28 de marzo de 2024

Críticas: 20.000 especies de abejas

La colmena, como la familia, es más que la suma de los individuos.

20.000 especies de abejas consiguió la Biznaga de Oro en el pasado Festival de Málaga y en Berlín el merecido premio para su pequeña protagonista, Sofía Otero.

De alguna forma sigue la estela de Alcarrás y otras películas españolas con temáticas cercanas y no es difícil intuir que Carla Simón, que formaba parte del jurado en Berlín, se sintiera atraída por esta historia.

Rodeada con un equipo técnico y artístico casi íntegramente femenino (Lara Izagirre y Valérie Delpierre son las productoras del filme, que cuenta con dirección de fotografía de Gina Ferrer, arte de Izaskun Urkijo y sonido de Eva Valiño), la directora y guionista Estibaliz Urresola Solaguren, debuta en el largo tras rodar varios cortos, a destacar el premiado Cuerdas.

Aquí vivimos los conflictos en el entorno familiar, un conjunto de mujeres, de madres con distintos puntos de vista, pero siempre volcadas en el cuidado de los hijos y, al igual que Cuerdas, también se desarrolla en el País Vasco, su directora es de Llodio y parece sentirse cómoda entre las tradiciones vascas. Naturaleza al fondo, pero salpicada de fábricas.

En la película el español, el francés (los protagonistas viven en Bayona, País Vasco francés) y el euskera fluyen de forma orgánica, natural, en un permanente cruce de realidades, de conflictos mostrándonos personajes en proceso de construcción.

Ane, la madre de Aitor/ Lucia, interpretado por la estupenda (Patricia López Arnaiz), vive su propio conflicto sentimental y creativo, preciosas imágenes de su proceso artístico como escultora frustrada aplastada por el fantasma de su padre.

Aitor, un niño que no se reconoce en su cuerpo y que con solo 8 años debe enfrentarse a su propio drama, que explotará durante un verano que la familia se traslada a pasar las vacaciones a la casa de los abuelos. Aitor será Coco, un nombre ambiguo donde esconderse, aunque será Lucía quien finalmente triunfé.

En este ambiente familiar veremos las diferentes formas de afrontar las trasformaciones que se vienen encima, unos negándolo como su padre y su abuela, otros como la tía Lourdes (interpretado por Ane Gabarain, que ya vimos en Patria) mirando sin juzgar, comprendiendo con amor.

La colmena familiar tiene su contrapunto en la colmena de abejas, la tía Lourdes se dedica a la apicultura y la película nos regala estupendas imágenes de colmenas y abejas utilizadas con fines curativos. Metáfora de la ayuda que recibe nuestra pequeña en la asunción de su identidad. La película cojea, sin embargo, es en lo plano que presenta a los personajes que no entienden, a los que les cuesta más hacer el acompañamiento que los niños trans necesitan.

La película nace en 2018, cuando la directora quedó impresionada por el suicidio de Ekai, un chico trans que puso fin a su vida mientras esperaba el tratamiento hormonal. «Era un momento donde la noción de lo que era la realidad de las infancias trans en el imaginario popular colectivo no tenían nada que ver con la de hoy».
«De todas las entrevistas que realicé a familias que habían transitado por esta realidad con sus peques, una de las cosas que más me llamó la atención era, justamente, como decían que no eran los niños y las niñas quienes habían transitado, sino que era la mirada de ellos, como padres y madres, la que había tenido que cambiar, la que había sufrido ese tránsito»,

Hay exactamente 20.000 especies de abejas y muchas maneras de ser, si el cine es una ventana al mundo como dice la directora, que sirva para abrir el debate, la realidad actual en España es algo mejor pero estamos obligados a cambiar la mirada, la sociedad en su conjunto debe transitar para que no se repita el caso de Ekai.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *