26 de abril de 2024

Críticas: Libertad

El primer verano del resto de tu vida.

La puerta de la casa de verano que se abre ante nosotros. Los días que llegan. El reflejo en el espejo del retrovisor. Los días que ya no volverán. Dos imágenes grabadas en la retina de Nora, la adolescente protagonista, que se encuentra navegando entre dos aguas que no siente como propias: ni quiere jugar con su hermana pequeña y primos, ni se siente cómoda en el mundo de los adultos. Está presa en su burbuja, sola emocionalmente. Todo cambia con la llegada de Libertad, la hija de la cuidadora de su abuela. La libertad de romper su burbuja pasa por descubrir un nuevo mundo ante ella junto a Libertad.

Libertad es precisamente el título del primer largometraje de Clara Roquet, habitual guionista de Carlos Marques-Marcet (10.000 km y Els dies que vindran) y también autora de libretos como el de Petra, de Jaime Rosales, o Costa Brava, Lebanon, candidata este año a los Oscar por Líbano. En su multipremiado corto El adiós ya incidía en varios de los temas de su opera prima: las desigualdades sociales, los prejuicios, la condescendencia de unos hacia otros y los recelos por el amor dado a otra persona (la abuela enferma a la cuidadora) y que uno espera para sí mismo (la hija). No obstante, Libertad gira en torno a Nora, en el verano del alumbramiento de la verdad sobre la vida, la pérdida total de la inocencia e infancia y la llegada de toda una nueva y enorme realidad por descubrir frente a ella.

Nora es el centro de la película, aunque, en esta ocasión, la lucha de clases también planea por todo el relato. En su relación de amistad imposible con Libertad. Dos mundos distintos condenados a no poder encontrarse, pese al amor mutuo y el deseo de compartir su tiempo. Las desigualdades del sistema social como dictador de las relaciones personales. La brecha social como enemiga de la amistad. En ese verano, Nora, hija de clase burguesa, descubre que su condición social determina sus relaciones personales. Como las de cualquier persona.

Esta premisa es una novedad en los coming-of-age recientes de jóvenes realizadores. No obstante, las inquietudes emocionales e intelectuales propias de una joven de 14 años también pivotan en el desarrollo de esta historia. Los anhelos por crecer más rápidamente, romper las normas por curiosidad y tentación y sentirte fuera de lugar aquí y ahí, con los niños, con los adultos o rodeada de desconocidos en una discoteca. Y triple tema central en Libertad: las relaciones maternofiliales, también tejidas bajo el yugo de la lucha de clases. Las diferencias entre Nora y su madre y Libertad con la suya vienen estrictamente condicionadas por la clase social a la que pertenecen. Privilegios y obstáculos que determinan los frágiles lazos de sangre. Los remordimientos y la redención aguardan en la recámara como solución final a las lecciones de vida que una tiene que sufrir y vivir en la propia carne para aprender, crecer y evolucionar.

Otra de las grandezas de Libertad es su espectacular elenco femenino. Empezando por los dos grandes descubrimientos que son Maria Morera y Nicolle García. Ambas poseen una naturalidad idónea para sus personajes y consiguen capturar la esencia de las emociones que deben transmitir. A su lado dos damas de la interpretación: Nora Navas, perfecta en el papel de la madre burguesa presa de sus contradicciones, y Vicky Peña, conmovedora en su rol de abuela con Alzheimer.

Quizás Libertad no sea una gran película, pero sí es un extraordinario debut, un notabilísimo drama adolescente plagado de grandes hallazgos y un tipo de cine social (el buen cine social) arraigado en el cómo se filma y qué cuenta de la psique de sus personajes y no tanto en el mensaje. Por cierto, empieza a resultar cansino que se tilde a esta y otras películas de ser la misma con la única razón de ser obras de jóvenes mujeres realizadoras españolas. Todas hablan de temas distintos, desde ópticas distintas, aunque pueda asemejarse el estilo. Como cualquier corriente artística en cualquier época. Normalmente estas quejas además provienen de sectores (hombres, ejem) que nunca se han quejado de las similitudes entre películas cuando eran de hombres, blancos y heterosexuales. Libertad es una gran película y su tercer acto es sumamente conmovedor.

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