8 de octubre de 2024

Entrevistas: Neus Ballús

Neus Ballús: “Soy optimista por naturaleza, aunque crítica también, y tengo la sensación que hay algo bueno en esencia en quiénes somos e intento mostrarlo”.

La directora catalana estrena su tercer largometraje tras presentarlo con todos los honores en la Sección Oficial del pasado Festival de Locarno. Seis días corrientes se alzó con el premio a la mejor interpretación para Valero Escolar, Mohamed Mellali y Pep Sarrà, sus tres actores protagonistas en sus primeros papeles para el cine. En realidad son lampistas de profesión y Neus Ballús vuelve hacer gala de su talento cinematográfico para jugar con la fina línea entre la realidad y la ficción y combinar la ficción con el documental. Tras la magnífica La plaga y la muy estimable El viaje de Marta (Staff Only) se consolida como una de las mejores cineastas de nuestro cine.

– ¿Por qué una película con tres lampistas como protagonistas?

Neus Ballús: Inicialmente no sabía que serían tres, pero quería hacer una película con lampistas, porque la pareja de mi madre lo es profesionalmente y he escuchado muchas historias en sobremesas. Me parecía alucinante que él cada día se encontrase con una película real con sus vivencias. Hice búsqueda en otras profesiones también, pero llegué a la conclusión de que esta idea de que alguien (un lampista) entre en casa durante unas horas da suficiente tiempo para que se desarrolle una relación intensa, conflictiva curiosa y, a veces, surrealista. Era un buen punto de partida para empezar una película.

– Tus tres películas rebosan humanidad en sus personajes y en tu mirada para contar sus vivencias. ¿Cómo trabajas las historias para lograrlo?

N. B.: Hay mucho del carácter y personalidad de lo que tú piensas de la humanidad. Me considero optimista por naturaleza, aunque sea muy crítica, y tengo la sensación que hay algo bueno en esencia en quiénes somos e intento mostrarlo, porque realmente hay mensajes demasiado destructivos, que tampoco son ninguna aportación beneficiosa a la sociedad futura. Tengo el privilegio de poder explicar historias y aportar mi granito de arena respecto a esto, para mí, la idea de que todos nos podemos entender es el camino para mejorarlo.

El hecho de trabajar con actores no profesionales, a través de sus propias historias y en procesos de trabajo muy íntimos y largos, lo que provoca es que nunca puedes ir a la contra de tu personaje. La persona se disuelve en el personaje. Por mucho que Valero sea un ogro y un racista, que en otras películas sería el villano de la película, para mí esto no sería justo. He trabajado con Valero y sé que él es más que esa faceta. Trabajar con ellos, te obliga a trabajar en los grises. Los grises que ellos tienen: ni serán héroes ni serán monstruos. Nadie es solo una cosa, somos un todo.

Seis días corrientes

– De hecho, tus películas se caracterizan por una ausencia total de condescendencia hacia tus personajes.

N. B.: Totalmente. Supongo que mi vertiente documentalista marca cómo uso el cine de ficción. Tengo la voluntad de que el espectador conviva con estos personajes, conflictos y realidades durante hora y media y otorgarle suficientes elementos para que cada uno saque sus propias conclusiones. Detesto decir: este tiene razón y este otro no la tiene. Tengo mi opinión, pero considero que el espectador es suficientemente inteligente para hacer su propia lectura. Me molesta mucho como espectadora que me digan lo que tengo que pensar y sentir. Es trabajo del espectador, no hay recepción de la película, sino hay interpretación y una vivencia singular.

– Y los elementos de Seis días corrientes son más de 70 horas de rodaje. ¿Cómo fue el trabajo para llegar a los 85 minutos que conforman la película?

N. B.: Fue un proceso de conocerlos con mucha intensidad, de ver qué aspectos pueden resultar más reveladores ante la cámara o en un relato para explicar qué. Con estas piezas de las pequeñas perlas que ellos podían ofrecernos, escribimos un guion para ellos. No había guion antes de que ellos se sumaran al proyecto. Es al revés: primero hicimos el casting y luego escribimos el guion para ellos, al que nunca tuvieron acceso. Ellos nunca supieron de qué iba la película ni que se encontrarían cada día del rodaje. Esto me obligó a crear un espacio de trabajo de mucha confianza en el que todos confiamos mucho en el proceso sin saber cómo terminaría exactamente. Esto es muy bonito porque lo que genera son relaciones humanas de amistad muy profundas que no se dan siempre, porque hay un riesgo y hay una pérdida de control por parte de cada uno para dárselo a otro. Hay un trabajo de equipo muy real. Los tres actores lo destacan, porque es su primera y única experiencia, aunque a mí me ha ocurrido cada vez que he trabajado con actores no profesionales: en el hecho de mostrarse por primera vez de determinadas formas, ellos se ven a sí mismos y provoca una transformación muy fuerte. Y como cineasta es muy bonito ser la provocadora de estas transformaciones.

