25 de abril de 2024

Festival de Sitges 2021: Crónica 1

Volvemos al Festival de Sitges presencialmente.

El Festival de Sitges ha iniciado su andadura de diez días de cine fantástico con un marcado perfil femenino. Por segunda vez en sus 54 ediciones, la película inaugural está dirigida por una cineasta. Se trata de Mona Lisa and the Blood Moon, el nuevo trabajo de Ana Lily Amirpour, que ya estuvo en el festival catalán con su sorprendente ópera prima Una chica vuelve a casa sola de noche. Mona Lee es la arrebatadora protagonista de esta divertida fábula sobre una joven que se escapa de un centro de enfermos mentales y posee unos extraños poderes mentales. Rápidamente entabla amistad con un niño y busca encajar en una sociedad que no la acepta. Primero denegada la nacionalidad estadounidense tras su exilio. Después denegada su libertad al ser internada en la institución sanitaria. Y, por último, denegada su felicidad al condenarla a la marginalidad. Cruzarse con la madre del niño en una noche de locura le supondrá un golpe de suerte para intentar dejar de ser un pez fuera del agua.

Con esta premisa uno puede vislumbrar una especie de E.T. por los bajos fondos de Nueva Orleans. Quizás Ana Lily Amirpour solo pretenda esto, porque este liviano entretenimiento no alberga más sustancia bajo esta primera capa. Por su punto de partida y con su filmografía previa, en la primera mitad del filme parecía que la cineasta iba a contarnos una alegoría sobre la migración y las políticas restrictivas, pero no hay nada ello. Simplemente es un divertimento con una playlist envidiable y un trabajo de sonido exquisito. También es muy reseñable el trabajo interpretativo de Jun Jong-seo, la protagonista de la magistral Burning. Además ahí está Kate Hudson, ¿con su mejor interpretación hasta la fecha? Posiblemente. Mona Lisa and the Blood Moon ha sido una buena inauguración del festival.

Titane

Durante la primera jornada del Festival de Sitges también se ha podido ver uno de los platos fuertes del cine fantástico del 2021, por no decir el más potente. Titane, de Julia Ducournau. La segunda película de la cineasta francesa ganó la Palma de Oro en Cannes, siendo la segunda directora en recibir el galardón tras Jane Campion por El piano en 1993. Titane se ha estrenado este mismo viernes en el circuito comercial y es mejor verla sin saber nada sobre ella, así que un servidor va a esbozar sus opiniones sin desvelar detalles relevantes del filme. Una primera media hora espectacular, desinhibida, retorcida, ultraviolenta e impetuosa en todo momento. Ahí se citan Cronenberg, Tarantino o Noé si uno quiere, pero en el fondo es una película singular por ella misma, sin lastres de influencias. Ducournau materializa sus preocupaciones en un cuento terrorífico sobre la violencia sexual contra las mujeres, el empoderamiento elevado a la máxima potencia y la fluidez del género. En definitiva, el género fantástico como expresión una vez más de las preocupaciones sociales del contexto en que la obra ha sido creada.

A partir de ese inicio tan apabullante, Titane muta de piel en otra película distinta, eso sí, totalmente consecuente con su relato. Como si el cambio de cuerpo en la historia fuese a la par con el cambio de tono del guion y el empaque visual. Ahí entra en territorio mucho más conocido: la historia de juego de espejos y cuerpos tan De Palma, por ejemplo. Una simbiosis entre las dos caras de la misma moneda, cristalizada en las dos escenas de baile: fulgurante en el salón de coches; impasible entre los bomberos. Julia Ducournau ofrece una película mucho más madura que Crudo (su celebrada ópera prima, presentada también en el Festival de Sitges) y aunque no sea redonda ni mucho menos perfecta, es una película radicalmente sorprendente y estimulante en todas las ramificaciones de su historia y discurso. No era la mejor a competición en Cannes, pero el valor de su premio está más allá de su los gustos personales (Drive My Car o Annette me apasionan mucho más): hay que aplaudir que el cine de género triunfe en los grandes festivales y las directoras. La Palma de Oro rara vez es la mejor de su año, pero Titane define muy bien la cinematografía mundial de los últimos años. Y lo más importante es una película muy notable, capaz de generar pasiones y odios y, sobre todo, debate. El cine (y el arte en general) en última instancia tienen que generar conversación. Por cierto, es una película que crece en el recuerdo, el horizonte de expectativas y las primeras sensaciones ante su propuesta estética y narrativa pueden jugar en contra de ella. Titane, guste mucho o poco, está destinada a ser una de las grandes películas del año.

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