El amor (y la música) vence al miedo.
Hacia lo desconocido. O como reza la canción traducida al castellano «mucho más allá» (Into the Unkown). Más allá de las fronteras de Arendelle, el reino donde Elsa y Anna crecieron recluidas en el castillo. Ahora en Frozen II, las dos hermanas emprenden un viaje en búsqueda de sus orígenes bajo esa niebla que se propaga a lo largo de todo un frondoso bosque y surcando los mares que bordean el territorio. Por su cuenta, la reina Elsa ahonda en su interior y los secretos desvelados la lanzarán a indagar en los porqués de sus poderes mágicos desde pequeña. Si en la primera entrega, el amor vencía a los límites de unas paredes que permanecían cerradas a cal y canto, ahora el amor vence a la rivalidad histórica entre pueblos. Una secuela muy notable con una asombrosa animación, una excelente BSO, pero demasiado presa de su propia fórmula y de reincidir en los mismos temas.
Nadie se esperaba el tremendo éxito de Frozen: El reino del hielo seis años atrás, ni la propia Disney que, en su último intento de revitalizar su línea de clásicos musicales e historias basadas en cuentos de hadas que tantos honores le reportaron en los 90 y durante la primera era dorada de la compañía con Walt en vida, logró el récord de la película de animación más taquillera de todos los tiempos. Un boom planetario que volvió a poner las canciones Disney en la cabeza de millones de espectadores (y en los Oscar). Secuela inevitable en esta nueva dinámica de la industria de Hollywood y un reto importante para el equipo creativo (y musical) para lograr estar a la altura de su predecesora. El resultado es ligeramente inferior, pero no desmerece en absoluto y son dos películas complementarias en su visión romántica del amor, en la fusión de fantasía y responsabilidad, en su exploración del yo interior de los protagonistas y en su oda a la entente entre distintos (ya sean vecinos de tu reino o habitantes del clan rival).
Esta secuela es mucho más épica y oscura, tanto por la historia central como por la fascinante animación. Si en un aspecto Frozen II es superior, es en el apartado visual, hay algunas escenas que son un hito en la historia de los clásicos Disney: la construcción de escenarios, el juego de colores con los sentimientos de los personajes o la espectacularidad de los paisajes. Y, por supuesto, los deslumbrantes números musicales, rivalizando con Let It Go y For The First Time in Forever y codeándose con los grandes triunfos de clásicos como La bella y la bestia o El jorobado de Notre Dame. Pura emoción marca de la casa. Previo al estreno se ha promocionado mucho Into the Unkown, el nuevo himno de la protagonista más moderna de la Disney. No obstante, este temazo de Elsa (¡qué lujo que su voz sea la de Idina Menzel!) no es la mejor canción de la cinta: Show Yourself de su personaje es mucho más rica musicalmente y narrativamente. De hecho, otro par de canciones a un servidor le gustan más: The Next Right Thing, el soliloquio de Anna, que se eleva como el momento más álgido del filme; y Lost in the Woods, el momento reservado a Jonathan Groff, cuyo Kristoff apenas tenía un par de frases musicalizadas en la primera entrega. Este tema es una de las mejores canciones de personajes masculinos del recopilatorio Disney. La nueva masculinidad ha llegado también a los esquemas más tradicionales del estudio del ratón.
Si los avances en el medio animado, su espectacularidad y la BSO son las grandes bazas de esta secuela, la historia y la repetición del esquema son sus flaquezas más manifiestas. Elsa y Anna ya se habían afrontado a su lucha por salir de los límites de su caparazón (el castillo), ya se habían enfrentado a la amenaza exterior y ya habían lidiado con sus propios miedos y sueños. Todo ello vuelve formar parte de la columna vertebral del relato que cimienta la película, con leves modificaciones y tres inteligentes acercamientos a problemas universales: un discurso anticolonialista, otro medioambiental (la importancia del equilibrio en el cuarteto de elementos terrenales) y una reflexión acerca de cómo las nuevas generaciones deben tomar la iniciativa y la responsabilidad para resolver los errores de sus antepasados.
La película tiene todos los ingredientes que uno podría esperar de un clásico del estudio de animación y, aunque se conforme con seguir explorando el terreno conocido, el resultado es una notabilísima secuela que consagra al cuarteto protagonista (Elsa, Anna, Kristoff y Olaf) como algunos de los mejores personajes de la larga lista de Disney. De hecho, el inadaptado y temerario muñeco de nieve es uno de los mejores secundarios del universo creativo del estudio, a la altura de Sebastián, Pepito Grillo o el Genio. Estupendo cóctel de fantasía, aventuras y comedia, Frozen II es un festín para los amantes de Disney y los musicales.