25 de abril de 2024

Críticas: El engaño

Hija de su tiempo.

Luis Prieto (Madrid, 1970), ha construido su filmografía principalmente en torno al género del suspense con títulos como Secuestrado (Kidnap, EEUU, 2007) o más recientemente y en formato televisivo, White Lines (Netflix, RU, España, 2020). En esta ocasión presenta El engaño (Shattered, EEUU, 2022) que, siguiendo con la línea temática de sus anteriores obras como director, muestra un esquema tradicional de thriller en un escaparate rural estadounidense.

Esta vez nos acerca a la historia de Chris Decker (Cameron Monaghan), un multimillonario en proceso de divorcio, atormentado por sus recuerdos felices, que reside en una mansión domótica en las montañas de Montana, EEUU. Pronto llegará a su vida Sky (Lilly Krug) con quien desarrollará un romance que casi de inmediato se convertirá en un juego de manipulación y estafa hacia el protagonista.

La estructura argumental se sostiene sobre unos patrones habituales dentro del terreno del suspense, (identidades poco definidas, pasados tormentosos y oscuros, personajes con intereses ocultos…) y deja entrever referencias a grandes cintas dentro de este género como podrían ser Misery (Rob Reiner, 1990) — la mujer trastornada que ejerce cuidados sobre el hombre inválido para terminar torturándolo — o La ventana indiscreta (Rear Window, Alfred Hitchcock, 1954) — el telescopio en el motel como vehículo para descubrir al criminal en la distancia —.

Susan Sontag teorizaba sobre la muerte del cine en el siglo XXI cuando exponía: “Parece como si el centenario del cine hubiera adoptado las fases de un ciclo vital: el nacimiento inevitable, la acumulación progresiva de gloria, y el inicio, durante el ultimo decenio, de una decadencia ignominiosa e irreversible.”, (Un siglo de cine, S. Sontag, Alfaguara, 2007) y aunque, sin necesidad de traer al terreno de la realidad su profecía, cabría plantearse cómo la gloria de estos “fantasmas del pasado”, atormentan a la plantilla de creadores contemporánea. Y es que, aunque las grandes obras mencionadas podrían percibirse como buenos apoyos para impulsar esta historia, tan solo se quedan en referencias y no ayudan a generar un resultado cercano al de las piezas originales.

Lejos de construir una historia seductora, El engaño se presenta como predecible y entrega al espectador todos sus misterios a través de un diálogo extremadamente expositivo. Tratándose de un thriller asombra lo “a la vista” que se encuentra todo. El personaje femenino, Sky, pasa de ser una joven completamente normal, a una psicópata sin escrúpulos que hace alarde de ello entre gestos extremados — sonrisas impostadas y movimientos corporales sobrecargados, que generan una percepción aberrante y poco creíble del personaje —. En paralelo a esto, aparece en la historia el elemento de la ciberseguridad. Chris es retratado como un hombre casi paranoico con su espacio privado. Sin embargo, rápidamente ofrece el acceso a sus códigos y su casa a una joven que apenas conoce. Hay algo que parece no encajar.

La trama se apoya en unos personajes secundarios que sí que le aportan dinamismo y cierto sentido de la comedia en determinados momentos, como es el caso de Ronald, interpretado por John Malkovich (quien es también coproductor de la cinta); o Sebastian (Frank Grillo). Ambos se convierten en los narradores de este discurso sociopolítico acerca de cómo el “hombre rico” es extremadamente confiado y condescendiente ante la voracidad de un mundo que, desde abajo, trata de arrancarle todo cuanto tiene.

La cinta de Prieto pone sobre la mesa el tema de la invasión a través de la tecnología, y emplea recursos de ella que integra en su narrativa. Incluye el uso de la cámara térmica como un elemento más y durante un fragmento importante la utiliza para generar suspense y tensión dramática. El resto de la película, se sirve de recursos más naturalistas y sin mucho artificio estético. Escenas enmarcadas en interiores principalmente, y en las que la atención se centra mayoritariamente en las interpretaciones de sus protagonistas.

Hay algo en El engaño, que se percibe como evidentemente “escenificado”. Tal vez sencillamente sea el resultado de la temporalidad en la que la película se enmarca. Todo en la vida resulta ser siempre una escena. ¿Dónde esta el límite?¿Dónde termina la realidad y dónde empieza la ficción?¿Quién es quien dice ser? Tal vez uno de los valores más positivos de la cinta son las preguntas que a uno le llega a suscitar. Porque, volviendo a las palabras de Sontag, esta película es hija de su tiempo. Rápida, violenta y, sin lugar a dudas, engañosa.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *