29 de marzo de 2024

Festival de Sitges 2022: Crónica 7

Las mixturas cierran Sitges 2022.

El thriller, como el color negro, combina con todo, y es algo que saben en Sitges, ya que cuentan con Órbita, una sección propia dedicada a ello. Entre las elegidas este año hay que destacar la aussie The Stranger, ya estrenada en la plataforma Netflix como El extraño, con la que Thomas M. Wright nos descubre una densa historia de intriga que se va abriendo camino con pies de plomo. Joel Edgerton y Sean Harris se baten en duelo en un film que se va desgranando poco a poco para que contengamos el aliento ante el desarrollo de sus personajes, consiguiendo que los monstruos dominen la mente de estos tipos duros. Sin duda su equilibrio psíquico es lo más poderoso del film, ver cómo se compenetran para conseguir esclarecer una desaparición, infiltrándose de algún modo ambos en la vida del otro, siendo una muy compleja versión de la conocida persecución gato-ratón. Lenta y oscura, no hay posibilidad de dar un paso en falso en una historia que te propone reflexionar sobre lo visto. Hacia el final pierde esa tensión al querer dar una salida a los hechos reales en los que se basa, pero su conjunto no queda desdeñado por ello.

Lorcan Finnegan ha abandonado las comodidades de Irlanda en Nocebo. Lo que no ha hecho es sacarnos de la idea de casa laberíntica que ya propuso en Vivarium, aunque aquí el humor negro parezca algo involuntario. Como el título propone, quiere negarnos los placebos en una curiosa intervención sobre la explotación laboral y las enfermedades invisibilizadas, con una Eva Green totalmente histriónica, solo superada por su compañera filipina Chai Fonacier, que se lleva el peso de la incertidumbre, aunque se descubra el pastel quizá demasiado pronto para como está ideado el desarrollo de la película. De nuevo el terror se mete en casa, en la intimidad de una familia, para que cuando las elucubraciones del fantástico se acojan a los tintes sociales se hilvane un drama terrorífico, que es donde siempre disfruta Finnegan de total libertad. Destaca de nuevo su empleo del color, que mientras en Vivarium nos llevaba a la irrealidad, aquí sirve de mofa a ese mundo de la moda que enclaustra las sorpresas. El caso es que es difícil decidir si Nocebo es atractiva por dejar al descubierto sus costuras y trabajar sobre ellas, o es este un fallo que no permite tomarse en serio lo que pueda suceder.

As Bestas

De los guiones de Rodrigo Sorogoyen siempre surgen películas de suspense sorprendentes. Este año As bestas clausuraba la sección Órbita por todo lo alto con una historia que asume el ritmo de Madre pero no pierde la energía de El reino. La película trata algo que va más allá de las rencillas vecinales, las diferencias sociales o los recelos ante los que vienen de fuera y tienen capacidad para decidir; es la rabia y la violencia creciente a través de unos personajes potentes y muy marcados que, junto al manejo de la cámara para introducirnos en la tensión de los distintos encuentros, nos lleva a agarrarnos a la butaca en un denso thriller rural que vivimos a dos ritmos, siempre sintonizando su tono con los personajes que persigue en cada momento, con un resultado plenamente satisfactorio.

Entre las propuestas más pequeñas y creativas de este Sitges hay que alabar la proyección de Blaze, con la que Del Kathryn Barton trata con mimo y fiereza la concepción del trauma en la adolescencia. A medio camino entre una coming of age y el fantástico, nos introducimos en las vivencias de una joven incapaz de superar una delito del que ha sido testigo, aferrándose a un mundo imaginario que la abraza con fuerza para salvarla de la realidad. Es colorida y excesiva, y sin embargo ese empleo de la fantasía es el vehículo perfecto para reformular el diálogo con la víctima en su proceso de crecimiento. Una historia valiente y cercana que no se regodea en la oscuridad para reconstruir una mente quebrada.

Blaze

Masaaki Yuasa abre el telón y la música nos dispara a la cara. Inu-Oh centra algunas de sus neuras particulares en un musical donde reproducir la antigua cultura japonesa. Remontándose 600 años en la historia, seguimos las aventuras de los Sarugaku Noh, y concibiendo el tiempo como algo meramente anecdótico, va transformando la evolución del éxito de estos músicos en una auténtica ópera rock, de modo que adapta la leyenda a los testigos actuales de la música, dejándonos disfrutar de sus intrincadas ideas en las que compaginar el antes y el ahora, sabiendo que como cineasta tiene el peso de ser un narrador capaz de encandilar a su público. Su peculiar estilo no congeniará con todo el mundo, pero los excesos de Yuasa, y más cuando se convierten en algo conmemorativo, son indispensables en Sitges.

Alguien que también entiende muy bien los interiores es Andy Mitton, que se marcó en The Witch in the Window una película indispensable para todo amante del terror más referencial. Precisamente es uno de los directores que mejor podría interpretar las frustraciones mentales del encierro pandémico para llevarlo al género, y así lo ha hecho en The Harbinger. Las pesadillas se pueden palpar en una película que nos devuelve al confinamiento donde una mujer que se encuentra sola decide pedir ayuda a una amiga al no poder salir de sus sueños. Con esta premisa Mitton nos invita a desconfiar de la realidad y a reflexionar sobre la soledad de nuevo en el interior de una casa que nos abre las puertas a oscuros recuerdos deformados, donde los fantasmas parecen no existir más allá de la mente de sus protagonistas, y que nos hacen asumir su deseo tragarse la existencia de otros. Una estimulante propuesta con la que conectar ese drama que todos hemos compartido hace tan poco tiempo con nuestros temores más íntimos.

The Harbinger

Clausuraba el festival el amor caníbal de Luca Guadagnino. Hasta los huesos: Bones and All se aferra a esa pasión casi adolescente de dos jóvenes inmersos en su pureza. Ella se está descubriendo. Él está disfrutando. ¿Juntos pueden funcionar? El director recupera a Chalamet que tan bien empasta con Taylor Russell, la música de Leonard Cohen, los colores de las carreteras estadounidenses y la sangre, pero sin duda el gran descubrimiento es uno de esos personajes secundarios que son un absoluto regalo, un extrañamente cautivador Mark Rylance, terrorífico y cercano a un mismo tiempo. Una película para el deleite de los acérrimos de Guadagnino, con interesantes ideas y mucho énfasis en esa pose de anuncio de vaqueros.

Volver a Sitges es siempre una experiencia, porque te puedes llevar buenas pelis para el recuerdo o grandes chascos entre su selección, pero cada carrera por sus calles, cada conversación en sus colas y ese cargado aroma a salitre lo convierte en un festival único al que ya deseas volver cuando te estás marchando. Cabe destacar que este año la gran vencedora fue Sisu con la que Jalmari Helander hace doblete en Sitges tras haber ganado en 2010 con Rare Exports: A Christmas Tale. Desde aquí lloramos habernos perdido la ganadora, por no poder opinar sobre lo creíble (o no) que era todo lo que acontecía en ella.

Hasta los huesos: Bones and all

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