26 de abril de 2024

Críticas: Escape Room 2: Mueres por salir

La vuelta a la peligrosa aventura traumática.

Era cuestión de tiempo que la moda de los escape room asaltara las salas de cine. A la escasez de ideas en Hollywood le iba como anillo al dedo: adaptar el boom en modo juego perverso era fácil y previsible y podía configurar un entretenimiento fortuito y disfrutable. Así es Escape Room que se estrenó con notable éxito en 2019, un cruce de Destino final y Saw para todos los públicos. Seis participantes y seis salas. Salir vivo de ahí pronto empieza a parecer misión imposible.

Quizás la peor parte de este buen entretenimiento fuese su final, precisamente el que abría descaradamente la puerta a formalizar una franquicia. Y así ha sido, dos años después nos llega Escape Room 2: Mueres por salir, una secuela mucho menos lúcida, pero efectiva durante su visionado. Los supervivientes de la anterior entrega se ven inmersos de nuevo en otro escape room de distintos niveles de hiperrealidad. Los cuatro nuevos concursantes resultan ser otros ganadores del perverso juego; de este modo, se reúnen en una especie de liga de campeones. Eso sí, aquí desparece por tanto la lógica de la primera película: superar un trauma del pasado.

Estamos, por tanto, ante un flagrante caso de estirar el chicle. Romper tus propias reglas del juego para expandir universo. El personaje de Zoey, la protagonista, es el hilo conductor y ella precisamente sí tiene todavía ese trauma con volar en avión (¿alguien ha dicho Escape Room 3?), pero no es suficiente peso argumental para solventar las costuras de un guion preso de la fórmula inicial, el sentido de la cual carece por completo. La película se desencadena en un metro de Nueva York cuando ella y su amigo Ben, el otro superviviente de la primera entrega, deciden destapar a la empresa que organiza esos temibles escape room. El tiro les sale por la culata, clarísimamente.

Lo mejor de esta secuela es, como su antecesora, el uso del espacio y la sensación de claustrofobia permanente que el director Adam Robotiel logra capturar a lo largo del metraje. No obstante, este Escape Room 2: Mueres por salir es menos adictiva y la falta de personajes carismáticos y conflictos dramáticos perjudica un conjunto que adolece de indiferencia en algunos pasajes. Todo resulta demasiado reiterativo y, si como todo apunta, despega la tercera entrega, deberían pulir un guion mejor y reformular el juego para no agotar el artefacto de una vez por todas.

En definitiva, Escape Room 2: Mueres por salir es el clásico de la secuela que ya repite fórmula y no ofrece nada novedoso, aquella en que lo fía todo al disfrute del espectador con la ley del mínimo esfuerzo. Es entretenida, pero nada más. Ni sorprende ni juega con los códigos del terror tan acertadamente como la primera entrega. Pasable. Suficiente para refrescarse una tarde de verano en una sala de cine.

 

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