceden durante esos cuatro años que acabaron con más de un cuarto de la población camboyana, así como favorecen la alternancia entre los diferentes personajes y le dan un consecuente enfoque íntimo y concreto a la narración. Siempre consciente de las implicaciones históricas de unos acontecimientos en los que por su propio valor prevalece lo colectivo, Funan brilla por su oportuno uso del fuera de campo y por la fisicidad de unos rostros cuyo realista y desgarrador desgaste hace prescindibles los diferentes titulares que ubican temporalmente la acción.

All good

Probablemente no venga a cuento, pero en algún sitio hay que señalar lo vergonzoso que es el sensacionalista texto que acompaña a la ficha de All Good en la página web del festival. El autor del mismo vende la película basándose en falacias que derivan en interpretaciones erróneas, y la colaboradora del festival encargada de presentarla ha caído en la trampa de su compañero al decir «que en los tiempos que corren es muy interesante que una obra hable acerca de qué es una violación y qué no». La cinta nunca habla de eso y la directora, Eva Trobisch, no ha dudado en señalar su disconfirmidad con esa idea en el coloquio, pese a que ha reconocido que puede generar debate en torno a cuestiones colindantes. All Good es realmente interesante en cuanto a la ironía que genera su propio título y su continua resonancia en un relato en el que la protagonista no está dispuesta a cargar con su condición de víctima. Después de atravesar un acontecimiento traumático en una noche de fiesta, Janne decide interiorizar por completo el sufrimiento y gestionarlo de forma que no afecte en nada a su vida. El estupendo trabajo de la actriz Aenne Schwarz, encargada en varios momentos de sostener ella sola la película, hace convincente, complejo y estimulante el recorrido emocional del personaje desde el inicio hasta su no del todo ambiguo desenlace. Pero el resto de aspectos –desde la absurda y conveniente construcción de personajes secundarios hasta la incomodidad que se pretende transmitir en determinadas escenas, pasando por los excesos en la escritura de las inesperadas decisiones que toma la protagonista– no están ni mucho menos a la misma altura. Sobre lo escrictamente cinematográfico en All Good no hay demasiado que reseñar, si acaso la coherencia en el seguimiento que realiza la cámara del rostro de su actriz, que ocupa diferentes lugares del encuadre de acuerdo con su evolución. Para bien y para mal, pues no es fácil decantarse hacia ningún lado de la balanza –al menos por el momento–, la ópera prima de Eva Trobisch es un más que interesante objeto de debate.

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