29 de marzo de 2024

Festival de Venecia 2019: Día 1

CAH se va a Venecia.

Por primera vez en mi aún joven vida, y también por vez primera en la vida de este medio, he podido visitar durante cinco días la ciudad de los canales para realizar cobertura mediática de las primeras jornadas del Festival Internacional de cine de Venecia, que cumple este año su edición número 76. Una edición de jurado presidido por Lucrecia Martel, con una alta presencia de cine norteamericano y de estudios que empieza a perfilarse para los Óscar y con una programación, si bien no al nivel de la del año pasado, extremadamente atractiva. Un plantel de muchos nombres consagrados y de algunos autores por descubrir, que no dejaba de lado otras nacionalidades y estilos narrativos lejanos al oropel de la alfombra roja. Tan sólo pude asistir durante la primera mitad del festival, desde el segundo día hasta el sexto, pero la cosecha de filmes visionados es realmente positiva. En este y próximos artículos desgranaré de manera somera los filmes que allí pude disfrutar.

La película que sirvió de pistoletazo de salida de mi aventura fue la que inauguró la Sección Oficial, el nuevo trabajo del director que ganara la Palma de Oro hace un año: el maestro Hirokazu Koreeda, que por vez primera cambiaba el japonés por el francés con La verité. Un drama familiar de actrices y madres que cuenta en el reparto con Catherine Deneuve, Ethan Hawke y Juliette Binoche. Una historia de resentimientos, mentiras, falsas verdades y encuentros familiares con un tono humanista y ligero y empapado del espíritu del cine francés por los cuatro costados. Un ejercicio metanarrativo de guión bien definido que pone a sus personajes en el núcleo del relato y sitúa en ellos todo el foco para incentivar su lucimiento, quedando el desempeño como realizador de Koreeda en un segundo plano. Su estilo apenas se percibe en las transiciones y en puntuales instantes de poética visual, pero sí que encontramos la sensibilidad y el vitalismo que le caracterizan al trazar el recorrido psicológico de los personajes principales y la resolución de sus conflictos. No nos encontramos ante una de las mejores películas del nipón, que duda cabe, y acudir a ella con expectativas altas le juega una mala pasada. Pero hablamos de una película elegante, bien interpretada, mejor escrita, muy divertida, ligera y fácil de interpretar pero llena de matices que sonsacar en la reflexión y coloquios posteriores. Cine sobre el cine, Deneuve diseccionándose críticamente a sí misma y terapia familiar a través de un rodaje. Una más que digna inauguración.

Electric Swan

Durante ese mediodía en el que la mayoría de los asistentes al recinto del festival desaparecen para comer algo me acomodé en un pase de prensa para degustar de una sesión compuesta por dos mediometrajes presentados en la sección de Proyecciones especiales: estos eran el argentino Electric Swan de Konstantina Kotzamani y el americano No one left behind de Guillermo Arriaga. Interesante y personal la primera, de atractivo acabado formal de angulares plano y apagados colores, aliñada con un logrado tono sórdido y un humor absurdo y surrealista que compacta una propuesta de narrativa un tanto aleatoria. Decepcionante la segunda, historia de unión y solidaridad entre distintas etnias por la pérdida en batalla de un ser querido por ambos eficaz en su aspecto crítico y acertado al representar la emotividad de las situaciones de su trama, pero plana y sencilla tanto en desarrollo de personajes como, sobre todo, en puesta en escena.

Esa misma tarde opté por una sesión muy diferente a las que inundaban el resto del cuadrante de la incursión veneciana: una proyección consecutiva de seis cortometrajes a competición y uno fuera de competición de la sección Orizzonti. Todas ellas obras atractivas de las que destacaría el posteriormente ganador Darling, filme indio de Saim Sadiq de subrayada temática social pero poderosa realización y logrados números musicales; la animada y gamberra Sh_t happens, de Dávid Stumpf y Michaela Mihályi, delirio de una comunidad de vecinos animales, borracheras, discotecas y sexo explícito editada con frenesí y extremadamente divertida; y la presentada fuera de competición GUO4, del inclasificable Peter Strickland. Un provocador y fascinante experimento de 3 minutos de montaje de fotografías, diseño sonoro atronador y luchas desnudas.

Madre

Y para cerrar el día, tras unos instantes de agobio y carrera, pude disfrutar en un pase de prensa de la que era, quizás, la primera proyección a nivel mundial de una de las películas más esperadas de la Sección Orizzonti: Madre, la adaptación a largometraje del exitoso corto dirigida, de nuevo, por Rodrigo Sorogoyen. Un relato que retomaba a la protagonista del cortometraje en otro momento temporal para una historia diferente en su núcleo y desarrollo pero que mantiene su tono de asfixia y su deslumbrante aparato formal, manteniendo en todo momento a sus personajes aislados en panorámicas y tomas en largos angulares que resuenan al lenguaje de Malick. Una película en la que el peso y carga de lo sucedido en el corto, y las consecuencias del mismo en el personaje de Marta Nieto y su psicología de vacío depresivo, es lo más atractivo del filme, en el que en todo momento el espectador permanece inquieto por aquello que intuimos que subyace y nunca llegan a contarnos. Marta Nieto, al igual que la realización y fotografía, está brillante. Una película desasosegante que nos presenta una relación tierna entre dos personas fuera de toda convencionalidad pero con extrema lógica interna que supondrá un desafío para la moralidad de no pocos espectadores. En el desenlace incurre en el defecto más común del cine de Sorogoyen, forzando tanto la crispación y conflicto de ciertos momentos que resultan burdos e incluso rozan el ridículo. Con todo, una poderosa y notable película, que prueba de nuevo el talento de Sorogoyen para realizar filmes técnicamente intachables.

Un primer día heterogéneo, libre de expectativas y referencias y considerablemente positivo. No quedaba demasiado por ver en mi calendario veneciano, pero pronto se avecinaban las que estaban llamadas a ser grandes películas.

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