– ¿Qué fue más complicado: la preparación previa de meses de conocimiento o el rodaje sin guion explícito?

N. B.: La preparación previa fue una parte muy bonita, porque no había presión todavía. Nos fuimos conociendo de una forma muy paciente, abierta y libre. Les conducimos a explorar emociones que nunca habían tocado, pero aún sin cámaras y sin prácticamente equipo. En cambio, en el rodaje ellos sintieron de repente la presión de que eran los protagonistas de una película. Me preguntaron: «¿lo haremos como siempre, con cuatro improvisaciones?». Realmente así fue. Es un rodaje al que no puedes ir con piloto automático, tienes que estar muy despierta ante lo que ocurre, porque a través de una cierta ligereza se puede construir algo sólido, pero tiene un componente de riesgo,. No es que no haya un guion, sino que tienes distintas opciones: si ocurre esto iremos hacia aquí, si ocurre esto otro iremos hacia allá. Lo que provoco en estas situaciones donde ellos no saben nada es una ficción orquestada alrededor de ellos para que ellos estén lo más natural posible. Los conozco tanto que, en el fondo, sé como reaccionaran a los estímulos externos que les ofrezco y hago que el guion camine hacia donde me interesa. Pero no lo pido explícitamente y por eso las interpretaciones son tan naturales, porque para ellos está pasando de verdad.

– Valero Escolar, Mohamed Mellali y Pep Sarrà fueron los tres escogidos. ¿Cómo supiste que fueron los adecuados y que darían tanto juego entre ellos?

N. B.: Bueno… puse las tres fotos juntas, que es un método que utilizo a menudo, y observé algo como de trío cómico por el aspecto, perfil y modo de hablar que me encajaba para lo que buscaba. Realmente desde el primer momento encajaron y ellos mismos lo explican. Es una cuestión de intuición, en este tipo de películas, tan vivas durante todo el proceso, en el casting tienes que seguir una cosa muy interna de por qué estás haciendo esta película, qué crees que puede aportar uno u otro. Y sí estaba segura que eran los tres mejores de los 1.000 lampistas con los que me encontré.

Seis días corrientes

– Presentaste la película mundialmente en el Festival de Locarno y Valero Escolar, Mohamed Mellali y Pep Sarrà ganaron el premio a la mejor interpretación. ¿Cómo fue el estreno?

N. B.: Fue fascinante tras un proceso largo para realizar la película. Es un festival que me gusta mucho por su programación y porque apuesta por hacer avanzar el lenguaje cinematográfico. El hecho de ganar el premio a la mejor interpretación es una prueba de que toda esta apuesta que hicimos todos los jefes de equipo, que nos pusimos a su servicio para obtener las interpretaciones más naturales posibles. Lo conseguimos totalmente y el premio lo demuestra. Por otro lado, lo que me sorprendió gratamente y me aligeró fue ver que hicimos una película muy singular y especial, pero que conectaba mucho con el público. En Locarno rieron desde la primera escena. También en la Seminci de Valladolid y el Festival de Toledo, donde ganamos el premio del público en ambos. Me hace muy feliz que, pese a ser una película alejada de los cánones de la industria, conecta mucho con la gente.

– ¡Qué bien! Cambiando de tema, ¿es un acto de resistencia que lleves tres películas rodadas en catalán en una década en que las producciones rodadas en esta lengua han descendido drásticamente?

N. B.: Sí, probablemente. Y qué tipo de cine hago… ¡parece increíble! No lo pienso desde fuera. Mi necesidad parte de otro lado que es la observación de mi entorno, la realidad social, los temas que me importan, cómo quiero acercarme a la gente y cómo quiero hacer avanzar el cine y la hibridación entre ficción y documental. No pienso que para la industria todos estos elementos, sumando el hecho de trabajar con actores no profesionales y película trilingüe, sea difícil de realizar. Como disciplina artística necesitamos estar comprometidos en quiénes somos aquí y ahora. Además somos lo que ponemos de relieve ante la sociedad algunos temas y cuestiones que si no, no se abordarían. Esta dicotomía entre el cine entretenimiento-industria que tiene que generar trabajo y volumen de dinero, a menudo, se contradice con la idea del cine como arte agitador. De hecho, Seis días corrientes no es agitadora, sino que precisamente habla de la convivencia. Esta dicotomía y acto de resistencia no los puedo resolver sola.

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