25 de abril de 2024

Críticas: Madres paralelas

La búsqueda de una nueva mirada.

El puro melodrama almodovariano, las historias intrincadas de deseo, la sobriedad y depuración estilística de su última etapa y, como novedad, la metáfora política. Madres paralelas es un tratado sobre la maternidad tan demoledor como esperanzador y una defensa sobre cerrar las heridas del pasado para poder abrir nuevos horizontes de cara al futuro. El director de Volver combina la doble historia de la maternidad con la reivindicación de la memoria histórica, una unión inteligente de ambos dramas, pero que no terminan de casar lo suficientemente bien, a veces por falta de sutilidad, otras por una excesiva desunión. Nunca llegan a parecer dos películas en una, pero tampoco un conjunto equilibrado. Con todo, las dos vertientes emocionan profundamente. Cada una tiene un momento álgido de conmoción.

Siempre a la vanguardia de su país (sobre todo en sus filmes de los 80 y con el reconocimiento internacional frente a cierto desprecio en España), Pedro Almódovar nunca había estado explícitamente político en su filmografía, más allá de ser uno de los primeros autores en dar visibilidad al colectivo LGTBI con naturalidad y que la definición sexual de esos personajes no fuese el arco argumental. De hecho, en estas Madres paralelas, el manchego tiene un mensaje para los tránsfobos: el personaje de Penélope Cruz le dice al de Daniela Santiago (protagonista de la serie Veneno) «Ya era hora que fueses fotografiada para la portada de una revista de moda femenina.» A sus 72 años, Almodóvar ha sacado su lado indignado y carga contra las políticas del gobierno de Rajoy (muy explícitamente) y arremete contra la deuda sin saldar de España como país: cerrar del todo el conflicto de la guerra civil y desenterrar las miles de fosas comunes. En definitiva, una defensa de la memoria histórica.

La película está protagonizada exclusivamente por madres: primerizas (Cruz y Smit), ausentes (Sánchez-Gijón), luchadoras (Serrano). Y otras madres como la despreocupada, la traumatizada, la afligida, la depresiva… No son madres perfectas, pero son absolutamente reales. Y no hay conflicto entre ellas, al contrario, se ayudan entre ellas ante el dolor. Hay una compasión para con la otra muy fuerte y emocionante. Todos los personajes tienen su valor en el macrorelato, ninguno está de más y todos tienen su espacio para configurar este caleidoscopio sobre la maternidad. El único personaje masculino relevante, estupendo Israel Elejalde, es precisamente el lazo que une el drama íntimo de las dos protagonistas y la trama vertebral de las fosas comunes.

Con lo maravillosa que es en su primera mitad, el poder conmovedor de su desenlace y lo que brilla su elenco, es una lástima que Madres paralelas deje una sensación de imperfección notable por este desequilibrio entre sus dos vertientes. Almodóvar funde las dos de una forma genuina: evitar repetir los errores del pasado para sanar tanto individualmente como colectivamente. No obstante, en el terreno político Almodóvar peca de subrayados y de un discurso demasiado dialéctico. A su vez, la trama de las fosas comunes aparece con fuerza en el primer acto y en el último y todo el tramo central de la película queda absolutamente relegado. De hecho, Madres paralelas es la historia de Janis y Ana, pero el tema tangencial de la memoria histórica tiene mucho peso cuando sí aparece.

Más allá de este desequilibrio entre las dos partes de un todo, Almodóvar vuelve hacer gala de lo gran narrador que es: brillante construcción de personajes, gran uso de las elipsis, disección de la conducta humana a través del deseo y la búsqueda de la verdad. Y, por supuesto, un gran director de actrices. Penélope Cruz, flamante ganadora de la Copa Volpi en el Festival de Venecia, ofrece una de las mejores interpretaciones de su carrera. Menudo 2021 ha fraguado. Su papel en Competencia oficial también es soberbio. Dos personajes y dos retos distintos y alejados de sus papeles más conocidos. Dos victorias. Esta Janis es un personaje icónico y una de las mayores creaciones de la pluma almodovariana. Una madre tan desvivida y resistente, como vulnerable e imperfecta. A su lado, la Ana de Milena Smit parece un ángel caído en desgracia, pero es un personaje iluminador. La joven descubierta en No matarás está fantástica, forma un tándem estupendo junto a Penélope. Brillar con luz propia al lado de la reina del cine español en su primer papel de envergadura es un triunfo descomunal. Y otro elogio, el enésimo, para Alberto Iglesias y su música.

Madres paralelas no es una de las mejores obras de Almodóvar, sus últimas (Julieta y Dolor y gloria) son mejores, pero sí es un notabilísimo melodrama y un conmovedor doble relato sobre la maternidad. Un trabajo imperfecto de un genio como Pedro Almodóvar siempre resultará más estimulante para escarbar en sus imágenes y diálogos que la mayoría de estrenos semanales. Uno de los mejores cineastas y guionistas de las últimas décadas. Capaz de crear secuencias para el recuerdo. Mirar al futuro con ojos renovados. Los de la tierna infancia y los de un país reconciliado con sus lacras históricas. Cerrar heridas del pasado y sanar el dolor para abrir nuevos caminos y certezas.

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